17 de Febrero de 2013

Para el Instituto Acton Argentina

Cada vida es un viaje irrepetible, con principio y fin. Detrás de las noticias sobre crímenes, corrupción, intrigas políticas y privación de libertad, hay personas que escogieron caminos destructivos, al extremo de interrumpir violentamente prometedoras vidas ajenas. Nos indigna tanto el asesinato de mujeres y niños, precisamente porque la mayoría de guatemaltecos se sujeta a valores más altos. Si bien muchos sucesos están fuera de nuestro control, sí controlamos nuestras actitudes y acciones. Y con nuestro ejemplo influimos en personas cercanas, sobre todo en nuestros hijos.

En nuestro paso por este mundo, podemos elegir entre el mal y el bien, y la mediocridad y el heroísmo, opinan el Padre Robert Sirico y el empresario Jeff Sanderfer en su libro Una guía de campo para el viaje de un héroe. El subtítulo del libro es simpático: el Padre Sirico es descrito como un “sacerdote emprendedor”, y Sanderfer como un “emprendedor en serie”. Conjugan sus experiencias para darnos consejos, recurriendo a textos clásicos, fábulas, poemas y pasajes bíblicos que afianzan las lecciones. Aclaran que el heroísmo y el éxito poco tienen que ver con acumular dinero, poder o fama.

No es un libro sólo para empresarios, porque también los estudiantes, las amas de casa y muchos otros más acometemos nuestras responsabilidades como ocupaciones que demandan inteligencia, dedicación y esfuerzo. Afirman Sanderfer y Sirico que debemos conocernos a nosotros mismos antes de trazarnos metas, pues además de las dificultades externas, enfrentaremos obstáculos internos, como tentaciones y defectos. Debemos fijarnos de antemano fronteras morales, elegir sabiamente a quienes nos acompañarán en nuestro recorrido, y tener la fortaleza para sobreponernos a las derrotas. Debemos aprender tanto a descansar como a cosechar. Si la vida terrenal es tiempo para perfeccionarnos, para ser todo lo que estamos llamados a ser, entonces el heroísmo se asocia más con cómo luchamos y andamos, que con logros concretos.

Sirico ilustra el punto con un recuerdo de infancia protagonizado por dos compañeros escolares: Ellen padecía una extraña enfermedad que la envejecía prematuramente y le impedía hablar correctamente, mientras Michael era un guapo y amigable deportista. Jugando matado un día en el recreo, todos empezaron a atacar cruelmente solo a Ellen. Michael interceptó la pelota cada vez y la apuntó a los cabecillas del hostigamiento. Arriesgó su popularidad y defendió la dignidad de Ellen. Michael actuó como héroe no sólo porque hubiera sido más fácil plegarse al acoso en masa, sino porque obró con delicadeza y sin lucimientos, sin humillar él a Ellen con su gesto.

Recomiendo el libro. Comparto la convicción de Sirico y Sanderfer que todos podemos proponernos actuar consistentemente como lo hizo Michael en este ejemplo. En última instancia, los éxitos acumulados perderán brillo frente a sabernos mejores personas, reconociendo, agradecidos, las virtudes y los talentos que pulimos en la travesía.

Carroll Ríos de Rodríguez