Por Carroll Ríos De Rodríguez

Ninguno de los prominentes teólogos de la liberación, influyentes en América Latina, tuvo una importante formación ni exposición a la disciplina de la Economía. Esto fue extraño ya que su preocupación por el bienestar material exigía al menos algún intento de proporcionar una explicación económica del subdesarrollo y la pobreza masiva. En lugar de participar en esta reflexión económica, muchos teólogos de la liberación con eficacia casaron a su teología con diversas representaciones de lo que entonces estaba de moda, la teoría de la dependencia, la que sostiene que los recursos fluyen de una «periferia» de estados pobres y subdesarrollados a un «núcleo» de estados ricos, enriqueciendo estos últimos a costa de los primeros.

En su libro de 1991 Will It Liberate?: Questions About Liberation Theology, el teólogo y filósofo Michael Novak dedicó un capítulo entero a demostrar cuidadosamente los lazos entre el pensamiento de la dependencia y el liberacionista. Una de las citas que utiliza como evidencia parece prueba suficiente de la conexión. Según el teólogo brasileño Hugo Assmann, la teología de la liberación tendría poco sentido «fuera del juicio real de que los pobres de América Latina no sufren de pobreza simple sino de estructuras opresivas, vinculadas a fuerzas externas de dominación”.

Assmann y sus compañeros fueron persuadidos por la visión del economista argentino Raúl Prebisch que fue central para la teoría de la dependencia: las economías periféricas se encontraban en desventaja vis-à-vis los países del centro desarrollado, industrializado, debido a las condiciones desfavorables del comercio internacional. Sobre esta base, la teoría de la dependencia sostuvo que los gobiernos debían crear barreras al comercio. Estas reducirían la dependencia de los productos agrícolas y las exportaciones, y darían lugar a la aparición de un sector industrial nacional en los países subdesarrollados. Otros teóricos de la dependencia hicieron hincapié en que la situación de la región de las economías dependientes tenía causas estructurales y sociales aún más profundas. Por lo tanto, las transformaciones sociales tenían que acompañar a la intervención y la dirección estatal de los mercados. Aquí debemos notar también que este lenguaje sociológico era más conocido para muchos sacerdotes y teólogos de América Latina que la jerga más abstracta de la Economía formal, dado que la mayoría de estos teólogos fueron educados en un marco universitario europeo continental que a menudo dio prioridad a las preocupaciones antropológicas y sociológicas.

Los principales defensores de la teología de la liberación no estaban simplemente buscando frenar la dominación externa o aplicar tipos de reformas parciales. Pidieron una revolución más o menos socialista. De hecho, como demuestra Novak, lo suyo no era un socialismo tibio, ni una socialdemocracia moderada capaz de coexistir con la propiedad privada, los mercados y las instituciones democráticas. Era, para usar el lenguaje de Gutiérrez, el hacer una erradicación radical de «la apropiación privada de la riqueza creada por el trabajo humano» y la abolición de la «cultura de los opresores”.

¿Cómo se fusiona la teoría de la dependencia, sus propuestas socialistas para resolver la pobreza y su influencia marxista, con la teología de la liberación? A menudo se oyen descargos del hecho de que no todos los escritos de dependencia y liberacionistas fueron marxistas. Esto es cierto, por supuesto. El propio Novak argumentó que «teología de la liberación forma un tapiz mucho más amplio que su parte marxista y se teje de muchos colores”. Cabe afirmar que el trabajo de distinguir cuidadosamente entre los diferentes fundamentos teóricos adecuados a la teología de la liberación, como Novak y Joseph Cardenal Ratzinger (más tarde el Papa Benedicto XVI) hicieron en su momento, no es lo mismo que trivializar las influencias marxistas más amplias. Hay algunas diferencias sutiles entre las advertencias de Ratzinger-Novak y otras quejas sobre las repercusiones del marxismo. Algunas de estas otras afirmaciones fueron que (1) el marxismo clásico ha sido revisado o destilado en los años setenta, (2) el marxismo como una herramienta académica no contradice los dogmas y doctrinas católicos, (3) las primeras comunidades cristianas eran proto-marxistas, y (4) era posible un «socialismo cristiano» que evite el ateísmo y el materialismo marxistas. En un análisis académico publicado en 1988, H. Marcos Roelofs sostuvo que las diferencias entre la teología de la liberación y el marxismo de estilo antiguo podrían explicarse de la siguiente manera:

“La teología de la liberación no es un marxismo con disfraz cristiano. Es la recuperación de un radicalismo bíblico que ha sido albergado en la tradición judeo-cristiana prácticamente desde su fundación… los teólogos de la liberación se convierten al marxismo moderno principalmente para obtener una comprensión integral de la lucha de clases contemporánea y la pobreza”.

A la vista de tan evidente equivocación -—en particular, con respecto a si era posible separar el análisis marxista de los supuestos operativos del marxismo ateo y el materialista— Novak se inconformó: “Lo que nadie aclara es el significado de ‘análisis marxista’”. Novak siguió con una lista de siete elementos de la teología de la liberación que estaban presentes en gran parte de la literatura y decididamente marxistas en tono y contenido. Estos fueron: (1) el esfuerzo de la teología de la liberación busca crear un hombre nuevo y una tierra nueva, (2) la adopción de una sensibilidad utópica, (3) la visión benigna del estado, (4) la falla de no decir nada sobre cómo se crea la riqueza, (5) la promoción de la abolición de la propiedad privada, (6) el tratamiento de la lucha de clases como un hecho y (7) la denuncia del capitalismo. En opinión de Novak, esta visión del mundo no es sólo teológica y moralmente incorrecta. Ella resultaría en Latinoamérica pagando un precio político y económico muy alto que lastimaría a los pobres.

Una propuesta ‘liberal’ y católica

Cuando él miró hacia adelante a la forma en la que América Latina debe ser transformada, Novak fue categórico: “La teología de la liberación dice que América Latina es capitalista y necesita una revolución socialista. América Latina sí necesita una revolución. Pero su sistema actual es mercantilista y casi feudal, no capitalista, y la revolución que necesita es a la vez liberal y católica”.

La plataforma que Novak recomendó para América Latina —el capitalismo democrático— se describe minuciosamente en su libro de 1982, The Spirit of Democratic Capitalism. Novak fue a gran longitud explicando que los mercados libres, entendidos como instituciones sociales espontáneas, se basaban en una subestructura moral sustantiva. La humanidad, según él, podría mejor lograr la prosperidad en un ambiente abierto, en el que las energías creativas de millones de individuos fueran liberadas desde la base. Según Novak, los mercados también inducen a participantes libres y responsables a comportarse habitualmente con integridad y fiabilidad; la cooperación económica y social, por ejemplo, está precondicionada a la confianza mutua entre nosotros.

Esta línea de pensamiento fue desplegada por Novak para las audiencias previstas de Will It Liberate? Novak enfatizó, por ejemplo, que el mercado nos libera de la pobreza, mientras que la democracia nos libera de la tiranía y la tortura. En el formato de un diálogo que él llama, jugueteando, un «catecismo», Novak estableció algunos de los sesgos de los teólogos de la liberación en contra, y su ignorancia, del capitalismo.

El capitalismo, Novak insistió, no está moralmente en quiebra ni ha sido mejorado o sustituido por el Estado de Bienestar. América Latina, Novak llegó a afirmar, todavía estaba viviendo en un «sistema tradicional pre-capitalista». Esto significaba que la economía de mercado aún no había sido probada adecuadamente en toda la región. Uno no puede, por tanto, decir que el capitalismo ha fallado de alguna manera. No hay ninguna razón, añadió Novak, por qué los mercados libres solo funcionan «en el Norte”. Los mercados libres no benefician a los ricos en detrimento de los pobres. De hecho, los privilegios indebidos ahora ofrecidos a algunos agentes económicos de América Latina no existirían en un mercado verdaderamente libre, y la corrupción disminuiría.

La objeción más dura de los teólogos de la liberación abordados por Novak era lo que ellos percibían como presunta condena del capitalismo por parte de la Iglesia Católica. ¿No era cierto, como los teólogos de la liberación sostenían, que el liberalismo económico llevó a la permisividad moral al hacer al «dinero y la riqueza la medida de todas las cosas» y la imposición de una lógica económica implacable en la vida?

A tales afirmaciones, Novak respondió: “los mercados libres no son más permisivos que Dios mismo, quien envía su lluvia por igual sobre justos e injustos”. El declive de la moral y la religiosidad en Occidente, Novak declaró, no está causalmente relacionado con los mercados libres. De hecho, agregó, «los fundamentos mismos de la grieta de la sociedad liberal» cuando las personas abandonan su fe en los principios que anteceden a «cualquier Estado u orden social» y que «residen en la naturaleza espiritual del hombre”.

Nota

La traducción del articulo The Economics of Liberation Theology publicado por el Acton Institute el 23 de julio de 2014, es de ContraPeso.info: un proveedor de ideas que explican la realidad económica, política y cultural que sostiene el valor de la libertad responsable y sus consecuencias lógicas.

Este artículo fue extraído y adaptado de Michael Novak, Freedom, and Liberation Theology, de Carroll Ríos de Rodríguez en Theologian & Philosopher of Liberty – Essays of Evaluation & Criticism in Honor of Michael Novak (Acton Institute, 2014).

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