Por Agustín Fabra para Religión en Libertad.

7 octubre 2014

PRESENTACION

Para muchas personas, influenciadas por algunos autores, después de la muerte de Eugenio Roncalli, el Papa Pío XII, quedaron convencidas de que éste fue el cómplice de Adolf Hitler, además de ser un cínico e indiferente espectador del genocidio judío durante la Segunda Guerra Mundial.

En la obra ‘El Diputado’, su autor, el alemán Rolf Hochhut retrató a Pío XII como el lado oscuro de su ser histórico, quien calló acerca del trato que se les daba a los judíos y consintió a su deportación de Italia. Hochhut, quien perteneció a las Juventudes Hitlerianas, presentó en su libro un calumnioso ataque sobre la figura de Pío XII.

¿CUAL FUE EL ORIGEN REAL DE DICHA DIFAMACION?

Recientemente, Ion Mihai Pacepa, un rumano ex espía de la KGB rusa, explicó que en febrero de 1960 Nikita Kruschev, el presidente ruso, aprobó un plan super secreto para destruir la autoridad moral del Vaticano. Y Pío XII fue escogido como el principal objetivo de la KGB porque ya había fallecido dos años antes, y debido al lema de la KGB ‘los muertos no pueden defenderse’. El nombre de esta campaña fue ‘Asiento 12’, y el propósito del plan de la agencia rusa de espionaje fue el de hacer que la gente creyera que Pío XII fue un simpatizante del régimen nazi, ya que había sido Nuncio Apostólico en Múnich y en Berlín antes de su papado.

Lo que la KGB deseaba es presentar al Papa como un antisemita que había alentado el holocausto de Hitler, y para lograrlo la KGB modificó levemente algunos documentos originales del Vaticano, y para ello le llamaron a él, a Pacepa, cuando trabajaba en el servicio de inteligencia rumano.

Los documentos que dicho espía enviaba a Moscú para que pudiera efectuar las modificaciones fueron utilizados para producir una obra en la que se atacaba al Pontífice, a la cual titularon ‘El Sustituto, una tragedia cristiana’, la cual proponía que Pío XII apoyó a Hitler y le alentó a seguir adelante con el holocausto judío.

Debido a ello mucha gente está totalmente convencida de que el Papa Pío XII fue un hombre frío y despiadado que odiaba a los judíos y que ayudó a Hitler a eliminarlos. Y Pacepa, el espía rumano, manifiesta además que Yuri Andropov, jefe de la KGB rusa e incomparable maestro del engaño, solía decir que la gente está más dispuesta a creer en la maldad que en la santidad.

Y el propio Pacepa destaca finalmente que testigos en todo el mundo prueban que Pío XII estaba en contra de Hitler y que no era su amigo, y que su obra en favor del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial se confirmó desde el inicio de esa guerra cuando el Papa, demostrando su postura anti hitleriana, escribió una encíclica al respecto, de la cual aviones de la Fuerza Aérea francesa dejaron caer 88,000 copias de la misma sobre territorio alemán.

EL PAPA ANTI HITLERIANO

El Sacerdote jesuita Pierre Blet (1028-2009) publicó en 1982 el libro titulado ‘Pío XII y la Segunda Guerra Mundial en  los Archivos Vaticanos’, en el cual se recogen testimonios del archivo secreto vaticano sobre la actividad del Papa Pío XII durante dicha guerra.

El primer capítulo, titulado ‘La diplomacia vaticana contra la guerra’ detalla todos los medios diplomáticos que la Santa Sede usó en 1939 para lograr la calma, cuando la situación en el mundo empeoraba rápidamente. Además explica las iniciativas secretas con los distintos gobiernos para lograr tal fin. En un primer momento Pío XII intentó organizar una conferencia entre Inglaterra, Francia, Italia, Alemania y Polonia. A pesar de que tal iniciativa falló, todas las potencias comprendieron el valor que podía tener la mediación del Papa en aquellos momentos tan caóticos.

En el segundo capítulo de dicho libro, Blet explica el nuevo papel que asumió la Santa Sede para limitar el conflicto y restaurar lo antes posible una paz basada en la justicia y la seguridad, tratando siempre de evitar que Italia entrara en la guerra, pese al disgusto de los fascistas italianos y de sus amenazas.

Más delante de dicho libro se analiza la situación de la Santa Sede frente a lo que en 1940 parecía el triunfo nazi, y cómo las relaciones diplomáticas se tornaban por momentos en una verdadera cruz para Pío XII, quien nunca cedió a las presiones.

El capítulo siete está dedicado a profundizar en la acción de la Iglesia frente a los perseguidos, constatando los franceses los esfuerzos realizados por el Vaticano para evitar la guerra. La Santa Sede  decidió entonces que su tarea sería la de llevar ayuda a las víctimas del conflicto, tratando así de aliviar sus sufrimientos materiales y morales. Con respecto a los judíos, las primeras tentativas del Papa y de la Santa Sede estaban encaminadas a facilitar la emigración de los hebreos a otros países, aunque no siempre se tuvo éxito por una intransigencia alemana que llevó a Holanda a deportar a religiosas católicas de raza judía a los campos de concentración nazis, como fue el caso de Santa Edith Stein, la actual patrona de Europa.

La Sede Apostólica se concentró en bloquear en la medida de lo posible dichas deportaciones, motivo por el cual el embajador alemán ante la Santa Sede dijo al Papa dijo a Pío XII que si el Vaticano no mantenía una neutralidad absoluta, las represalias de Hitler serían violentísimas.

Pero a pesar de sus amenazas, una de las primeras preocupaciones de Pío XII fueron los judíos que se encontraban en Roma. Antes de que las deportaciones comenzaran, el Santo Padre había levantado las disposiciones canónicas a los conventos de clausura, lugar donde se refugiaron millares de judíos, así como en Iglesias y conventos. Las enérgicas intervenciones del Papa a favor de los judíos de Roma dieron buenos resultados y los alemanes decidieron salir de aquella ciudad sin convertirla en campo de batalla. Poco después las tropas americanas ocupaban la ciudad.

Los archivos de la OSS americana, conocida actualmente como CIA, revelan sistemáticos esfuerzos alemanes para silenciar a los jesuitas del sur de Alemania. Un provincial jesuita reveló que el gobierno nazi le había exigido una lita de todos los sacerdotes jesuitas a su cargo, de manera que pudieran ser capturados y enviados a campos de concentración, a cuya demanda el provincial de la Orden se rehusó, por lo que fue hecho prisionero. Pero ello le ayudó a proporcionar al Vaticano una detallada descripción de la situación en los campos de concentración nazis. Ello llevó al Papa Pío XII a convertirse en el primer líder mundial en intentar detener la persecución alemana contra los judíos.

El libro concluye comentando las palabras de De Gaulle, el presidente francés, quien dijo en junio de 1944: ‘Pío XII juzgaba cada cosa desde un punto de vista que trasciende a los hombres, sus sucesos y sus conflictos. Esta visión hará siempre ardua la tarea de comprender a fondo la política y la personalidad de este Papa’.

CONCLUSION

Pío XII fue un hombre bueno y santo, un heróico defensor y protector de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. La evidencia sobre esta verdad es masiva, los testimonios son muchos y los hechos no pueden cambiarse. Todos los esfuerzos por demostrar lo contrario han sido concluyentemente refutados. La cuestión no es si Pío XII actuó heroicamente y fue un instrumento para salvar a cientos de miles de judíos de la exterminación nazi, ni si las difamaciones y calumnias contra este hombre santo pueden ser refutadas. La cuestión que debe examinarse es el por qué este buen hombre está siendo difamado. ¿Quiénes son aquellos que se dedican a mancillar la reputación de Pío XII y cuál es su objetivo fundamental?

El historiador judío Michael Tagliacozzo, director del Centro de estudios sobre la Shoah y la Resistencia, dijo: ‘Sé que muchos han criticado al Papa Pío XII, pero el Papa Pacelli fue el único que intervino para impedir la deportación de los judíos e hizo muchísimo por esconder y salvar a miles de nosotros. Sin él muchos de los nuestros no hubieran seguido con vida’.

Y Paolo Mieli, ex corresponsal de ‘La Stampa’, ex director de ‘Corriere de la Sera’ y actualmente director de “RCS”, la mayor editorial de Italia, y quien su familia judía tuvo  que pagar un doloroso precio de sangre en campos de concentración, dijo lo siguiente: ‘Ese Papa y la Iglesia Católica, que tanto dependía de él, hicieron muchísimo por los judíos. Se calcula que alrededor de 850,000 judíos fueron salvados por la Iglesia y por ese Pontífice. Cuando se recuerda a las personas que hicieron algo para salvar físicamente a los judíos, todos deberíamos enorgullecernos de lo que hizo la Iglesia de Pío XII’.

Continuó diciendo Mieli acerca de Pío XII: ‘Considero que es muy poco valiente ponerle sobre las espaldas responsabilidades que no eran suyas. Se le ha tratado casi como si hubiera estado junto a Hitler; como si fuera el único ser en el mundo que tuvo responsabilidades en el Holocausto. Creo y repito que esto es algo monstruoso y aberrante, algo que tendrá que acabar’.

Salvar a cerca de un millón de judíos fue sólo uno de los logros personales y pontificales de Pío XII. Sin embargo, después de su muerte las quejas acerca de su defensa del depósito de la fe contra tendencias modernistas se hizo más audible y Pío XII ha sido víctima del vilipendio, la difamación y la increíble e insaciable difamación; algo totalmente injusto para él y su pontificado durante la Segunda Guerra Mundial.