Por Manuel Alvarado Ledesma
Fuente: La Nación
15 de mayo 2024

Friedrich von Hayek, destacado pensador de la Escuela Austríaca de Economía, rechaza la justicia social, uno de los conceptos más frecuentes en la teología católica. Un estudio pausado sobre su obra muestra que Hayek no presenta un argumento contra la justicia social per se, sino que lo hace contra el intento de erigirla como valor supremo, y de subordinar los valores sociales a esta. Al asociar la ausencia de justicia social con una sociedad de hombres libres y, por el contrario, la intervención redistributiva con una economía centralizada, presenta una simplificación conducente a malinterpretaciones.

Pese a su furibundo ataque al concepto de justicia social, Hayek no se opone a la asistencia social y, aunque resulte sorprendente, se acerca mucho al pensamiento de la Iglesia. Dice Hayek: “No existe razón alguna para que el Estado no asista a los individuos cuando tratan de precaverse de aquellos azares comunes de la vida contra los cuales, por su incertidumbre, pocas personas están en condiciones de hacerlo por sí mismas”. Es sorprendente la similitud de esta aseveración con la de Juan Pablo II: “Resulta obvia la necesidad de una organización asistencial, en interés incluso de aquellas personas que han de ser protegidas contra los actos de desesperación de quienes carecen de lo indispensable.” La propuesta de asistencia social viene desde los clásicos con Adam Smith. No es algo nuevo.

El presidente Milei, siguiendo a Hayek, rechaza el concepto de justicia social pues, presuntamente, este abre las puertas al comunismo. Juan Pablo II define el comunismo como un sistema contrario al desarrollo verdadero del hombre. Sostiene que el socialismo es perverso porque cancela las libertades, que lleva a un “error antropológico” dado que, al suprimir la individualidad y someterla a la colectividad, no comprende la naturaleza humana. El pontífice tampoco comulga con el llamado estado benefactor, por cuanto inhibe la iniciativa y la creatividad humana, al funcionar de manera paternalista.

Al preguntarse si el capitalismo es el mejor sistema, el papa afirmaba: “Si por ‘capitalismo’ se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva”.

Hayek observa que dicho concepto está intrínsecamente asociado con las nociones de distribución de recursos y de sociedad (como concepto homogéneo). Para él, entonces, las discusiones sobre la justicia social versan sobre la forma de distribución de la riqueza, los medios de obtenerla y la naturaleza de las relaciones de la sociedad frente a los individuos. Sin embargo, la justicia social se refiere a la promoción de la dignidad de la persona humana. Y al hacerlo, se centra en la justicia del mérito, a consecuencia del esfuerzo y de la inversión.

Hayek y la Iglesia coinciden en el rechazo al socialismo. Para ambos, este conduce a la muerte de la libertad individual. La Iglesia no propone un modelo a seguir. Su concepto de justicia social llama a reflexionar sobre el problema de la equidad frente a cada decisión que se debe afrontar. No se trata de una cuestión de intervención estatal.

*Economista; consejero académico de Libertad y Progreso