Por Samuel Gregg
Al igual que sucede con la idea de “justicia social”, la expresión “opción preferencial por los pobres” es parte del lexicon católico. Algunos utilizan el frase para insistir en la aplicación de políticas económicas de corte intervencionista. El Magisterio Social de la Iglesia católica, sin embargo, conduce a conclusiones más matizadas –tanto a nivel económico como teológico.
La expresión «opción por los pobres» cobró fuerza en el pensamiento católico hacia finales de la década del ‘60 y durante los ‘70. El término sirvió de inspiración para varias formas de teología de la liberación durante esa época, pero afirmaciones de este tipo tienden a restar importancia al hecho de que la Iglesia siempre ha mantenido una especial predilección por los pobres.
Los profetas del Antiguo Testamento se expresaron con rotundidad contra la opresión de los pobres, por no mencionar las palabras de Cristo, donde Él mismo enseña que se le puede reconocer entre los pobres y los que sufren persecución. Más aún, el amor por los pobres y los marginados se puso en práctica desde los mismos inicios de la Iglesia. En tiempos del Imperio Romano, por ejemplo, los paganos –griegos y romanos– quedaban asombrados ante el afán que manifestaban los católicos por ayudar a los enfermos y discapacitados, los ancianos y los abandonados, independientemente de que estos fueran cristianos o no.
La comprensión católica de la pobreza, sin embargo, no comete el error de imaginar que la pobreza se reduce al problema de la privación de bienes materiales. Durante los años ‘80, en medio de la más aguda crítica a la Iglesia hecha por la teología de la liberación, bajo influencia del marxismo, la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) recordó a los católicos que la pobreza tiene un significado bastante más amplio en el contexto de la fe, el pensamiento y la praxis cristianas.
Desde el punto de vista cristiano, todas las personas son pobres en la medida en que todos nosotros somos muy poca cosa frente a la justicia y la misericordia del rostro de Dios. ¿Por qué si no fue necesario que Cristo viniera al mundo para salvarnos de nuestro pecado y de nuestros defectos? De hecho, la asunción cristiana de la pobreza implica que los hombres se ejerciten en el desapego de los bienes materiales: “La pobreza que Jesús declaró bienaventurada es aquella hecha a base de desprendimiento, de confianza en Dios, de sobriedad y disposición a compartir con otros” (Libertatis Conscientia, nº 66).
¿Qué significa en la práctica vivir la opción por los pobres? Significa que debemos comprometernos en obras de caridad – a través de actividades que frecuentemente abordan dimensiones específicas de la pobreza de una manera que ningún programa gubernamental puede hacer. Esto significa dar nuestro tiempo, nuestra energía, nuestro capital humano y monetario en formas que lleven la luz de Cristo a algunos de los lugares más oscuros del planeta.
Sin embargo, esto no significa que los católicos están obligados a dar algo a todo, o incluso que deban desprenderse de todo lo que poseen. Como afirma Fr. James Schall SJ: “si tomáramos toda la riqueza del mundo y simplemente la distribuyéramos, ¿qué sucedería? Esta riqueza desaparecería pronto y todos seríamos pobres”. Dicho de otra manera, vivir la opción por los pobres bien puede implicar que aquellos que tienen un talento para crear riqueza hagan precisamente eso.
La opción por los pobres tampoco excluye de raíz toda forma de asistencia gubernamental para los que lo necesitan. Sin embargo, sacar a las personas de la pobreza – no solamente de la pobreza material sino también de la pobreza moral y espiritual– no necesariamente significa que la acción más efectiva sea la de implementar un nuevo programa de asistencia social. No existe razón para pensar que la opción preferencial por los pobres deba suponer una opción preferencial por gobiernos de gran tamaño. Generalmente, ser un emprendedor e iniciar un negocio que genere puestos de trabajo, salarios y oportunidades en ámbitos donde no los había hasta ese momento puede ser una obra de amor más grande (y, al mismo tiempo, económicamente mucho más efectiva) que la implementación de una nueva iniciativa de ayuda gubernamental.
La comprensión católica de la opción por los pobres también supone el reconocimiento de que aquellos que sufren de privaciones materiales son seres humanos revestidos de inteligencia y voluntad. Por lo tanto, igual que todo el mundo, ellos también son capaces de comprometerse en distintas formas de desarrollo humano integral. Algunas veces, los programas asistenciales o la puesta en práctica de una nueva medida reguladora no es el mejor modo de ayudar a los menos favorecidos –especialmente cuando esas medidas impiden o desalientan a las personas a seguir su propia iniciativa o a querer trabajar.
Por ello, a pesar de que a menudo no lo veamos de esta manera, la desregulación constituye una vía concreta en favor de los pobres. Vivir de cara a aquellos que padecen necesidades se puede manifestar, por ejemplo, en trabajar para remover las trabas arancelarias que bloquean e impiden el acceso de los pobres y menos favorecidos al mercado global, o que alientan a que las personas en los Estados Unidos sigan trabajando en industrias que están dejando de ser competitivas en una economía global. Trabajar a favor de los pobres puede implicar también que el proceso de crear una empresa se pueda hacer en menos tiempo, u ofrecer un sistema más transparente y menos costoso, a nivel burocrático, para que las personas puedan migrar a los países donde hayan más oportunidades de progreso.
Existen muchas maneras de vivir la opción por los pobres, independientemente de cuál sea nuestra vocación en la vida. Con algo de la creatividad que es tan necesaria para el éxito de una empresa, los católicos pueden de hecho llevar libertad a muchos de los que se encuentran oprimidos por la pobreza.
Nota: La traducción del artículo original “Business and the option for the poor”, publicado por Legatus Magazine, el 1 de febrero de 2014 es de Mario Šilar del Instituto Acton Argentina/Centro Diego de Covarrubias para el Acton Institute.
Deja tu comentario