Por Roberto Estévez
Este año se realizó en la ciudad de Colón un congreso de los terraplanistas.
Personas fueron convocadas, asistieron, se reunieron, debatieron y hablaron profusamente con la prensa sobre el engaño de hacer creer al mundo que la tierra es redonda y otros engaños semejantes.
El terraplanismo es un mito modesto que aunque moviliza, le falta mucho para conseguir el poder de movilización que tuvo el mito del dorado, el mito del matriarcado, el mito de la raza, o el de la dictadura del proletariado.
De mitos somos
Durante la Modernidad, nuestra civilización euroamericana también fue creyendo sus mitos: La racionalidad y la ciencia capaces de un comienzo absoluto, sin raíces y con una historia plana donde el presente era suficiente para entender un pasado distante.
Fue el carácter de la época y se convirtió en la historia oficial de la Ilustración con Cristóbal Cellarius (1638 – 1707), quien introdujo nuevamente la división de la Historia en tres Edades, llamándolas Antigua, Media y Moderna[1].
Giambattista Vico (1668 – 1774), contradice esos supuestos racionalistas de una historia lineal y ascendente que reiteraban la periodización histórica en tres fases gnósticas de Joaquín de Fiore (1135 – 12002) luego seguida por Hegel, Comte, Marx, Hitler, Toffler, etc.
Para la ilustración la civilización comienza por el tránsito del mito al logos; se alcanza la civilización cuando se desecha el mito. Pero siguiendo a Vico, podríamos afirmar que la vida humana, la sociedad y la civilización siempre necesitarán de mitos, aunque sean los mitos de la ciencia y del progreso de la Modernidad, o los mitos y contramitos de la Actualidad.
Porque es preferible creer en mitos sabiendo que son mitos, a creer en ellos pensando que son verdades, porque cuando finalmente se descubre que no lo son sobreviene el escepticismo, el desengaño y la parálisis mental que caracteriza, a nuestro epílogo de la Modernidad (prólogo de la Actualidad), con el desencanto de la razón, de cualquier orden y de los fines.
Siempre han existido y siempre existirán mitos; podemos distinguir entre ellos, lo que sirven para el conocimiento de la realidad[2] y los que sirven para su transformación. En la modernidad, los mitos han servido al nivel volitivo, para mover a la acción[3].
¿Progreso medieval y regresión moderna?
Registros claros sobre la existencia de mujeres con poder social evidente, como Lidia de Tiatira, que ofrece su casa a san Pablo y sus compañeros, demostrando el control y la propiedad de una casa, sin necesitar ningún consentimiento “patriarcal”, no pueden ser obviados. En su condición de negociante viajaba para atender sus negocios, por lo que contaba con una vasta trama de relaciones que puso al servicio de Pablo. Era económicamente independiente y cabeza de familia, por lo que, cuando se convirtió al cristianismo, toda su familia se bautizó con ella, lo que constituye otro indicio de autoridad.
La Casa de Lidia incluiría no sólo los miembros de su familia de sangre, sino también esclavos domésticos y los empleados en su “fábrica” de textiles púrpura. La influencia de Lidia se extendía, además, a toda la red de clientes y amigos por lo que se sabe que ocupó un lugar prominente en la organización de esa primera comunidad en Europa.
Contrariamente al camino de las otras dos civilizaciones imperantes (India y China), en Europa los progresos de la libre elección del cónyuge acompañan la difusión del cristianismo[4] . Entre el siglo V y X, la Iglesia desarrolla los límites a la anulación del matrimonio y prohíbe el repudio, costumbre antigua legislada por el derecho romana y de práctica germánica.
Leonor de Aquitania (1122 – 1204), duquesa, condesa y reina consorte de Francia y de Inglaterra, fue una mujer tan independiente que se divorció de un rey, para luego casarse con otro, al que también desafió. Tuvo si diez hijos, entre los cuales están Ricardo Corazón de León y Juan Sin Tierra, y siguió arbitrando la política casi hasta el fin de sus días como su nieta Blanca de Castilla.
Tanto héroes como heroínas mitológicas, bíblicas o del santoral son representados en los frescos, como los del Castillo de Manta del siglo XII[5], donde los Nueve Héroes son representados junto a las Nueve Heroínas, grupo que , según sea la tradición que se siga, está formado por integrantes diferentes[6].
Régine Pernoud (1909-1998), demostró el lugar privilegiado de la mujer en la Edad Media, asunto al que dedicó varios libros, entre ellos Para Acabar con la Edad Media, Mujer en el tiempo de las catedrales y Leonor de Aquitania. La autora explica el inicio del descenso de importancia social de la mujer desde el siglo XIII con relación directa al ascenso del pensamiento de los legistas, juristas que promovía el retorno del derecho romano (centralista, más uniformado y mucho más restrictivo con las mujeres) en contra del derecho feudal (que copiaba más la diversidad social y era relativamente más favorable a la mujer).
Antes del triunfo de las ideas sociales de los legistas, Catalina Benincasa, conocida como Catalina de Siena op (1347 – 1380) cumple múltiples embajadas de Florencia y en una de ellas, en 1377, saca al papa, que se había vuelto casi un vasallo del rey de Francia, de Avignon para que vuelva a vivir en Roma.
Isabel de Castilla (1451 – 1504) se autoproclamó reina de Castilla a los 23 años (en ausencia de su esposo) y ninguno de los poderosos guerreros defensores de sus fueros particulares, la cuestionó por ser mujer. Basta recorrer el palacio de La Alhambra, para encontrar por todas partes el lema “tanto monta, monta tanto” (Isabel como Fernando) que se refiere a la paridad entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.
Si nos remontamos a los finales de la Edad Media[7] vemos que el cuerpo humano de ambos sexos desnudo se representa con frecuencia y naturalidad, como lo hace Jheronimus Bosch (1450 – 1516), que será reemplazada durante la ilustración por “el amor galante” de cuerpos perfectamente cubiertos, como en la Peregrinación a la isla de Citera (en francés, Pèlerinage à l’île de Cythère), del pintor francés Jean-Antoine Watteau.
El amor galante fue expresión de un estilo de vida hedonista, enemigo tanto de la soledad como de la castidad. Dónde el ascenso del individuo burgués distinguía a todo y a todas en términos de propiedad. La gratuidad ha sido expulsada de la vida civil (civilizada).
La obra de los legistas, fue poniendo su conocimiento del derecho romano al servicio de la monarquía en su lucha contra el feudalismo; y al finalizar la Edad Media, la Modernidad había vuelto al derecho patriarcal romano por el cual una mujer llega a la sucesión al trono solo en casos muy excepcionales; el diálogo sobre la sexualidad se terminó acallando por la presión social y expresándose a duras penas en el lenguaje de las flores, para dar lugar a una época de mojigatería puritana, donde la mujer fue reservada al interior del hogar, realizando labores de señoritas, y reducida a la función de tener hijos, y en el mejor de los casos asistencia social. Forma en que nos presenta la cinematografía a reinas que en su tiempo fueron soldados ¿Cómo fue esto posible?
El mito puritano del matriarcado
Elizabeth I, a menudo referida como la Reina Virgen, Gloriana o la Buena Reina fue reina de Inglaterra e Irlanda desde 1558 hasta su muerte en 1603. Hija de Enrique VIII y Ana Bolena, que sería ejecutada cuando ella tenía tres años, fue declarada hija ilegítima. Sin embargo, tras la muerte de sus hermanos Eduardo VI y María I, Isabel asumió el trono.
El reino estaba profundamente dividido por la creación de su padre de una iglesia nacional de Inglaterra (Anglicana), y la subsistencia de un catolicismo romano con el peso de grandes hombres, referentes del humanismo renacentista, como el canciller Tomás Moro, que habían sido ejecutados por su padre. En su debilidad necesitaba diferenciar las aguas y no podía hacerlo por la doctrina y la liturgia que seguían siendo prácticamente iguales.
Enseguida promulgó entonces el Acta de Uniformidad (1559), que restauró el Acta de Supremacía y autorizó el Libro de Oración Común (1549). Este último había sido publicado por Thomas Cranmer, daba al pueblo su primera liturgia en inglés, e introducía la impronta calvinista en la idea moral de la Iglesia de Inglaterra. Así quedaban enfrentados dos modelos femeninos, cuando la Reina Virgen se alzaba frente a la Gran Prostituta que pasaría a ser la Iglesia Papista Romana.
Desde la muerte de Elizabeth I (1603) siguen las fuerzas para que la Iglesia de Inglaterra fuera «completamente puritana» en la liturgia y en la administración. Esto no se concreta, pero va progresivamente desarrollándose más intensamente en la vida práctica de la burguesía y la gente común, con quienes conecta el interregno de Oliver Cromwell, quien había abolido la Navidad por ser demasiado proclive a los placeres (1653).
Los reinados de Jorge I, Jorge II, Jorge III y Jorge IV, extendiéndose desde 1714 a 1830, marcan un período de dualidad moral, donde existe una rigurosa etiqueta para el baño en el mar, a la par que subsiste la costumbre inmemorial de bañarse desnudos, y la literatura erótica se encuentra no solo en cartas, sino también en novelas.
Es la llegada de la gran Madre Victoria (1837 – 1901) la que todo lo purifica y cristaliza el mito del Matriarcado[8].
La reina madre encarna el ideal de la mujer, recluida en el objetivo de casarse, tener hijos y ser la que reina, aunque no gobierne, su hogar.
Victoria se casó con su primo, el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha en 1840, y accedió al trono a los dieciocho años. Sus nueve hijos y veintiséis de sus cuarenta y dos nietos se casaron con otros miembros de la realeza, uniendo a la nobleza europea entre sí, convirtiéndola a Victoria en la “abuela de Europa”.
Una Europa esencialmente agraria y rural se va transformando, por la industrialización británica y la extensión de los ferrocarriles, en una Europa urbana. Las relaciones humanas marcadas por los ritmos de la naturaleza, la proximidad y las casas abiertas, se transforman a los ritmos fabriles, el hacinamiento y el repliegue a lo privado.
Los barcos de la Marina Real Británica patrullaban los mares del mundo, las élites locales profundizaban la alianza de sangre con el Impero (María Josepha Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velasco y Trillo, pasará a la historia como Mariquita Sánchez de Thompson), y la educación británica se extenderá a través de las escuelas fundadas por clérigos, o por comunidades de comerciantes e ingenieros de ferrocarriles en “ultramar”.
Esas escuelas, estaban modeladas según las necesidades de puntualidad, disciplina, esfuerzo y orden, de la revolución industrial británica. La estética victoriana expresaba al modo Moderno la mujer romana, cuyo rol más importante era “mantener encendida la llama del hogar”, la inviolabilidad de lo privado, la continuidad del linaje familiar.
Es significativo que en Londres, el museo de artes decorativas del Hogar, Museo Nacional de Arte y Diseño, se llame Museo Victoria and Albert.
Meterse en las sabanas
En 1870, la Asociación de Periodistas Puritanos de Córdoba (APPC) señalaba a Sarmiento, dos años después que llegara a la Presidencia de la República, por haber convivido sucesivamente con dos mujeres de las que nacieron sus dos hijos. Y que luego de casarse con una de ellas mantuvo relaciones extramatrimoniales con la hija y secretaria de Dalmacio Velez Sarfield, autor del código civil argentino.
Sarmiento responde llamándolos “puritanos católicos” y diciendo: «¿Qué pasa con mis obras literarias, por qué no fijarse en mis obras de gobierno: el banco Nacional, la Escuela naval y la Academia de Ciencias de Córdoba? Contra los carroñeros y los idiotas no se puede ser complaciente. La historia no lo será. Ella los juzgará, porque mis desdenes amorosos son como arena entre manos. Lo que perdura es Facundo, Recuerdos de Provincia, mis críticas a Rosas. Seguramente se meten en mis sábanas porque es la forma más eficaz de destruir la honra de un hombre. Son conspiradores, mercenarios de la pluma, que venden sus textos al buen postor«[9].
Meterse en las sábanas de otros, “es la forma más eficaz de destruir la honra de un hombre”, mujer o varón, porque hay un sustrato cultural que así lo habilita. Ese sustrato cultural destruyó la vida de Oscar Wilde y perdura cada vez que se recuerda más a John F. Kennedy por la infidelidad matrimonial y no por haber salvado al mundo en dos oportunidades del holocausto nuclear, la primera en la crisis de Berlín de 1961, y la segunda en la crisis de los misiles cubanos de 1962[10].
Betina Clara Riva[11] ha demostrado que en los delitos contra las personas, en el apartado de la honestidad, que reunía los delitos de violación, estupro y abusos, se mantiene una explícita continuidad en la idea de subordinación de los intereses sociales que pudieran entrar en conflicto con la protección de los intereses familiares.
La autora plantea la posibilidad de una continuidad del concepto romano de la “injuria”, la cual, en una de sus acepciones expresa que los delitos cometidos contra una mujer o un menor son, en verdad, contra el hombre (en tanto pater familiae) que los tuviere a su cargo, explicando entonces por qué este sería el único habilitado para reclamar compensación. Al mismo tiempo, se considera que pudiera existir un mayor daño social para la víctima, en el conocimiento del hecho antes que en el silencio de lo acontecido.
En este sentido, es claro que la no denuncia, con la consecuente no condena del agresor, significaba una “palabra no dicha” en la víctima, que como un agujero negro podría llegar a absorber su existencia, e incluso transmitirse a los herederos, dentro de la cerrazón del hogar matriarcal.
Peor era todavía la situación si la víctima era un varón, como lo demuestra inexistencia de algunos tipos penales respecto del varón, la ausencia total de denuncias respecto de víctimas adultos y la casi inexistencia respecto de víctimas menores durante la totalidad del período estudiado por Ribas.
El Matriarcado, puritano victoriano, ha configurado un ideal de sociedad, la marina y los ferrocarriles lo extienden a los lugares más recónditos del mundo. Al pueblo con los manuales de señoritas y a las élites con la educación británica.
En el mismo movimiento expansivo, la Modernidad cientificista extiende un pensamiento machista de varones como Charles Darwin, y la regresión legal a Roma que había empezado por la función pública, continua avanzando sobre la esfera privada. Así la mujer se vuelve el ornato y alhajamiento de la casa, queda del su rol público, privada de la potestad sobre los hijos y la disposición sobre sus bienes, de la que había gozado desde la caída de Roma.
Incluso a nivel eclesiástico a partir del siglo XVI, lo que sucedía en la sociedad civil va siendo adaptado y adoptado por la Iglesia latina, frente a la consolidación de una ideología clerical transversal a diversas confesiones cristianas, que admira las costumbres puritanas.
La operación ideológica de declarar el propio tiempo como comienzo absoluto[12], como edad de las luces y de la iluminación final del género humano por la ciencia[13], nos dejaría el Matriarcado victoriano como llave maestra para interpretar la historia entera de todas las distintas civilizaciones humanas.
Lo que fue dominante en la Inglaterra victoriana tiñe muchas miradas sobre toda la historia de nuestra civilización euroamericana, del Islam[14] , que se desprendió de ella[15] en el proceso, así como los desarrollos autónomos de las otras civilizacione triunfantes, como India y China.
Hipocresía de película
Ya Marx, Nietzsche y Freud eran testigos de la insuficiencia de la Modernidad, y la Belle Epoque su fiesta de despedida.
Durante toda la primera mitad del siglo XX se va exteriorizando la reacción contra el mito victoriano de El Matriarcado. Federico García Lorca estrena en 1934, Yerma, donde la casada marchita está encerrada entre el mandato social de la maternidad como única misión femenina, un matrimonio sin amor con un hombre que no logra ni quiere darle hijos, y su imposibilidad de encontrar alguna alternativa. Nada le sirve y la amargura se apodera de su alma.
Luego del shock de la guerra civil europea conocida como primera guerra mundial, crece en el cine una valiosa reacción contra la idealización del progreso, el cientificismo, el imperialismo y el capitalismo. Títulos de 1940, como “El gran dictador” de Charles Chaplin, o “El aprendiz de mago” de Walt Disney son suficientemente representativos de esta reacción.
Posteriormente a la segunda guerra mundial el encuentro con la desnudez y la ambigüedad de lo humano es mucho más intenso y la reacción frente al puritanismo victoriano fue creciendo hasta dominar la industria cinematográfica euroamericana de los sesenta y setenta.
Desde la renovación del marxismo, que ya estaba manifestando su insuficiencia explicativa, se gesta la idea del intelectual, que escapa a la conciencia de clase, las funciones ideológicas de los medios de comunicación, del arte, del consumo, de las diversas formas y vías de la alienación, que sin embargo, a la moda del tiempo va construyendo una masa cultural y una cultura de masas fuertemente machista, hasta el reciente grito de “#MeToo”, basta ver cine de época para comprenderlo.
Esta miopía, de las industrias culturales en general y, de la cinematográfica en particular agregó un determinismo psicológico que redujo la idea de la libertad a la expresión de un inconsciente individual o colectivo; donde todas las personas, mujeres y varones somos víctimas del instinto fundamental erótico o como un simple mecanismo de respuesta a estímulos, carente de libertad[16]. Esta mirada negadora de la responsabilidad, sirvió entre nosotros como una justificación que reforzaba el machismo latinoamericano y cultivaba la aceptación del modelo del depredador sexual como modelo masculino.
El amor comienza a expresarse a la manera romántica, aunque en la versión kitsch hollywoodiense, con su deseo de aparentar ser, controlado y planeado por las necesidades del mercado, servido a un pueblo pasivo que lo acepta; y el sexo termina por ser entendido al estilo de la saga de American Pie, joven televisivo, tuppersex[17] o pornografía.
Con la excusa de la supuesta liberación de tabúes, la industria cinematográfica justificó los encuadres sexistas de la mujer, la selección de la realidad femenina que quiere mostrar en la industria de superficie, y los contenidos fuertemente degradante de la mujer, individualmente y “en manada”, de la industria cinematográfica underground.
Entre tanto, muchos sectores intelectuales autodenominados progresistas, al ritmo de la industria y los comentaristas en la prensa, toleraron abusos e incluso los alabaron. En este sentido es paradigmático el estreno de “El último tango en París”, comparado con el arte del “estreno de La consagración de la primavera de Igor Stravinski en 1913”, y la afirmación que “Bertolucci y Brando han alterado la faz de este arte”[18], en referencia a la violación real de María Schneider en la película[19].
Luego de los escándalos en Hollywood referidos a la conducta personal de Harvey Weinstein, Roman Polanski, Woody Allen, y otros líderes de su industria cinematográfica, es bueno reflexionar, hasta qué punto sus conductas individuales influyen conformando la mirada Actual sobre la sexualidad humana, muy particularmente de la cosificación de la mujer.
Harvey Weinstein ha sido la segunda persona más mencionada en los discursos de aceptación de los Premios Óscar —entre los años 1993 y 2016— después de Steven Spielberg (con 43 menciones), compartiendo la misma cantidad de menciones y agradecimientos (34) que Dios.
La masa cultural de la industria audiovisual impulsó una psicología popular donde “No” era inhibición, represión, prejuicio, mojigatería… Cameron Díaz recordó cuando luego de audicionar para la película Loco por Mary (popular comedia de 1998, que luego protagonizará), ante Peter Farrelly y su hermano, opinó ante la prensa: «Cuando un director te muestra su pene la primera vez que lo conoces, tienes que reconocer su genio creativo«[20]
María Schneider tenía 19 años y Marlon Brando caminaba a los cincuenta, pero en su justificación de romper “tabúes psicológicos” la industria avanzó también indiscriminadamente en la relación entre adultos y menores de edad, en un arco que va desde los antecedentes under de Amor, estranho amor (1982) de Xuxa, con pedofilia e incesto incluido, hasta películas como Manhattan (1979), nominada a dos Premios Óscar, donde un escritor de chistes, protagonizado por Woody Allen, mantiene una relación con una joven menor de edad, protagonizada por Mariel Hemingway, que era de hecho menor de edad. La película, reproducía la relación que él director había iniciado tres años antes con una joven de 16 años (la luego modelo Babi Christina Engeldhardt).
La industria cultural registró el valor comercial de la Revolución sexual de los sesenta y la Revolución de mayo del 68[21], acogiendo la minoridad de edad como una barrera a la que también le correspondía la consigna de prohibido prohibir.
La valiosa reacción Actual contra ese machismo, movilizada a través del mito de “El patriarcado”, no ve con facilidad la relación de las conductas que condena con la visión psicologista anterior, la responsabilidad de los intelectuales progresistas y su extensión global a sectores populares a través de la masa cultural y sus temáticas. Con lo cual, actúa como una suerte de autoamnistía, no en las actrices y actores víctimas de los depredadores, pero sí en directores, productoras, y en quienes tuvieron la mirada comercial del arte en general.
Frente a una ciudadanía trabajada por más de un siglo de psicologismo pseudocientífico y falocéntrico, donde el no, no era no; sino que poner límite era la exteriorización de la propia represión, se producen reacciones que proponen nuevos estereotipos de la sexualidad desde la idea de gender[22], ideología parcial con ánimo de explicar, deconstruir y construir la totalidad social.
La sexualidad humana es una manifestación propia de las fragilidades, contingencias y temporalidades del hombre; la experiencia unitiva entre la mujer y el varón puede acercar el instante a la experiencia de la eternidad, donde todas las diferencias se funden. De modo que quien quiere hacer desaparecer la sexualidad en el tiempo, lo que de algún modo desea es abrir la eternidad en el tiempo, que es la utopía gnóstica más frecuente en la historia de la civilización euroamericana (edad del espíritu, milenarismo, anabaptismo, nuevo orden, tercera edad, tercer reino, nueva era).
El mito del andrógino como conocimiento
En nuestro contexto de civilización, visto en perspectiva histórica, el mito del Patriarcado con el que hoy se moviliza, no tiene capacidad explicativa. Tanto la historia de Esparta, las leyendas de las Amazonas, la diversidad de protagonistas bíblicas en Israel, como en la posterior tradición cristiana, rebaten el tardío intento de ideas claras y uniformes sobre El Patriarcado en la historia euroamericana y más para la historia de la humanidad, conservando si su significación como el contramito del puritanismo victoriano de El Matriarcado de fines de la Modernidad.
En la Actualidad de los países euroamericanos, donde la tradición judeocristiana sigue subyacente, se han desplegado tres modelos de desarrollo, el de Europa del Norte, el anglosajón y el del Mediterráneo[23], en ninguno de ellos, a pesar de los residuos machistas, existen prácticamente leyes patriarcales: a igual remuneración, igual salario; las mujeres disponen libremente de sus bienes; la patria potestad es compartida y los hijos pueden ser inscriptos indistintamente con el apellido de la madre o del padre, etcétera[24].
A diferencia de los otros contextos globales de civilización, el feminismo es intenso y puede ser radical en Euroamérica, porque los derechos de la mujer ya habían sido conquistados. No por luchas colectivas, sino por una progresiva toma de conciencia tanto de mujeres como de varones, que acompaña la disolución de la Modernidad desde fines del siglo XIX hasta el comienzo de la segunda mitad del siglo XX. Vale como testimonio la cita de Simone de Beauvoir en “El segundo sexo”: «Al feminismo revolucionario, al llamado feminismo independiente de madame Brunschwig, se adjunta un feminismo cristiano: Benedicto XV se pronuncia en favor del voto femenino, en 1919;monseñor Baudrillart (futuro cardenal Alfred-Henri-Marie Baudrillart) y el padre Sertillanges (teólogo dominico de influencia) desarrollan una ardiente propaganda en este sentido… En el Senado, muchos católicos, el grupo de Unión Republicana y, por otro lado, los partidos de extrema izquierda, son favorables al voto de las mujeres; pero la mayoría de la asamblea está en contra«.
Aunque continúa entre nosotros el psicologismo de las elites intelectuales del continente[25], que justifica el machismo latinoamericano, a pesar de que sus lecturas de los mitos de la antigüedad (como Edipo) han sido contradichas por la neuropsicología.
El mito de El Patriarcado actúa como contramito del mito movilizador de El Matriarcado victoriano, pero en su perspectiva propositiva, transformadora, abreva en el mito de conocimiento (o explicativo) del Andrógino.
En el diálogo “El Banquete”, Platón (siglo IV a. C) hace decir a Aristófanes: «En otro tiempo la naturaleza humana era muy diferente de lo que es hoy. Primero había tres clases de hombres: los dos sexos que hoy existen, y uno tercero compuesto de estos dos, el cual ha desaparecido conservándose sólo el nombre. Este animal formaba una especie particular, y se llamaba andrógino, porque reunía el sexo masculino y el femenino; pero ya no existe y su nombre está en descrédito”
En el mito griego esos hombres duales, mujer y varón, mujer y mujer, varón y varón atentaron contra el Olimpo y los dioses, no queriendo fulminarlos como a los gigantes, los dividieron en dos, de modo que “cada mitad hacía esfuerzos para encontrar la otra mitad de que había sido separada; y cuando se encontraban ambas, se abrazaban y se unían, llevadas del deseo de entrar en su antigua unidad, con un ardor tal, que abrazadas perecen de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una sin la otra (…) y de esta manera la raza iba extinguiéndose”. Por lo cual los dioses temiendo que no quedará quien les rinda culto, modifican su obra para que Andros y Ginos puedan ser fecundos, y prolongar la especie, con el valor que ello tiene para el culto.
Subsisten por otra parte, Andros y Ginos que “lo que prefieren es pasar la vida los unos con los otros en el celibato. El único objeto de los hombres de este carácter, amen o sean amados, es reunirse a quienes se les asemeja”[26].
El mito del andrógino como transformación
En la Actualidad, lo valores incontrastables son la libertad y la ciencia, ambos tienen por detrás el desarrollo cultural de más de cinco siglos, donde la libertad se fue moldeando a un individualismo radical y la ciencia en una fe. Hoy cualquier ideología que muestre una ampliación del área de libertad del individuo y se auto respalde por afirmaciones que puedan ser consideradas científicas es incontrastable.
Sin embargo, no deberíamos olvidar que en la geopolítica, el racismo[27], y el marxismo fueron considerados pura y simplemente ciencia. «Los científicos y los filósofos —escribe Mario Bunge— tienden a tratar la superstición, la pseudociencia y hasta la anticiencia como basura inofensiva o, incluso, como algo adecuado al consumo de las masas; están demasiado ocupados con sus propias investigaciones como para molestarse por tales sinsentidos. Esta actitud, sin embargo, es de lo más desafortunada. Y ello por las siguientes razones. Primero, la superstición, la pseudociencia y la anticiencia no son basura que pueda ser reciclada con el fin de transformarla en algo útil: se trata de virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera —lego o científico— hasta el extremo de hacer enfermar toda una cultura y volverla contra la investigación científica. Segundo, el surgimiento y la difusión de la superstición, la pseudociencia y la anticiencia son fenómenos psicosociales importantes, dignos de ser investigados de forma científica y, tal vez, hasta de ser utilizados como indicadores del estado de salud de una cultura«[28].
La experiencia práctica del pansexualismo de los sesenta se transforma, merced a una teoría acorde al aire del tiempo, en un mito transformador (o movilizador); cuya fuerza se encuentra en la instrumentalización de los adolescentes para dar velocidad al cambio.
En esto, la influencia de la obra de Judith Butler es muy significativa. Ella no quiere decir que el sexo biológico no exista, sino que contrasta la idea de que exista un “sexo natural”, por lo que entiende que deriva de él: la organización social en base a dos posiciones opuestas y complementarias por las cuales el género se ha estabilizado en una matriz heterosexual.
No se trata de negar la biología, la morfología y la materialidad del cuerpo. Sino de contradecir el valor genético de una psicología evolutiva interactuante con el medio de desarrollo del niño y el imaginario social: Es decir que para esta mirada de género, solo se accede a la “verdad” o a la “materia” del cuerpo a través de los discursos, las prácticas y normas.
Butler niega así la idea de que existe algo esencialmente femenino; lo que creemos natural es una norma externa (ley heteronormativa) que ha impuesto dos formas únicas y complementarias de sexo, género, deseo, práctica.
Considera una construcción discursiva, consolidada por la práctica que ha adquirido normatividad a la suposición de que un determinado sexo conlleva un determinado género que a su vez está determinado por un deseo, el cual implica una práctica sexual específica. De modo que si se nace con genitales femeninos, no se es de género femenino, sino que es el discurso el que persuade que uno es de género femenino, es decir mujer, lo cual implica que su objeto de deseo es un individuo masculino, y que a partir de ese deseo, va a llevar a cabo una determinada práctica sexual, necesariamente heterosexual, como lo consagran las normas.
Para Butler, ninguno de los elementos antes expuestos está obligado a corresponderse de esa manera con los otros, sino que es una construcción causal que hace la ley social, no necesariamente estatal. Para la autora, se ha entendido que el género es una construcción cultural mientras que el sexo es lo biológico dado “de forma natural”, pero en verdad, tanto uno como el otro forman parte de construcciones discursivas y prácticas actuadas (performativas) que los caracterizan y significan en el mundo.
Cuando habla de performatividad del género implica que el género es una actuación reiterada y obligatoria en función de normas sociales que nos exceden. La actuación que podamos encarnar con respecto al género estará signada siempre por un sistema de recompensas y castigos.
Aproximación crítica al mito del nomadismo de género
Hay aquí una antropología trial desintegrada, materialista y pragmática. La llamamos trial desintegrada, porque no se limita a distinguir tres elementos que interactúan de modo inevitable en el ser humano, sino que los separa, haciendo de cada uno una realidad autónoma, de modo que la conciencia se separa del deseo y este se puede separar de la corporalidad.
Consecuentemente es materialista porque la corporalidad no conlleva ningún sentido en sí, sino que es el discurso el que se lo asigna, y sigue la línea pragmática del pensamiento norteamericano al reconocer los estímulos volitivos solo a nivel de premio y castigo.
Desde estos puntos de partida se desconocen la existencia del valor motivador que tienen sobre las personas las acciones sin premio, ni castigo, las que la afirman en tanto que son, o las hacen ser mejores en lo que son, que no son un premio, así como también el nivel motivacional donde las personas actuamos no por nosotros, sino por otro, como el amigo por el amigo, la madre por el hijo, en suma, quien ama por quien ama.
Esta antropología se esfuerza por no reconocer la gratuidad, que seguramente se ha manifestado desde el comienzo en quienes la asumen… salvo que, individualmente, por sí solos, hayan pagado, premiado o castigado, por nacer.
Por otro lado, el aporte de Buttler recupera, la idea clásica del efecto producido por la reiteración del acto, es decir el valor de la habitualidad para constituirse como una segunda naturaleza del sujeto, sin llegar empero a poder descubrir que existen hábitos que acrecientan el área de nuestra libertad, decimos un virtuoso del violín, o la restringen, decimos un vicioso del cigarrillo. Y lo que decimos refleja una realidad de la libertad: que el “virtuoso del violín” puede tocar partituras cada vez más complejas y al vicioso cada vez le resulta más difícil dejar los cigarrillos,
Para Butler, la performatividad del género no es un hecho aislado de su contexto social, es una práctica social, una reiteración continuada y constante en la que la normativa de género se negocia. En la performatividad del género, el sujeto no es el dueño de su género, y no realiza simplemente la “performance” que más le satisface, sino que se ve obligado a “actuar” el género en función de una normativa genérica que promueve y legitima o sanciona y excluye. En esta tensión, la actuación del género que uno deviene es el efecto de una negociación con esta normativa.
Su registro, desde otras bases filosóficas, descubre que ser persona y valorar es lo mismo. Los valores rompen la indiferencia de nuestra voluntad; nos mueven a buscar otros horizontes, asumir desafíos y hasta a desafiar reglas.
Si no valoramos, nada nos movería de nuestra indiferencia. Siempre valoramos, lo que Buttler no llega a descubrir es que no solo elegimos por premio y castigo, sino por nuestra autoafirmación y también por nuestra donación[29].
La persona no nace plena, se va plenificando[30]. No solo a partir del discurso, sino a partir de su habitar, de sus percibir y actuar, en los vínculos de familia, o que suplen la familia, en los grupos de pertenencia, las tribus urbanas, los clubes, hoy los barrios globales transversales a los barrios geográficos, en la aldea global en la que vivimos, vamos valorando.
Si no es posible descubrir qué plenifica a la persona y qué no, estamos en problemas, porque cualquier poder, al decidir a quién recibe y a quien no, al modificar el área de libertad o aprobar un nuevo impuesto, está expresando un juicio previo de valor, que solo podría ser juzgado por el poder que tiene para imponerlo.
Porque toda acción política supone una idea de bien. Toda acción política está encaminada «a la conservación o al cambio. Cuando deseamos conservar tratamos de evitar el cambio hacia lo peor; cuando deseamos cambiar, tratamos de actualizar algo mejor. Toda acción política, pues, está dirigida por nuestro pensamiento sobre lo mejor y lo peor. Un pensamiento sobre lo mejor y lo peor implica, no obstante, el pensamiento sobre el bien[31].
El olvido de la paradoja de 1932, ha hecho que la sociedad se vuelva una perpetua lucha de poderes inestables, en el cual el problema planteado por Leo Strauss durante el nazismo recupera toda su vigencia: ¿Ser un buen ciudadano, es lo mismo que ser un buen hombre? Para cualquiera de los andróginos que lucharon contra los dioses ¿qué es ser un buen hombre?
Ciertamente Butler describe bien que masculinidad y feminidad pueden ser distribuidos, encarnados, combinados y resignificados de formas contradictorias y complejas en cada sujeto. Y no hay encarnaciones o actuaciones de la feminidad o de la masculinidad que sean más auténticas que otras, ni más “verdaderas” que otras, en tanto sean encarnaciones y actuaciones de la feminidad o de la masculinidad.
Pero sí hay mujeres y varones biológicamente hablando, así como personas con síndromes genéticos como xy sin receptores androgénicos, varón xx, mujer xy, y Turner, problemáticas psicológicas respondidas de diverso modo y elecciones personales en el área de autonomía del individuo. Ninguno de ellos es “más respetables” por negociación de formas ideales más sedimentadas, o naturalizadas o legitimadas, como sostiene la autora.
Sino que son personas, igualmente dignas, por un legado antropocéntrico que se desarrolló propiamente en la civilización euroamericana a partir de la decisión inédita de Abraham de no hacer sacrificios humanos, de la reflexión de los filósofos griegos y la proclamación de un hombre de ser Hombre y el Espíritu de Dios encarnado.
Peligro fundamentalismo
Como ya se ha dicho, continúa el peligro a escala ciudadana del embrutecimiento de una cultura, del machismo y de la violación de la dignidad humana en cualquiera de sus formas, el racismo y la discriminación, como bien lo representa la novela de Margaret Atwood, El cuento de la criada.
Sin embargo el olvido de la ambigüedad de lo humano, ha abierto la puerta a otro peligro, que proviene de la errónea apreciación de la religión y la política que nos ha legado el secularismo autosuficiente de la Modernidad.
El hombre de fines de la Modernidad no está preparado para la vuelta del Rey/Sacerdote, la primera de las formas religiosas/políticas en el origen de nuestra civilización.
Religión y política siempre han sido dos saberes de salvación, uno de eternidad y el otro de temporalidad.
El integrismo es hacer de un momento de una tradición religiosa/política, la integridad de esa tradición; y el fundamentalismo transforma esa integridad, su preservación y expansión, en ideología justificadora de la acción política.
José Antonio María Torres ha dicho con razón que “los integristas trasvasan sus verdades privadas al ámbito público. Es el problema al que nos enfrentamos” (EL PAÍS. 17.12.2005) y eso es lo que leemos cada día en los diarios: fundamentalismo islámico, fundamentalismo budista, fundamentalismo chavista, fundamentalismo de los pueblos originarios de Europa, o fundamentalismo de género.
Según contextos geográficos, religiosos (seculares) o culturales, registramos una creciente implantación del “crimen mental” manifestado por un uso no exactamente adecuado a la ideología de shiismo, chavismo, catolicismo, género o Patriarcado, legitimando negar la palabra a este o aquel grupo social bajo la tutela virtual de diversos “Ministerios de la verdad”, según geografías, religiones (seculares), culturas o tribus urbanas, transversales a la Aldea Global.
Como en la reveladora película de Ingmar Bergman (Das Schlangenei/ Ormens ägg, 1977), los puritanismos de hoy son, El huevo de la serpiente.
Roberto Estevez
Profesor titular ordinario de filosofía política FCS – UCA
roberto.estevez@santodomingo.edu.ar
[1] Lo hizo en primer lugar en un manual escolar de Historia Antigua editado en 1685
[2] Reflexiones en torno a la epopeya de Gilgamesh, Publicado en la revista UNIVERSITAS, Nro. 58 Universidad Católica Argentina, Buenos Aires, marzo de 1981
[3] Con relojes que atrasan: epílogo ideológico, publicado en versión reducida por la Revista CRITERIO Nro 2456, marzo de 2019. Versión completa en: https://institutoacton.org/2019/04/30/con-relojes-que-atrasan-epilogo-ideologico-a-cuarenta-anos-de-puebla-roberto-estevez/#_ftn1
[4] No puedo detenerme en la revisión de la historia eclesiástica, pero hay registros de mujeres cabeza de comunidades en la edad Antigua y de abadesas con el poder de los Obispos en la edad Media.
[5] Castello della Manta, Castillo en Manta cerca de Saluzzo, Provincia de Cuneo en la región del Piamonte al norte de Italia.
[6] El caso francés, más antiguo y difundido, identifica desde finales del siglo XIV a estas nueve mujeres con personajes de la tradición clásica: Sinope, Hipólita, Melanipa, Lempedo, Pentesilea, Tomoris, Teuta, Semíramis y Deípile. Por su parte, la tradición alemana, surgida en el siglo XV, retoma la idea de la división en tríadas e identifica a las guerreras con tres paganas -Lucrecia, Veturia y Virginia-, tres judías -Esther, Judith y Jael- y tres cristianas -santa Elena, santa Brígida y santa Isabel de Hungría.
[7] “La catedral erigida en el corazón de París, obra de las elites urbanas del norte de Francia que prosperaron con el desarrollo de distintos intercambios y el comercio entre el mar Báltico y el Mediterráneo, no solo era un monumento a Dios. También transmitía la imagen de una Edad Media luminosa, cuando las capacidades técnicas fueron puestas al servicio de una arquitectura portentosa. … Formadas en la escolástica, esa cultura intelectual basada en los principios de clarificación y organización jerarquizada, esas élites dejaron su marca en cada una de sus creaciones.
«Los constructores de la catedral clásica tratan de encarnar la totalidad del saber cristiano, teológico, natural e histórico, poniendo cada cosa en su sitio», escribe el historiador Erwin Panofsky en su libro Arquitectura gótica y pensamiento escolástico.
Notre Dame simboliza así uno de los mayores logros que la humanidad pudo dejar en la Tierra. Realidad medieval, la «dama blanca» de París ofrecía el contrapunto necesario a la imagen oscurantista de una Edad Media bárbara y violenta, utilizada desde el siglo XVIII como argumento para justificar la modernidad. Un progreso que, cambiando poco a poco -como Notre Dame durante casi nueve siglos-, nos dio el mundo que conocemos.” Luisa Corradini, Los íconos de Occidente, amenazados por un creciente desencanto, La Nación, 21 de abril de 2019
[8] El puritanismo se ha desarrollado en diversas tradiciones: calvinistas, reformistas ingleses, escoceses, holandesas, católicas (jansenismo por ejemplo), y norteamericanas. No sería respetuoso de ellas reducirlas a una sola persona; sin embargo, el valor de la reina Victoria de Inglaterra como difusora entre elites y pueblo de múltiples geografías, de una forma de puritanismo doméstico y matriarcal, no tiene parangón.
[9] Sos periodista, Atención, Sarmiento tuvo sus dos hijos con amantes, 26 de noviembre de 2008, http://www.sosperiodista.com.ar/Cordoba/Atencion,-Sarmiento-tuvo-sus-dos-hijos-con-amantes
[10] Como contrapartida, nadie recuerda que el primer ataque del bill Clinton a Irak sucedió la noche antes del Impeachment, que por causa de estar el país en guerra nunca llegó a concretarse.
[11] El problema de la instancia privada y la acción pública en los delitos sexuales (Buenos Aires, 1863 y 1921), Derecho y Ciencias Sociales. Octubre 2014. Nº11 .Pgs.4-23 ISNN 1852-2971, Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica, FCJ y S. UNLP
[12] El periodo de la Revolución Francesa que va de septiembre de 1792 a septiembre de 1793 fue denominado «Año Uno de la Revolución». Con el mismo espíritu se ha promovido la expresión Antes del Presente (abreviado a menudo con las siglas AP y, en ocasiones, BP, Before Present, que señala el año 1950, anterior a las pruebas nucleares atmosféricas, como un nuevo comienzo.
[13] “Esta creencia de que la verdad existencial es una doctrina que debe ser aceptada universalmente, por tanto, ha llegado a ser la marca de una «época», que se extiende aproximadamente desde 1750 a 1950. Es la época de la dogmatomaquia moderna, frecuentemente llamada la época del «hombre moderno» —con los visos de una nueva época apocalíptica, de la época en la cual el hombre ha llegado a su mayoría de edad, de la edad perfecta y por lo tanto la última del hombre” Eric Voegelin, Equivalences of Experience and Symbolization in History [1966], en Published Essays, 1966-1985, edición e introducción de Ellis Sandoz, vol. XII, The Collected Works of Eric Voegelin (Louisiana State University Press, 1990), citado por SANDOZ, E: «Selections from the Writings in Political Philosophy of Eric Voegelin», traducida del inglés por el Centro de Estudios Públicos, Revista Estudios Públicos, 52 (primavera 1993), págs 421 y 422.
[14] “Barbarie, Brunéi comienza a aplicar la pena de muerte por lapidación contra gays y adúlteros”, Clarin, 3 de abril de 2019
[15] “Con relojes que atrasan: Civilizaciones en nosotros”, reproducido en http://empresa.org.ar/2018/civilizaciones-en-nosotros/ y en
http://www.institutoacton.com.ar/actualidad/421act310718-b.pdf
[16] CELAM, Documento de Puebla, 1979, n. 310. Restringida hasta ahora a ciertos sectores de la sociedad latinoamericana, cobra cada vez más importancia la idea de que la persona humana se reduce en última instancia a su psiquismo. En la visión psicologista del hombre, según su expresión más radical, se nos presenta la persona como víctima del instinto fundamental erótico o como un simple mecanismo de respuesta a estímulos, carente de libertad. Cerrada a Dios y a los hombres, ya que la religión, como la cultura y la propia historia serían apenas sublimaciones del instinto sensual, la negación de la propia responsabilidad conduce no pocas veces al pansexualismo y justifica el machismo latinoamericano.
[17] Mariló García, Siete cosas que aprendí en un “tuppersex”, El País, 16 de diciembre de 2015.
[18] Kael, Pauline. «Tango«. The New Yorker, 28 de octubre de 1972, pg. 130
[19] Con relojes que atrasan: epílogo ideológico a cuarenta años de Puebla, Publicado en versión reducida en la Revista CRITERIO Nro 2456, marzo de 2019. Publicado aquí en versión completa. A este respecto es dado observar que en el cine italiano de posguerra, la búsqueda del “realismo” en muchas oportunidades rompió límites morales, como cuando la presión de Vittorio De Sica sobre el niño Enzo Staiola, para conseguir filmar un llanto verdadero en “Ladrones de bicicletas”.
[20] El tardío pedido de disculpas del director de Loco por Mary a Cameron Díaz: «Es cierto, era un idiota», La Nación, 11 de enero de 2019.
[21] Benedicto XVI, ya papa emérito en su artículo “La Iglesia y los abusos sexuales”, New York Post, 10.04.2019.
[22] FRANCISCO, Amoris laetitia (La alegría del amor) sobre el amor en la familia, 08.04.2016, Nro. 56. Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que «niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo». Es inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños. No hay que ignorar que «el sexo biológico (sex) y el papel sociocultural del sexo (gender), se pueden distinguir pero no separar».
[23] Marcelo Resico, Estado y competitividad, FCE – UCA (Sobre el ranking 2009 del IMD, a partir de datos 2006-2007)
[24] Claudia Peiro, El mito de la invisibilidad de la mujer en la historia, Infobae 8 de marzo de 2019.
[25] CELAM, Documento de Puebla, 1979, n. 310. Restringida hasta ahora a ciertos sectores de la sociedad latinoamericana, cobra cada vez más importancia la idea de que la persona humana se reduce en última instancia a su psiquismo. En la visión psicologista del hombre, según su expresión más radical, se nos presenta la persona como víctima del instinto fundamental erótico o como un simple mecanismo de respuesta a estímulos, carente de libertad. Cerrada a Dios y a los hombres, ya que la religión, como la cultura y la propia historia serían apenas sublimaciones del instinto sensual, la negación de la propia responsabilidad conduce no pocas veces al pansexualismo y justifica el machismo latinoamericano.
[26] Hemos utilizado la traducción de Patricio de Azcárate Corral (1800-1886), vale la pena la lectura completa del diálogo para percibir matices de las imágenes que evoca el mito en las que aquí no podemos detenernos.
[27] Hermann Heller, en su Teoría del Estado (Fondo de Cultura Económica, México, 1992, p167), nos refiere uno de estos textos “científicos”: “Según Otto Hauser, los hombres de Estado y los caudillos de todos los tiempos y pueblos son de genio puramente nórdico; incluso los verdaderos jefes de pueblos negros, ‘que muy pocos viajeros pueden ver –ya que de ordinario, aparecen ante ellos como jefes quienes solo son meros sustitutos o reemplazantes- serían mucho más claros que su pueblo’ (Rasse und Kultur, 1924, pp.37, 39)”
[28] Mario Bunge, Las pseudociencias ¡vaya timo!, Biblioteca Bunge, Editorial Laetoli, 2017
[29] Tres círculos de nuestra personalidad, lo material o materializable, la expansión de nuestra emotividad y propiamente nuestro corazón, en el sentido de centro de nuestra personalidad, centro que tiene la virtualidad de abrir interiormente una cuarta dimensión, desde la temporalidad a la eternidad, de donde nace una cuarta valoración abierta, de la inmanencia a la trascendencia, que para mantener el control total puede cerrarse en las opciones de la pseudociencia, la magia y la idolatría.
[30] “Con relojes que atrasan: Epílogo ideológico”, publicado en la Revista CRITERIO Nro 2456, marzo de 2019.
[31] Strauss, Leo, “Qué es la filosofía política”, Guadarrama, Madrid, 1970, capítulo I, páginas 11 a 73.
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