Por Bernardo Rabassa
Fuente: La estrella digital
6 de enero de 2022
Sobre la familia como solución a la soledad del individuo, como idea mía, recibo, en octubre de 2014, de mi corresponsal y amigo Eduardo Hertfelder Presidente del Instituto de Política Familiar la noticia, de que presentó en el Parlamento Europeo el Informe de Evolución de la Familia en Europa 2014 coincidiendo con la celebración del XX aniversario del año Internacional de la Familia, que estamos celebrando y está siendo una magnífica oportunidad para recordar a la sociedad en general y a los responsables políticos en particular la necesidad y la urgencia de fortalecer la institución familiar. Y el informe de Evolución de la Familia en Europa 2014 ha contribuido a ello de manera sustancial. Las principales conclusiones del informe son:
Europa está inmersa en un invierno demográfico sin precedentes y se ha convertido en un continente viejo, con un gran déficit de natalidad agravado por el incremento del número de abortos y con cada vez menos matrimonios y más ruptura. Así, los indicadores de población, de natalidad, de matrimonios, de ruptura familiar han empeorado sustancialmente en Europa, poniendo en evidencia que los problemas de familia se convierten en graves problemas de la sociedad. Los datos del informe son elocuentes y concluyentes:
Europa ya hoy, es un continente viejo -de hecho, las personas mayores de 65 años ya superan en más de 13 millones a los jóvenes menores de 15 años. Así mismo, el problema de la natalidad se ha vuelto crítico ya que cada vez nacen menos niños (933.000 nacimientos menos que hace 25 años) y además hay un millón cien mil abortos anuales, que lo convierte -junto al cáncer- en la principal causa de mortalidad en Europa. Por último, se está produciendo un desplome de los matrimonios, con cada vez menos matrimonios y más rupturas- 1 millón de divorcios anuales- y con los hogares vaciándose (7 de cada 10 hogares europeos no tienen ningún niño)”. Europa se está convirtiendo en una sociedad desestructurada, de individuos sin ningún tipo de interrelación, en una sociedad deshilachada. Y a todo ello se suma la deficitaria conciliación entre la vida laboral y la vida familiar, que sigue sin resolverse.
Para darnos cuenta de lo que significa, cada día se producen en Europa: 370 nuevos jóvenes menores de 15 años, 5.100 nuevas personas mayores de 65 años, 1.700 nuevas personas mayores de 80 años, 6.000 matrimonios, 2.700 rupturas matrimoniales, 17.000 embarazos, 8.000 nacimientos matrimoniales y 6.000 nacimientos extramatrimoniales, 3.000 abortos y 350 abortos de adolescentes. En España el portal ‘Business insider’ ha elaborado un mapa gráfico donde se muestran las tasas de divorcio de los diferentes países, en el que España se sitúa como uno de los primeros en la lista, en el quinto puesto, con un 61% de rupturas de pareja. En Europa, mayor fracaso matrimonial. Pese a que los datos españoles son alarmantes, no son los más altos. Bélgica lidera la lista, con un 71% de divorcios, seguido de Portugal, Hungría y República Checa, todos ellos por encima del 65%. Se observa, por lo tanto, una tendencia al alza de las rupturas matrimoniales en Europa, donde 9 de los 10 primeros países de la lista pertenecen al viejo continente. Estados Unidos y Rusia se aproximan a esta tendencia, con un porcentaje de separaciones superior al 50%.
Ante este panorama ciertamente desolador, el informe del IPF señala que es urgente cambiar y reforzar las políticas familiares que vienen desarrollando las distintas administraciones de los Estados de la Unión, de manera que se basen en la perspectiva de familia, para facilitar el cumplimiento correcto de sus funciones. Y es que una política de familia que apunte expresamente a lo concerniente al grupo familiar en cuanto medio afectivo, educativo, económico y social, supone que no se legisle sólo en términos de individuos, sino en términos y en función de personas que viven en una familia. Y una política de familia limitada exclusivamente a las políticas sectoriales o a planes integrales para los miembros de la familia en cuanto individuos, resulta siempre una política familiar incompleta e ineficaz.
De cualquier manera, la sociología, que en su día hizo, que los humanos nos reuniéramos en clanes, tribus, estados, imperios, siempre creó una religión que tenía como centro la familia patriarcal, tanto para desarrollar la demografía, pues con el sedentarismo se había necesitado brazos para la agricultura, hasta que se fueron creando ciudades colmena en el S.XX, en las que ya no era tan necesaria la demografía pues de hecho el crecimiento era y es excesivamente exponencial. Todo ello, motivó la familia uniparental, y la desaparición de las trabas que la sociedad ponía al comportamiento homosexual, como una fórmula espontanea de regulación social, con un único problema, cuando la sociedad se centra solo en individuos, el egoísmo es rampante, y las sociedades tienden a no tener vínculos desinteresados, basados en la religión o en la moral y a no respetar los compromisos como le pasa al 61% de fracasos matrimoniales en España, el uso de drogas y del alcohol para alcanzar paraísos artificiales, son fórmulas que intentan acabar con la soledad de los individuos, los macroconciertos, las macrofiestas, donde se arrebañan multitudes de jóvenes, cuya relación es mínima y que dejan la diversión como única forma de alcanzar la felicidad, olvidando que los días tienen 24 horas y que la vida es más bien larga, para pasarla solos o sin un centro de referencia como es la familia, que se sujeta con los antiguos preceptos de las religiones y las tradiciones, pero sin ser capaces de crear una alternativa que alivie a la soledad de los individuos.
Esta es una de las luchas, también de las ideologías de los partidos, estando la derecha más cerca de la familia, que, del individuo, mientras la izquierda basa la relación más en el individuo rebaño, lleno de derechos sociolaborales. También este egoísmo que se centra en el dinero es el responsable de la corrupción de los políticos, una Casta que ha logrado dominar al Estado para el provecho propio. Olvidándose de que hay solo tres derechos fundamentales, el derecho a la vida, el derecho a la propiedad del propio cuerpo para empezar y el derecho a la libertad individual. El resto de los derechos como la educación, la salud, la vivienda, el trabajo etc. son derechos que para adquirirlos el Estado tiene que tener recursos, por lo que, a través de impuestos, tenemos que ceder algunos de los nuestros para que otros los disfruten. En este país de la Picaresca, del mercado negro y del intento de escapar de la Ley y de Hacienda en beneficio propio. Hemos contemplado como los partidos de la constitución del 78 se pudrían para dar lugar a una gravísima crisis social. Parecía, que la ola de indignados, que ha llevado a Podemos a ser 3ª fuerza política del país cuando descubrimos asombrados, que los que llegan son como lo que pretenden echar. Podemos ha ofrecido la callada por respuesta ante su primer gran escándalo interno. La polvareda que se ha levantado a raíz de que se destapara el escándalo de que Pablo Iglesias camufló su productora como una asociación altruista, y que Íñigo Errejón, responsable de su Secretaría Política, percibe un sueldo de 1.825 euros de la Universidad de Málaga por un proyecto que supuestamente es incompatible con su trabajo en el partido. Por eso han renunciado a un programa de Telecinco, Se les verán las vergüenzas como al resto, son egoístas como todos. Individualistas, hambrientos de poder y desgraciadamente nuestro futuro.
En diciembre 2014. Filosofo acerca de la bondad de la desigualdad económica y distribución de la renta. Recordando a Tomas Picketty economista francés especialista en desigualdad económica y distribución de la renta del que he hecho referencia hace poco. Desde el año 2000 es director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS). Actualmente es profesor asociado de la Escuela de Economía de París. Es autor del libro publicado en 2013 en francés Le Capital au XXI siècle (El capital en el siglo XXI publicado por el Fondo de Cultura Económica en español y en inglés Capital in the Twenty-First Century publicado en 2014) en el que expone cómo se produce la concentración de la riqueza y su distribución durante los últimos 250 años. En el libro Picketty sostiene que cuando la tasa de acumulación de capital crece más rápido que la economía, entonces la desigualdad aumenta. No contento con ser el gurú del marxismo leninismo venezolano-cubano, ha renunciado a la legión de honor de Francia por no ser desigual, supongo, cuando contrariamente a lo que él piensa y sus secuaces de “Podemos” la desigualdad es precisamente lo que hace la vida posible y agradable, pues si la naturaleza nos hubiera querido iguales, no nos habría hecho genéticamente dispares. Y no nos hubiera metido en un ecosistema donde prevalece el más fuerte e inteligente, tanto en lo que se refiere a la supervivencia como a las cosas superfluas que hemos inventado para entendernos como puede ser el dinero, la lengua, la raza o la religión.
Por otra parte, ya que somos casi ocho mil millones, y que los recursos son finitos, solo acudiendo a la estadística podemos estudiar la función de la desigualdad, y para ello inventó Gauss su famosa campana, que mide sobre un eje de abscisas y ordenadas la distribución de cualquiera de nuestras cualidades, ya sea la altura , la obesidad la inteligencia o la riqueza, y su distribución en función del número de individuos que se comparan, su distribución se llama Kúrtosis, si la curva es con muchos individuos iguales y pocos desiguales, la curva será leptúkurtica, es decir muy apuntada en el centro con las alas pequeñas si en cambios se distribuyen con muchos desiguales pasaríamos a una curva mesokúrtica, donde pocos destacarían y todos seriamos más o menos iguales, la realidad estadística es que en casi todas las curvas los individuos somos parte de una leptokurtica, es decir que somos desiguales, por naturaleza, ya sea en los pueblos civilizados, ya en los pocos salvajes que quedan en las selvas más recónditas. Picketty intenta decirnos que debemos luchar contra la desigualdad, olvidando anteponerle el adjetivo de excesiva, pues es lo único que puede hacer el hombre con sus leyes, tanto en economía como en sociología o psicología, y malo malísimo seria esa igualdad, propia de las masas de borregos o como lo ha intentado el marxismo en el S.XX fracasando en las URSS, e impidiendo el progreso de sus ciudadanos, repartiendo pobreza y hambre, mientras veían con envidia que en los países libres triunfaba la desigualdad, y que ella hacía más ricos a sus pueblos, en tanto ellos tenían que crear muros de Berlín para que no se escaparan sus habitantes o fronteras cerradas como Corea del Norte, o los balseros en Cuba, o la despoblación de Venezuela de sus ciudadanos más inteligentes o preparados.
Enviado por el Instituto Acton me llega el artículo “La envidia en un tiempo de desigualdad” por Samuel Gregg que comienza diciendo que “siempre he creído que la envidia es la peor pasión humana. La épica narración bíblica del asesinato de Caín a Abel nos recuerda que los hombres han tenido celos de los éxitos y bienestar de otros hombres desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, cuando se mezcla esto con la cuasi-obsesión con la desigualdad que domina gran parte del discurso político en la actualidad, existe un serio peligro de que la envidia –y los deseos por saciarla– empiecen a dirigir las políticas públicas de modos que no son económicamente lúcidos ni políticamente saludables. Comentarios como “usted no construyó eso” o el famoso “no me gustan los ricos” de François Hollande de 2012, no surgen de la nada. Por un lado, reflejan un posicionamiento ideológico de larga data, que denuncia la naturaleza y las consecuencias que generan las economías de mercado, así como la animosidad contra grupos particulares. Pero la obsesión actual con la desigualdad económica ha hecho que sea más fácil para que líderes políticos como “Podemos” decir estas cosas en voz alta, sin temor a represalias electorales. No ayuda tampoco la completa desorientación presente en los debates actuales sobre la desigualdad económica.
La desigualdad y la pobreza no son lo mismo. Sin embargo, ello no impide que la gente confunda ambas. Del mismo modo, importantes distinciones entre desigualdad en los ingresos, en el bienestar, en niveles educativos y acceso a la tecnología resultan frecuentemente confundidos. Como se menciona en un estudio recientemente publicado por la Reserva Federal de St. Louis (EE.UU.), la desigualdad en la riqueza puede suponer un impacto mayor sobre la capacidad comparativa de las personas de generar un capital para el futuro que la desigualdad en los ingresos. Sin embargo, nos pasamos la mayor parte del tiempo angustiados por la última. Como siempre, Alexis de Tocqueville tuvo algunas de las mejores intuiciones sobre este asunto.
El rasgo dominante de las sociedades democráticas sostuvo en La Democracia en América, es el afán por la igualdad. En varios sitios, Tocqueville señaló que la igualdad de condiciones era algo “generativo”. Esto significa que el deseo por la igualdad en la joven república americana había penetrado todo lo demás: la economía, el marco jurídico, incluso la religión. Por una parte, este enfoque en la igualdad facilita la ruptura de muchas barreras que generalmente inhiben el despliegue de los mercados y el crecimiento del bienestar. No en vano uno de los autores filosóficamente inspirados en Tocqueville, Montesquieu, indicó al comercio como la profesión de los iguales”.
La envidia pues, a pesar de lo que dice Gregg, en sí misma no es mala, pues si hubiera estudiado a Freud habría descubierto, que la ambición, por ser más iguales que los demás, es decir desiguales, pertenece a los instintos de muerte, porque para poder realizar los de vida, es decir el sexual y el de conservación de la especie, hay que “matar” como Caín, solo que en la vida diaria del mercado, no hace falta llegar tan lejos, pues basta con arrebatarles parte de la propiedad, es decir coger una mayor parte del pastel y para ello, hay que poner ambición, y normalmente I+D+i , pues solo sobresalen los que son más capaces, no ya de acaparar más recursos naturales, sino de crearlos , transformando los disponibles, para ser los primeros en tener el valor añadido que ello supone, es decir incluirse en la campana de Gauss, pero en sus puestos más elevados, en los que no solo ha ganado, sino que seguirá ganando más, como reconoce el propio Picketty. En lo que se equivoca, es que no es cierto que en el mundo moderno, los ricos sean cada vez más ricos, pues se mueren y de sus despojos por grandes que sean los que les suceden, no son capaces de la ambición y del egoísmo envidioso que les hizo ricos, de forma que constantemente, está cambiando la lista Forbes, porque el origen de la riqueza varia con la creatividad económica, es más, de tanto en tanto, explota la burbuja por la ley del mercado, como les paso a los dueños de los bulbos de tulipanes en el S.XVII, el Semper Augustus, el bulbo más famoso, vendido por un precio récord: 6000 florines después de lo que cayó el precio a cero, como ha ocurrido con la especulación inmobiliaria, o con cualquier otra burbuja económica que se cree en el pasado o en el futuro. Solo el desequilibrio de la desigualdad conseguirá la bondad económica y social. Lo demás son cuentos para ingenuos.
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