Por D. Soriano
Fuente: Libre Mercado
10 de febrero de 2024
El liberalismo económico y el catolicismo (casi) siempre han mantenido una relación de sospecha mutua. Ha habido grandes pensadores liberales que han situado a la Iglesia como uno de sus grandes enemigos. Y la desconfianza ha sido devuelta. En numerosas ocasiones, desde los púlpitos, se ha atacado al capitalismo, la libre empresa, las nuevas formas de generación de riqueza o el desarrollo tecnológico. Podríamos repasar las encíclicas papales (menos amistosas a finales del siglo XIX; en general, más comprensivas con el sistema de mercado desde el Concilio Vaticano II). Pero ni siquiera es necesario: en una búsqueda en Amazon de libros escritos por sacerdotes y contrarios al capitalismo, desde aquel El liberalismo es pecado de Félix Xardá ( publicado en 1884) a todos los que, inspirados en la teología de la liberación, se publicaron en Sudamérica y en España en las décadas 80 y 90 del siglo pasado.
Eso sí, también hay defensores de que el libre mercado y el cristianismo no sólo no son contrarios, sino que se complementan a la perfección. Entre ellos, desde hace años destaca el Padre Robert Sirico, fundador del Acton Institute, probablemente la organización católico-liberal más importante del mundo. Hace unos días estuvo en Madrid, presentando el libro que ha publicado con el Centro Diego de Covarrubias: La economía de las parábolas (Deusto). Lo hizo en el CEU, en una conferencia en la que estuvo escoltado por Daniel Lacalle y Mario Sîlar (traductor del libro). Unas horas antes atendió a Libre Mercado. Esto es lo que nos contó:
– Libre Mercado. Hace unas horas, preparando esta entrevista, hemos hecho una búsqueda rápida y hemos encontrado libros en Amazon que aseguran que «Jesús era comunista», otros que dicen que era «socialista» y varios que lo definen como «liberal» o «libertario». En realidad, ¿podemos asociar alguna ideología actual a Jesús de Nazaret?
– Padre Robert Sirico: Jesucristo es el Hijo del Dios vivo. Él es la definición de quiénes son los seres humanos. Las ideologías, en su mejor expresión, son sólo partes de lo que somos, sólo pequeños reflejos. Lo que me enseñó escribir este libro fue que Jesús trasciende las categorías filosóficas, nos invita no a encontrarnos con un programa político, sino con una persona. Y al hacer eso, entiende a la humanidad en su profundidad.
Es cierto que un aspecto de la experiencia humana es el aspecto económico. Pero esto no significa que Jesús viniera a enseñarnos economía liberal. Yo sí creo que el enfoque liberal hacia los mercados es más compatible con el evangelio porque respalda más firmemente la dignidad humana y está más en sintonía con la naturaleza humana. Pero esto no es una imposición ideológica sobre el Evangelio, es una lectura de los Evangelios. Jesús habla sobre cómo los seres humanos interactúan entre sí, especialmente en las parábolas, que son excelentes ejemplos.
– Mis primeros recuerdos sobre religión y dinero están asociados a advertencias: cuidado con el dinero, porque es peligroso. Por ejemplo, en la mención a la dificultad de los ricos para entrar en el reino de los cielos (lo del camello por el ojo de una aguja).
– Bueno, [en la Biblia] debe haber advertencias sobre cosas importantes. En economía, en la medida que tenemos más riqueza, tenemos más responsabilidad, porque tenemos más opciones que se nos abren. Así que en ese sentido, sí, la probabilidad de que vayamos al infierno aumenta. Pero también hay la posibilidad de que podamos usar esa oportunidad para un gran bien. Diría lo mismo con la sexualidad humana. Hay muchas advertencias porque es algo muy bueno y que puede distorsionarse fácilmente.
Con respecto al ojo de la aguja, esta historia viene al final de un encuentro que el joven rico tiene con Jesús. Él dice: «Quiero ser perfecto. Quiero seguirte. ¿Qué más debo hacer?» Y Jesús le responde que venda lo que tiene. Es interesante que todos olviden que este primera orden Jesús lo envía al mercado a vender lo que tiene para obtener una ganancia (para convertirlo en riqueza disponible y luego dárselo a los pobres).
Jesús tenía seguidores que eran ricos, que lo apoyaban, que lo subvencionaban. Por eso, cuando dice lo difícil que es para los ricos entrar en el Reino de los Cielos está diciendo que hay tantas y tantas opciones que están frente a una persona con oportunidades y riqueza… Pero al final de esa historia, Jesús da la clave. Lo llamamos, en la hermenéutica, la comprensión de la historia. Porque los apóstoles le dicen a Jesús: «Entonces, ¿quién puede entrar en el cielo?». Y Él les da la clave, aunque la mayoría de la gente nunca lo recuerda. [El Evangelio recoge que Jesucristo respondió a los discípulos: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible»].
¿Qué nos enseña eso? Que nuestra salvación no depende de la economía. Depende de la gracia. El error que comete la teología de la liberación es el mismo error que el movimiento del evangelio de la prosperidad. No sé si estás familiarizado con el movimiento del evangelio de la prosperidad: es un movimiento protestante que dice que la riqueza es una señal de la bendición de Dios. La gente de teología de la liberación dice lo contrario, que la pobreza es una señal de la bendición de Dios.
Jesús dice que ninguno tiene razón. La bendición de Dios es la gracia. Y no tiene que ver con tu economía, no depende de tu estado económico
– Vamos a las parábolas de las que trata en su libro. Yo no diría que se retrata a los ricos como malvados, aunque sí hay varias advertencias sobre estas personas ricas. Por ejemplo, en la parábola del hombre rico y Lázaro. El hombre rico no realiza ninguna acción malvada, tal vez sólo inacción porque no presta atención al pobre.
– La interpretación de esa parábola nos la da San Agustín; yo tengo la cita en ese capítulo. Dice que el hombre rico no estaba en el infierno porque era rico, sino porque era orgulloso. Y Lázaro no está en el cielo porque era pobre, sino porque era humilde. Esa es la comprensión de la parábola, no su estado económico.
Sí, tienes razón al decir que el hombre rico no le hizo nada a Lázaro. Pero no vio a Lázaro. Y tiene cierta arrogancia. Incluso después de muerto, le dice a Lázaro qué hacer. «Ve y díle a mis hermanos…» No, ya no das órdenes aquí. También es interesante, por cierto, que generalmente se conocen los nombres de los ricos. Conocemos a los ricos porque sus nombres están en los edificios. Se anotan en documentos. Pero no sabemos el nombre de este hombre rico. Conocemos el nombre de Lázaro. Así que creo que no es una historia de un hombre rico siendo malvado porque era rico.
– Otra parábola interesante es la del hombre rico insensato: que tiene una gran cosecha y está pensando en cómo construir un gran granero para guardarla. Pero Dios le dijo «Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma. Y lo que has guardado, ¿de quién será?».
– Sí, este hombre tampoco estaba haciendo nada malo. Aquí está presente el tema de la avaricia. Este hombre está distraído de lo que es realmente importante. Podríamos establecer un paralelo con muchos ámbitos de la vida. Puedes ver eso también en el tema de la sexualidad; ya sabes, las personas para quienes la sexualidad se convierte en una especie de Dios. Y pierden de vista lo más importante. Hay una frase. No sé si existe en español: «No puedes llevártelo contigo» («You cannot take it with you«). Uno de los Santos, y yo lo cité allí, dice, «bueno, en realidad sí puedes llevártelo contigo». Pero no es lo físico lo que te vas a llevar, es lo que haces con eso. Eso es lo que puedes llevarte.
– Siguiente parábola: los trabajadores en la viña, a los que se paga lo mismo aunque unos lleven todo el día allí y otros acaben de llegar. Cuando leemos esta parábola, tendemos a pensar que estamos de acuerdo con los que protestan. Sentimos que el dueño es poco injusto para ellos.
– ¿No es interesante que esa sensación de injusticia sólo viene cuando ves a alguien más. Acordaste el precio y pensaste que era genial. Pero ahora ves a alguien más y…
Realmente es una lección de que las personas que llegan al final del día desde la perspectiva del dueño de la viña son más valiosas que las personas que vienen al principio del día, porque el campo necesita ser cosechado. Ese es un buen punto. Si si el campo no se cosecha, entonces hay una gran pérdida. Para hacerlo necesito traer más personas y les pagaré. Realmente es una lección sobre el valor subjetivo del trabajo y de la productividad. Es una refutación de la noción marxista de la teoría del valor del trabajo, y la idea de que el trabajo tiene su valor objetivo.
– Hay tres parábolas que son más fáciles de entender desde un marco liberal clásico. Por ejemplo, la del hijo pródigo. Hay muchas lecciones económicas en el hijo pródigo: propiedad privada, el padre decide sobre sus bienes… Pero en mi opinión, la frase más importante es la que le dice al final el padre al hijo que se quedó con él: «Todo lo que tengo es tuyo«. Tendemos a recordar estas palabras mirando al hijo pródigo, pero lo que más me gusta es cómo es la relación entre el padre y su hijo más cercano.
– Sí, es interesante. Ambos hijos ven al padre desde una perspectiva económica. Está claro en el que toma la herencia y se va. Pero el otro le dice «he estado contigo todo este tiempo y ni siquiera me das algo para una fiesta con mis amigos». Además, ambos están fuera (físicamente y espiritualmente) de la casa. ¿No es interesante que, así como el padre tuvo que ir a recibir al hijo que se fue, también tiene que salir de la casa a buscar al hijo que está en el campo y no quiere entrar? Y está tratando de llevarlos a ambos al mismo lugar. Realmente esto no es la parábola del hijo pródigo es la parábola del padre amoroso, y de cómo está tratando de unir a estos dos hijos, a quienes valora más allá de la economía. Es una historia hermosa.
– También tenemos la historia del buen samaritano. A mí me parece una refutación de manual del Estado del Bienestar y del asistencialismo delegado (ahora cuando vemos a alguien que necesita nuestra ayuda parece que pensamos «que se encarguen los de servicios sociales»)
– Los defensores del estado de bienestar lo usan como modelo de cómo debería ser la sociedad. Ven al samaritano como el burócrata. Pero es lo opuesto. Es personal. Es compromiso personal. Él se pone en riesgo al detenerse en un área peligrosa donde el sacerdote y el levita simplemente siguen adelante. Y es personal en que él mismo físicamente lo carga y lo lleva a la posada; y da dinero al posadero e incluso se obliga más allá de eso porque dice: «Cuando vuelva, te pagaré». Todo el centro emocional de la historia es que es un forastero el que hace esto. Un samaritano. Probablemente también sea un empresario. Y no es solo dinero, es su tiempo.
Es bastante opuesto a lo que nos enseñan a hacer hoy en día: mirar a otro lugar y pagar impuestos para que algún otro realice estas tareas. Podemos inspirarnos en el buen samaritano. La sociedad civil no es igual al estado, y eso es bastante difícil de entender en este momento.
El gobierno sólo debería actuar en circunstancias de emergencia, no normalmente. Tenemos que permitir que la sociedad desarrolle los hábitos y la cultura de reaccionar a las necesidades humanas. Pero cuando tienes un estado de bienestar, cuando tienes un estado centralizado que proporciona todo para todos… El Papa Benedicto dijo: «Aniquilará al hombre mismo».
– Por último, me interesa la parábola de los talentos. En la que el dueño de la finca castiga al criado que no ha invertido su talento y lo ha enterrado para no perderlo.
– La parábola del talento es más fácil de incorporar a las ideas liberales clásicas, en el sentido económico. Es muy importante prestar atención a la parábola. Porque el amo da a cada uno según su capacidad. Así que el que no hizo nada tenía la capacidad de hacer más. Su miedo y su resentimiento hacia los amos lo paralizaron.
Muchos personajes en las parábolas son muy ricos. Y creo que Jesús les está diciendo que tienen mucha responsabilidad. Eso es lo que es la riqueza: más oportunidades, lo que significa más responsabilidades. Más decisiones que deben tomarse. Y cuando se nos confían todas estas cosas, nosotros estamos en peligro. Y la solución a eso es amar a Cristo más. Eso nos protege del peligro.
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