Por Gabriel Zanotti
Fuente: Filosofía para mí
4 de mayo de 2025
(Publicado en «El libertador galopante»; Nro 10, Abril de 2025).
Para el cristianismo católico, o al menos para los que seguimos a Benedicto XVI, no sólo es compatible: es indispensable que lo sea a tal punto que si no, dejaría de ser Cristianismo.
Sé que es raro decir esto en una época en la cual, hace mucho, y debido a filosofías muy distintas (desde el Iluminismo del s. XVIII hasta el post-modernismo del s. XX) la razón y la fe parecen estar totalmente separadas. Pero no es así.
Cuando Cristo envía a todos los discípulos a predicar el Evangelio a todos los pueblos y a bautizar en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, presupone que todos los pueblos tenían un elemento en común con los discípulos: la razón. La razón que permite penetrar el sentido de lo real, dialogar, fusionar horizontes, la introspección, el conocimiento de sí, y la pregunta por el sentido de la existencia.
Por lo tanto, el Cristianismo está desde el principio dispuesto a dar razones de su esperanza, a dar razones para demostrar su no contradicción, y la razonabilidad de sus grandes creencias en la Trinidad y en la Encarnación. Esa función de la razón, esa defensa de la Fe, defendiéndola de la acusación de absurdo, de sin sentido, es la apologética. La teología nace como apologética y lo sigue siendo: apología de la racionalidad de la Fe.
Los romanos acusaban al Cristianismo de subversión, de atentar contra lo esencial de la organización política del Imperio: el culto al Emperador, la unión entre lo divino y el poder político, y de eso los cristianos no sólo no se defendieron, sino que les dieron la razón: sí, es así, NO estamos de acuerdo con que el emperador sea Dios; sí, subvertimos la divinización del imperio. Somos subversivos y lo seguimos siendo ante todos los imperios de este mundo.
Pero la acusación de algunos griegos era diferente. Era que la Fe es contradictoria. Ah no, eso no, y para demostrar que no, tomaron lo esencial de la filosofía griega y lo elevaron a su máxima potencialidad. Eso fue la patrística que culmina en San Agustín y esa es la escolástica que llega a su edad de oro con santo Tomás de Aquino.
Por eso el Cristianismo no fue helenizado, sino al revés: la filosofía griega fue cristianizada y de ese modo universalizada y convertida en lenguaje para cualquier ser humano que quiera dialogar racionalmente sobre la Fe.
Pero esto sigue siendo un escándalo para muchos. En Febrero del 2000[1], el entonces Cardenal Ratzinger tuvo el atrevimiento de decirle a Paolo D´Arcais el que Cristianismo es racional, a lo cual este último respondió que era lo peor que podía decir, porque eso llevaba a la imposición totalitaria de la Fe. A lo cual Ratzinger respondió que todo lo contrario: a lo que lleva es al diálogo racional sobre la Fe. Pero claro, eso es lo que muchos temen. Que alguien pueda exponer con calma las razones para ser cristiano.
El Cristianismo es razón. Ante las locuras actuales de las guerras religiosas y filosóficas, donde el post-modernismo y el relativismo son los que terminen en dictaduras, el Cristianismo, de la mano de sus grandes exponentes como Benedicto XVI, es el modelo de la racionalidad, del diálogo pacífico, del convencimiento racional. Precisamente aquello de lo que huyen los que huyen de la verdad.
[1] Ratzinger, J., D´Arcais, P.F.: ¿Dios existe? Espasa-Calpe, Buenos Aires, 2010.
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