Entrevista a Alejandro Chafuen: una nueva aproximación científica y una antropología robusta para analizar el florecimiento humano.
Fuente: Zenit, Giovanni Patriarca – Beyond the Contingency
Roma, 22 de enero de 2014
El Dr. Alejandro Chafuen es el Presidente de la Fundación Atlas, una organización no gubernamental. La organización promueve “un mundo libre, próspero y pacífico donde el gobierno limitado defienda el Estado de derecho, la propiedad privada y el libre mercado”.
El Dr. Chafuen habló con ZENIT acerca del impacto de la Doctrina Social de la Iglesia sobre las políticas económicas.
Pregunta: En la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, el Papa Francisco subraya los riesgos de un nominalismo vacío que conduce a la atracción por el nihilismo. La respuesta a esto parece basarse en el realismo práctico y un compromiso serio –más allá de reduccionismos ideológicos– al servicio de la humanidad. ¿Cómo podemos leer esta afirmación y qué significa para nosotros?
Dr. Chafuen: Como “trabajador” en el ámbito de las ideas, los think tanks y la academia, creo que el Papa nos ofrece una valiosa advertencia: necesitamos ser mejores en conectar ideas con realidades. El Papa señala ejemplos de esta desconexión: “los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los nominalismos declaracionistas, los proyectos más formales que reales, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría” (nº 231).
Tomemos por ejemplo “los purismos angélicos”. No hay aquí nada en contra de los ángeles y la pureza, sino la aceptación de seres humanos de carne y hueso luchando por vivir la pureza. Los hombres no son perfectos ángeles. Los santos han luchado en esta área. La Iglesia, en calidad de Maestra, no puede debilitar la verdad, pero como “Madre” acepta y ama a las personas que caen pero luchan. Los santos que han sido canonizados también han sufrido caídas. Sin embargo, es su lucha heroica (y la Gracia recibida) lo que los ha elevado a un plano superior. San Josemaría Escrivá de Balaguer quiso escribir un libro sobre “Los defectos de los santos”, para así apoyar el deseo de la santidad en un suelo real y no en un ideal imposible de alcanzar que se termina convirtiendo en algo vacío, lo que conduce a un “nominalismo declaracionista”.
En cuanto a la política y la economía, las áreas en las que tengo algo más de conocimiento, conviene aclarar que no existen sistemas económicos perfectos. Resulta fácil encontrar “fundamentalismos ahistóricos” en muchas culturas. Esconder información comprometedora de los héroes nacionales, la selección de los hechos históricos que convienen para así justificar nuestra propia ideología resulta una práctica común. El Papa afirma que “la realidad es más importante que la idea”, y tiene razón, no obstante las ideas son esenciales para comprender la realidad.
El Papa afirma: “Hay políticos —e incluso dirigentes religiosos— que se preguntan por qué el pueblo no los comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la pura idea y redujeron la política o la fe a la retórica” (nº 232). Muchos defensores de ideologías exponen teorías que están en contra de los requisitos básicos de una buena teoría (en este tema me gusta particularmente un texto de Christensen & Raynor), no explican qué causa un resultado, simplemente se limitan a describir atributos asociados empíricamente con ese resultado, seleccionando las estadísticas que se acomodan a las conclusiones que previamente tienen sobre la materia. Una parte afirma que “los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres” y la otra que «cuanto más libre es una economía mayor riqueza podrán generar las personas”. Las dos afirmaciones pueden ser verdaderas, dependiendo de las circunstancias. Una buena teoría económica y política es contingente respecto de las circunstancias. Además, como explican Christenson & Raynor, las buenas teorías responden a la pregunta: “¿Qué pasa cuando las teoría fracasa en explicar la realidad?” Tanto la derecha como la izquierda tienden a ignorar este principio. Muchos socialistas afirman que el socialismo no ha fracasado, el problema eran los líderes corruptos que violaron los principios del socialismo. Algunos en la derecha, por su parte, presentan sus argumentos de modo similar, si señalas a un capitalista que busca los favores o los privilegios del poder político, afirman: “no es un verdadero capitalista”.
Respecto de la economía, por ejemplo, el Papa ha tenido la experiencia de la realidad argentina. La buena ciencia social debe concentrarse no en lo aparente, en “lo que se ve”, como decía el economista católico Frederic Bastiat (1801-1850), sino en lo que no se ve. Y es en este ámbito de explicaciones donde resulta difícil alcanzar el deseo del Papa Francisco de trabajar para que se logre reemplazar el nominalismo formalista por una “objetividad armoniosa”. Hoy en día existe una objetividad armoniosa de que, en contra de las apariencias, la tierra gira alrededor del sol. En la medida en que la realidad económica y política es interpretada de modos muy contrapuestos, incluso entre académicos laureados con el premio Nobel en una misma disciplina, como sucede en la economía, esta armonía va a ser muy difícil de lograr.
Pregunta: La Doctrina Social de la Iglesia es un instrumento muy poderoso para analizar los problemas económicos desde una perspectiva ética, sin ignorar el marco personal y antropológico que subyacente en toda decisión política. ¿A qué desafíos se enfrenta actualmente la DSI en un contexto de cambio epocal a nivel geopolítico, cultural y social?
Dr. Chafuen: El mayor desafío que enfrenta la Doctrina Social de la Iglesia es la presencia predominante de concepciones erróneas acerca de la persona humana. Algunos consideran a los seres humanos como una colección de sustancias químicas, otros, como meros individuos, dejando a un lado el plano de la realidad espiritual. La Iglesia, y todos los que somos ministros por el bautismo, debemos ser maestros referentes en cuanto a la verdad y la riqueza de lo que significa ser humano. Aprender a comunicar esto con acciones y palabras es otro desafío mayúsculo. El Papa Francisco, con su nuevo estilo, casi apareciendo como mundano, especialmente si se lo compara con su predecesor, ha sorprendido al mundo.
Las dos instituciones básicas de una sociedad libre, la propiedad privada y la familia, que tienen un lugar importante en la doctrina social, están también bajo ataque. El crecimiento del poder geopolítico de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), donde algunas estructuras capitalistas coexisten con altos niveles de corrupción, está suponiendo un desafío para la noción de Estado de derecho e imperio de la ley (rule of law). Esto, a su vez, alimenta la idea de que el beneficio a toda costa es lo único que cuenta, independientemente de los costos humanos.
El crecimiento del tamaño del gobierno, que en la mayoría de los países es tres veces más grande que hace un siglo, es otro desafío de envergadura. El Estado ha crecido como un proveedor de servicios y el llamado “Estado de bienestar”, especialmente en algunos países de Europa, ha debilitado el sentido de responsabilidad y solidaridad. El modelo del buen samaritano ha sido reemplazado por el modelo de los buenos burócratas y tecnócratas.
Otro desafío lo constituye el agresivo ataque contra la familia y el esfuerzo de los gobiernos por redefinir las instituciones sociales. Las familias han sido los mejores ministerios de bienestar. Los niños que son criados la mayor parte de su vida con el mismo padre y madre tienen mejores pronósticos en cuanto a florecimiento humano. Esto es una realidad contundente que la dictadura del relativismo intenta esconder. En la medida en que los seres humanos tienen necesidades sociales, si las familias siguen siendo destruidas, cabe pensar que será el Estado el que ocupe ese lugar.
Existe además un desafío ad intra, bien expresado en la Gaudium et spes (nº 36) que deplora «ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe». Creer que la Doctrina Social de la Iglesia pueda estar enseñando una doctrina económica falsa puede terminar poniendo en tela de juicio la credibilidad de su doctrina no sólo en temas económicos sino también en otras áreas donde la Iglesia tiene más conocimiento y autoridad. La DSI necesita estar actualizada e incorporar todos los avances reconocidos en las ciencias “exactas” y en las ciencias sociales.
Pregunta: Usted es el autor de un famoso libro Economía y ética: Raíces cristianas de la economía de libre mercado. ¿En qué medida pueden los autores de la segunda escolástica ayudarnos a encontrar mejores soluciones para una sociedad libre y floreciente, a la luz del bien común, la ley natural y la dignidad humana?
Dr. Chafuen: El mérito del libro Economía y ética (última edición Raíces Cristianas de la Economía de Libre Mercado, Fundación Progreso-Instituto ResPublica, Santiago, Chile, 2013) se debe en realidad a la lucidez de la segunda escolástica, investigadores en el tránsito de la edad media a la edad moderna que llevaron la indagación racional, iluminada por la fe, al máximo nivel que pudieron. Existen once ediciones del libro, publicado en varios idiomas. La primera vez que me sumergí en la lectura de los escritos económicos de los autores de la segunda escolástica, en la Pontificia Universidad Católica Argentina, yo era un individualista extremo. Mi visión de la persona humana se enriqueció enormemente gracias a la lectura de docenas de libros de filosofía moral, filosofía del derecho, teología, y manuales de confesores. Mi aspiración era escribir un libro sobre cada uno de los temas económicos y sociales que abordaban estos moralistas y que aparecen en capítulos de mi libro.
Estos autores me enseñaron que una economía libre, en el contexto de un marco jurídico respetuoso de la dignidad humana, era completamente consistente con la doctrina y el amor cristianos. También aprendí que estos teólogos ejercieron una gran influencia en el desarrollo de la economía de una sociedad libre en áreas tan diversas como la propiedad privada, el libre comercio, la moneda y muchas otras. Solamente sus enseñanzas sobre el interés parecían ir un tanto a contrapelo de la libertad.
Los escritos de los teólogos de la segunda escolástica ejercieron fuerte influencia sobre los grandes economistas escoceses y europeos, quienes vendrían a generar el clima intelectual que propició el gran salto en el desarrollo económico que se produjo hacia fines del siglo XIX. A comienzos de ese siglo, en Occidente había un elevado grado de consenso en lo que se refiere a la persona humana. La persona humana era concebida como una criatura de Dios, social, espiritual, racional, libre e individual. Cuando hacia fines del siglo XIX y principios del XX la persona humana empezó a ser vista como un mero individuo, un número, una cosa (a fact), se produjo la expansión del colectivismo. En un juego de números, los muchos ganan. Es por esto por lo que hemos podido ver el crecimiento de un colectivismo cruel en el siglo XX. Necesitamos nuevos escolásticos que lleven la mejor ciencia económica y la mejor ciencia social a las aulas, al púlpito, a las empresas y a las instituciones de la sociedad civil. Al permanecer leales a la verdad de lo que es la persona humana y lo que es el saber científico sólido, sus enseñanzas deberían conducir al florecimiento de la sociedad. Los católicos necesitan abocarse más a la tarea de convertirse en los mejores profesionales, académicos, científicos, y hombres de negocios; y en impregnar la cultura con una antropología rigurosa y con una actitud de apertura genuina hacia el prójimo. Sin embargo, para convertir todo esto en una realidad, necesitaremos enfrentar y superar los desafíos mencionados en las preguntas anteriores.
Nota: La traducción del artículo original “Beyond Contingency”, publicado por Zenit, el 22 de enero de 2014 es de Mario Šilar del Instituto Acton Argentina/Centro Diego de Covarrubias para el Acton Institute.
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