Por Samuel Gregg
Son tiempos difíciles para el libre comercio —los más difíciles desde que la primera era de la globalización se detuvo estrepitosamente con el estallido de la guerra en 1914 y los aranceles barrieron al mundo después de 1918.
En todo el planeta el nacionalismo económico está en marcha. La fe en los beneficios de la globalización económica está disminuyendo en todo Occidente. Nada simboliza más esto que la elección de Donald Trump para la presidencia estadounidense.
Si la defensa del libre comercio tiene un futuro, eso requiere un replanteamiento radical. Y parte de ese replanteamiento va a necesitar deshacerse de algo que sólo lastima la causa de libre comercio. Eso es su asociación con lo que a menudo es llamado el «hombre de Davos».
Sin fronteras, sin raíces
Concebido por el fallecido científico político Samuel Huntington, el término «hombre de Davos» originalmente se refería a los líderes políticos, culturales y económicos de todo el mundo que se reúnen anualmente en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza.
De acuerdo con Huntington, el hombre de Davos evita cualquier lealtad a la nación y ve al patriotismo como un sentimiento pintoresco. Para el hombre de Davos estos son apegos primitivos que necesitan ser abandonados
El hombre de Davos no está limitado a titanes de negocios, jefes de corporaciones multinacionales y personas que trabajan en los mercados financieros. También toma la forma de funcionarios transnacionales que trabajan en instituciones como las Naciones Unidas o la Comisión Europea en Bruselas, y también personas empleadas por ONGs internacionales. Nadie se sorprenderá sabiendo que el hombre de Davos goza de la compañía de actores y celebridades.
Hasta el punto en el que el hombre de Davos tiene un credo moral, él es una mezcla de progresismo social, ambientalismo y un nuevo orden de un mundo sin fronteras. La religión es vista, cuando muy bien, como potencialmente útil para proveer alivio a la pobreza. Cuando muy mal, la religión es considerada el refugio de fanáticos y de cualquiera lo suficientemente estúpido como para ser escéptico de la ideología de género y de utopías tecnológicas.
En cuanto al Brexit y la elección de Trump como presidente, el hombre de Davos se horroriza ante el provincialismo y la ignorancia de cualquiera que votó a favor de alguna de esas dos supuestas calamidades.
Por supuesto, gran parte del hombre de Davos es una parodia. No todos los que trabajan en la ONU o en un fondo de cobertura son globalizadores sin alma. Si bien muchos de ellos creen que los mercados libres son mucho más preferibles que el proteccionismo, también están orgullosos de su país, están involucrados con su comunidad local y consideran que las aspiraciones de un gobierno mundial son una ilusión peligrosa.
Aún así, hay suficiente verdad en el hombre de Davos como para que su asociación con el libre comercio sea una desventaja para la defensa de una economía global abierta.
Una cosa es que la gente acepte, por ejemplo, que los beneficios de largo plazo del libre comercio son de interés nacional a pesar de todas sus concesiones. Otra muy distinta es que la gente sea tratada con condescendencia por parte de personas que parecen ignorar totalmente que la globalización económica tiene costos sociales, económicos y psicológicos, y que piensan que es un cavernario intolerante quien sea que cuestione la idea de un mundo sin fronteras libre de naciones.
Reformulando los argumentos del libre comercio
Entonces, ¿qué pueden hacer los partidarios de libre comercio para alejarse de la agenda y de la cultura asociada con el hombre de Davos?
Un paso positivo sería el reconocer públicamente que la apertura de los mercados trae consigo una perturbación real que no todo el mundo está bien preparado para enfrentar. El obrero de manufactura con 56 años que pierde su trabajo por causa de la automatización o la competencia extranjera, no puede fácilmente recoger sus cosas y mudarse al Silicon Valley para encontrar un trabajo tecnológico.
Segundo, los partidarios de libre comercio deben dejar de usar argumentos que sin límite citan gráficas y datos económicos producidos por instituciones internacionales y agencias estadísticas. Las realidades económicas de cómo el libre comercio reduce la pobreza, baja los precios, facilita la difusión de tecnología, etc., no van a cambiar. Pero claramente no han convencido a millones de los méritos de libre comercio.
Los datos importan porque ellos nos permiten comparar algunos de los efectos medibles del libre comercio frente al proteccionismo. Pero la confianza excesiva en ese tipo de información puedes dar la impresión de que los defensores del libre comercio están más preocupados con las estadísticas que con las personas reales.
Los números del crecimiento global sencillamente no significan mucho para las personas preocupadas por la posibilidad de que su banco vaya a cancelar mañana el crédito de su empresa. Por el contrario, es más convincente para los negocios medianos y pequeños hablar de las oportunidades de exportación que crea el libre comercio.
Tercero, los defensores del libre comercio necesitan abandonar la retórica de un «nuevo orden global», o «nuevo orden mundial». Más personas podrían estar más abiertas a los argumentos del libre comercio si pudieran estar seguras de que ello no implica entregar la soberanía nacional a Jean-Claude Juncker presidente de la Comisión Europea —un hombre que alguna vez describió a las fronteras como «la peor de todas las invenciones» — o sus similares.
Cuarto, los partidarios de libre comercio deben apuntar que muchos de los tipo-Davos no son en su fondo entusiastas genuinos de libre comercio. Una de las razones por las que muchas personas asisten a las cumbres de Davos es crear contactos de negocios, cabildear y amarrar negocios. Esto incluye acuerdos comerciales, muchos de los que involucran la redacción de disposiciones en los tratados de comercio que protegen y promueven sus intereses en lugar de fomentar el libre comercio.
En resumen, los partidarios de libre comercio tienen que ser más inteligentes sobre cómo formulan su oferta a quienes no son la elite y reconocer que su asociación con los globalistas transnacionales ha jugado un papel importante poniendo al libre comercio en una posición defensiva.
Eso va a requerir humildad por parte de aquellos partidarios de libre comercio que han pasado ya demasiado tiempo relacionándose con funcionarios gubernamentales, juntas corporativas, agencias transnacionales y un gran número de causas políticamente correctas. Si la defensa de libre comercio no se transforma rápidamente en una causa de «libre comercio para la gente», el auge del nacionalismo económico podría tardar décadas en revertirse.
Nota
La traducción del articulo «Davos Man, globalism and the case for free trade» publicado por el Acton Institute el 8 de febrero de 2017, es de ContraPeso.info: un proveedor de ideas que sostienen el valor de la libertad responsable y sus consecuencias lógicas. Esta columna fue publicada originalmente en The Stream el 3 de febrero de 2017.
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