Por Eleonora Urrutia
Fuente: FPP
La semana pasada se llevó a cabo el Foro Económico Mundial en Davos, un tinglado fundando en 1971 por Klaus Schwab, que comenzó como el Foro Europeo de Gestión y que, tras el colapso sistémico de Bretton Woods y la guerra árabe-israelí de 1973, se modificó con un enfoque y un nombre nuevo adoptando el actual en 1987. Fue concebido en plena Guerra Fría como una forma de promover una especie de capitalismo con atención de problemas sociales. La elección de Davos, localidad alpina en Suiza no fue casual; se buscaba un lugar que ofreciera un retiro de lo cotidiano y que estuviera imbuido de un significado cultural, como se refleja en la novela La Montaña Mágica, del alemán Thomas Mann.
En el pasado, el Foro ha jugado un papel importante en eventos históricos. En 1988, un acuerdo firmado en la reunión, la Declaración de Davos, ayudó a Turquía y Grecia a alejarse de un conflicto armado. En 1992, Nelson Mandela y el entonces Presidente sudafricano FW de Klerk hicieron su primera aparición conjunta en Davos, lo que supuso un paso importante hacia el fin del apartheid. Ambos ganaron el Premio Nobel de la Paz al año siguiente.
La actividad no se limita a las conferencias oficiales. En los locales transformados para la ocasión, hay una programación paralela. Los visitantes se encuentran en una gigante carpa OSD con eventos relacionados con los objetivos de desarrollo económico sustentable de la ONU; es habitual verlo a Bill Gates en el Microsoft Café o, más exótico y si es mujer, se puede asistir a los tres días de paneles del Equality Lounge, el Salón de la Igualdad donde sólo hay mujeres hablando a mujeres. El año pasado en el medio de una fiesta para los 50 ejecutivos más importantes de Microsoft se les dio la orden de despedir esa misma noche a 10.000 empleados. Paradójicamente, el anuncio se realizó en el medio de un show privado de Sting, el antiguo frontman de The Police, y al que se le pidió que cantara Message in a Bottle. Tiene gracia la cosa.
«Lo más importante es que a cada mensaje o normativa de «es por tu bien» se anteponga el sentido crítico, libertad y derecho individual a que no te protejan si para ello hay que privarse de la libertad o de ejercer la libre opinión».
Como todos los años, sorprende que uno de sus hilos permanentes sea reducir la huella de carbono del hombre en el planeta, a la vez que descansan en el aeropuerto de St. Gallen-Altenrhein a 79 km de Davos una cantidad impresionante de los jets privados más grandes del mundo. Fue allí donde su fundador expresó aquello de «En el futuro no tendrás nada, pero serás feliz».
Davos 2024 se centró en el tema «Reconstruir la Confianza». Abordaron cuatro temas críticos: seguridad global, crecimiento económico, cambio climático y cómo alcanzar un mundo neutro en carbono, y la inteligencia artificial.
Quizás por lo del tema elegido este año fuera invitado a exponer en el salón principal el recientemente electo Presidente argentino Javier Milei. Fue Milei en su más puro estilo, totalmente contrario al espíritu de Davos con una magistral oda al capitalismo. Por pura casualidad o por el «seguro azar» del poeta, el discurso coincidió con el centenario de la muerte de Lenin, creador del primer estado totalitario de la historia, la URSS, testimonio forense e inmenso cementerio probatorio de la naturaleza criminal del comunismo, o «socialismo real». Y como el mejor homenaje a un genocida es ajusticiarlo, Milei denunció el luctuoso pasado, los más de cien millones de muertos, y sobre todo el viscoso presente del comunismo, que ya no se apoya en la lucha de clases, sino en la de sexos, el alarmismo climático, el indigenismo o cualquier otra herramienta capaz de explotar la debilidad de Occidente, que, como bien dijo, está en peligro ante el avance de todas estas formas de socialismo. Y por culpa de las élites del propio Occidente, que estaban allí reunidas y a quienes se los dijo en la cara.
La fuerza actual del socialismo estriba en que se ha perdido de vista su más seria y duradera versión, el marxismo-leninismo, o sea, el comunismo, pero el discurso de Milei dedicó también mucho espacio a las tendencias keynesianas que Hayek critica en Camino de Servidumbre, y a lo que llama «escuela neoclásica» -en Europa la socialdemócrata- que critican al mercado lo suficiente para arrogarse el papel de corregirlo. Milei censura que, con la aguachirle biempensante de la palangana intervencionista, arrojamos al niño de la propiedad y la libertad, y no dejó de notar la razón moral que le asiste al capitalismo de libre empresa para defender la vida, la educación, la subsistencia y la mejora de los individuos.
Como para probar que el Foro es inclusivo, a su término expuso Pedro Sánchez, mucho más ampuloso y en inglés, para decir exactamente lo contrario.
El Foro no concluye en acuerdos significativos, pero sí intenta crear una suerte de idea de un pensamiento global. Allí se habló por primera vez de las ecotasas, de la soga verde y de la desaparición de la propiedad global. Y lo hace fundamentalmente a través del llamado «Informe de Riesgos Globales» que circula previo al inicio. En el reporte 2024, de los cuatro temas mencionados, la inteligencia artificial fue lo novedoso.
Porque para el corto plazo, los próximos dos años, el Informe identifica a la desinformación y a la información falsa como el riesgo más grande (por encima de guerras, crisis e incluso del cambio climático) especialmente en un año con numerosas elecciones en todo el mundo donde están llamados a votar más de cuatro mil millones de personas. Y aquí está la clave de la idea que pretendió forjarse en este evento: que se vea a la desinformación como un riesgo para la humanidad. A esto, que siempre se lo llamó censura; ahora será lucha contra la desinformación. El antídoto, siempre será el mismo: informarse más e informarse mejor. Pero eso no se dijo.
El Foro pretende apoyar la creación de organismos de control de la información como ya existen en California, Reino Unido, Irlanda, y el que se está preparando en Europa. Después contarán si también propondrán algo para China o Corea del Norte. Allí está claro quién controla la información y cómo lo decide. En el caso de Occidente, donde existe libertad de expresión y leyes que ya penalizan la calumnia, la injuria o el acoso, será más difícil entender quién será el encargado de determinar qué será cierto y qué no.
Si además consideramos que de la discusión sobre política monetaria el punto fueron las CBDC (Central Bank Digital Currency), la nueva forma de dinero emitida de forma electrónica por un Banco Central, el diseño está hecho: identificación monetaria, personal y sanitaria, y con esto, más un control de la inteligencia artificial y de lo que ellos llaman «desinformación», nuestras vidas serán un cuento de Disney.
Esa pasión por controlar la IA no es por nuestro bien; es porque han perdido el control del mecanismo y no quieren que esté en manos de todos. Pasó ya con internet: cuando se dieron cuenta que era una herramienta de libertad empezaron a acotarla. Pasamos de la Web 1 que era pura libertad, a la Web 2 que es la actual y que es un espacio de control donde regalamos nuestra privacidad a cambio de una hipotética seguridad.
En su exposición Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, dejó claro que la preocupación inmediata no es el cambio climático sino la desinformación e información errónea y se espantó ante el riesgo que algunos gobiernos actúen demasiado lentamente, debatiendo entre prevenir la desinformación y respetar la libertad de expresión. La segunda proclama pro censura estuvo a cargo de la profesora de Harvard Naomi Oreskes quien culpó a Trump de la desinformación y pidió abiertamente al Foro Económico Mundial, a las empresas y los gobiernos de todo el mundo que hagan algo al respecto. El tercer ejemplo de potencial censura planteado en el evento lo hizo Andrew Ng el fundador de DeepLearning.AI con su idea de regular la inteligencia artificial no por su tecnología sino por sus aplicaciones. Esto es problemático cuando se incluyen, y en Davos lo hicieron, los sistemas de chats porque, dicen, difunden desinformación.
El 17 de febrero entrará en vigor la Ley de Servicios Digitales de la UE. Medida significativa que afecta a grandes buscadores de países miembros. Su enfoque y alcance propician la censura. La obligación de eliminar rápidamente contenidos ilegales plantea el asunto de quién decide qué es ilegal y cómo se garantiza que en el proceso no se supriman voces disidentes o controvertidas. Que el mundo al que nos dirigimos podría ser muy estrecho también lo prueba la reciente iniciativa de la Comisión de Seguridad del Transporte de los Estados Unidos -TSA- para implementar un sistema de reconocimiento facial en el pre-check, lo que permitirá a la agencia el acceso profundo a nuestros datos personales y expone a un potencial uso excesivo de esa vigilancia.
La gasa que separa la seguridad y la privacidad es muy fina. Somos menos libres por nuestra seguridad. A falta de privacidad, que es lo que está pasando con monedas digitales de bancos centrales, leyes de seguridad digital, identificadores o artilugios similares, faltaría una sociedad crítica que pueda rebelarse. Pero en unos años no se podrá decir nada que no esté aprobado por el discurso oficial, no se podrá gastar el dinero a voluntad, y no se podrá escapar a nada de todo eso. El Estado interventor, propiciado por lo que Milei llamó los «colectivistas» es la figura del futuro a mediano plazo. Se encarga que no se premie el sacrificio de unos cuantos, estigmatiza al que quiere prosperar en un entorno que no favorece la cultura del esfuerzo, vende como conquistas sociales trabajar menos y exigir más financiado por lo que unos pocos hacemos por muchos, y encima a ese expolio le llaman justicia social. Si alguien dice lo contrario o lo intenta demostrar será fake news y fin de debate. El futuro sostenible, igualitario y progresista que dicen nos espera es un mundo más pobre, subsidiado, dependiente, conformista y sumiso.
De momento van ganando en la implementación, pero han perdido ventaja en el conocimiento. Cada vez hay más gente que se da cuenta de lo que viene y por el hecho de saberlo, tenemos ventaja. Lo más importante es que a cada mensaje o normativa de «es por tu bien» se anteponga el sentido crítico, libertad y derecho individual a que no te protejan si para ello hay que privarse de la libertad o de ejercer la libre opinión.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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