Enero de 2015
Por Alberto Benegas Lynch (h)
Fuente: Libertad y Progreso
Es increíblemente paradojal, el mundo está en crisis -en algunos países de modo abierto y en otros de modo encubierto- debido al tamaño asfixiante del Leviatán, alimentado con impuestos exorbitantes, deuda colosal, regulaciones absurdas, privilegios inadmisibles a comerciantes, industriales y banqueros amigos del poder, mal llamados sistemas de “seguridad” quebrados desde cualquier perspectiva actuarial, en el contexto de marcos institucionales deteriorados.
Frente a esta situación, la paradoja llamativa que se observa por doquier radica en que la reacción a todo este disloque consiste en demandar más de lo mismo. Esto ocurre con machacona insistencia en todos lados en medio de la tragicómica crítica a un capitalismo prácticamente inexistente de tanto introducir estatismos galopantes.
Uno de los tantos ejemplos de lo dicho ocurre en estos momentos en España frente a la elecciones generales del año próximo. El movimiento partidario Podemos propone acentuar grandemente el estatismo en muy diversos frentes. Pablo Iglesias sugiere la nacionalización de empresas que no se ajusten a las indicaciones del gobierno en cuanto a precios y utilidades. Sugiere la tan cacareada redistribución de ingresos, aumentando impuestos para los más pudientes, critica severamente los paraísos fiscales como si la meta fueran los existentes infiernos fiscales, sugiere incrementar el salario mínimo, incrementar las pensiones estatales y otorgar una “renta básica” para todos, en otros términos, más combustible para las garras del monopolio de la fuerza y menores ingresos para la gente que debe sufragar la ampliación del gasto público. Asimismo, sugiere pedir la condonación de parte de la deuda pública externa, señala que el problema fundamental es la desigualdad de rentas y patrimonios por lo que sostiene que debe discutirse la posibilidad de imponer un ingreso máximo.
Iglesias y sus asesores incurren una y otra vez en el error grave de sostener que lo relevante es el consumo cuando en verdad es la producción sin la cual no hay consumo posible. La fantasía de los estímulos artificiales a la “demanda agregada” supone que puede desconocerse la razón por la que puede consumirse, pone la carreta delante de los caballos y hace caso omiso a la Ley de Say alterándose la secuencia de los procesos económicos en los que el ahorro y la consiguiente inversión resultan aspectos cruciales.
Este apretado resumen son los puntos más salientes que aparecen en los documentos de Podemos y que Pablo Iglesias expone de viva voz, por ejemplo, en los programas televisivos de Madrid La noche en 24 horas y en La sexta noche. El asesor económico principal de Podemos (también lo fue de Hillary Clinton) es Vincenc Navarro quien declaró en Le Monde Diplomatique que “el socialismo es el medio superior para lograr buenos resultados”. El otro asesor de relevancia es Juan Torres que participa también de esa corriente de pensamiento. Por otro lado, los representantes de Podemos en el Parlamento Europeo son en su mayoría comunistas, posición a la que adhería el propio Iglesias que por razones no del todo claras ahora sustituye su etiqueta por la de socialdemócrata.
Como he escrito antes, Stéphane Hessel publicó en Paris un panfleto dirigido principalmente a los jóvenes invitándolos a la rebelión no violenta, titulado Indignez-vous! que vendió un millón y medio de copias y se tradujo al español, portugués, alemán, japonés, italiano, inglés y griego. La versión española es la que primero prendió en sus lectores y como consecuencia de lo cual, a través de las redes sociales de Facebook y Twiter se congregaron primero en la Puerta del Sol en Madrid miles de jóvenes y luego lo hicieron en Granada, Valencia, Zaragoza y otras ciudades con la solidaridad expresada en otras capitales del mundo como New York. Podemos es una derivación de ese movimiento. Hessel es un sobreviviente de los campos de exterminio nazi (alemán de nacimiento pero desde hace mucho ciudadano francés), pero lamentablemente no ha comprendido las raíces del entrometimiento de los aparatos estatales en las vidas y haciendas ajenas puesto que es un acérrimo partidario de aquella contradicción en los términos denominada “Estado Benefactor” ya que el monopolio de la fuerza que llamamos gobierno no puede hacer filantropía ni caridad, una actitud que requiere de actos voluntarios realizados con recursos propios y no succionando compulsivamente el fruto del trabajo ajeno.
Como queda dicho, resulta increíblemente curioso y por cierto muy paradójico que la gente sea explotada miserablemente por intervensionismos estatales inmisericordes y, simultáneamente, las víctimas piden más de lo mismo, legislaciones sindicales compulsivas incluidas.
Hay en todo esto una superstición mayúscula que es casi como un guión de Woody Allen. Se recurre a la ficción del Estado (siempre con mayúscula, mientras se escribe individuo con minúscula) es una especie de bolsa de recursos que viene de los cielos sin percibir que son otros vecinos los que se hacen cargo compulsivamente de las cuentas. Y más curioso aun es que se las agarran con los de más recursos apuntando a desguasarlos con lo que naturalmente, a la larga o a la corta, se quedan sin nada y la pobreza aumenta exponencialmente.
Por otra parte, es de gran importancia comprender que una buena defensa de la sociedad abierta no consiste para nada en pretender una defensa del régimen actual, sea en nuestro ejemplo del Partido Socialista o el Partido Popular responsables no solo de haber hecho crecer al Leviatán sino de producir notables escándalos de corrupción y de tejer alianzas con mal llamados empresarios que más bien son ladrones de guante blanco debido a los privilegios que reciben de modo parecido a los que se embolsan los burócratas. Sin duda que está el contrafáctico: hubiera sido peor con Podemos en el gobierno, pero no se trata de correr una carrera para ver quien comete más desatinos sino de adoptar los principios y valores del respeto recíproco que brinda la sociedad abierta. Iglesias cita la Constitución española que consigna que la propiedad privada debe subordinarse al interés general (como si el interés de las personas que no lesionan derechos no fuera compatible con el interés general).
Tampoco quiero cargar las tintas contra la política española ya que, cono hemos apuntado, lamentablemente está muy diseminada por el planeta, muy especialmente en la región latinoamericana como son los casos de Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Argentina para no decir nada de a isla-cárcel cubana y lamentablemente de un tiempo a esta parte en Estados Unidos que, como he señalado repetidamente se viene latinoamericanizando rápidamente en el peor sentido de la expresión (en este sentido se publicaron dos ediciones de mi libro Estados Unidos contra Estados Unidos). Veamos el caso de Grecia donde el 25 de este mes de enero habrá elecciones con probabilidades que gane Syriza, el partido comunista-antisemita que surgió en 2002 en el Foro Europeo de Florencia.
Sacando el antisemitismo criminal, se perfectamente que no pocas de las propuestas mencionadas provienen de personas con las mejores intenciones, pero, como es de público conocimiento, las intenciones son irrelevantes, lo concluyente son los resultados.
Debemos retrotraernos a la historia y observar el correlato entre libertad y prosperidad moral y material. Veamos el caso de Estados Unidos antes de darle la espalda a los sabios consejos de los Padres Fundadores, veamos el caso argentino desde la Constitución alberdiana antes del fascismo de los años treinta y de la catástrofe del peronismo, sus imitadores y del estatismo militar.
Todo este marasmo es consecuencia de una educación deficiente. He citado ad nauseam al marxista Antonio Gramsci en el sentido de la receta muy cierta de “tomen la cultura y la educación y el resto se dará por añadidura”. Hay que poner manos a la obra y no lavarse las manos al decir que los resultados son a largo plazo. Cuanto antes se empiece, mejor. También lo he citado a este respecto a Mao Tse Tung en cuanto a que “la marcha más larga comienza con el primer paso”. Y aquí viene un asunto de la mayor importancia: en nuestro caso, cuando nos referimos a la relevancia de la educación no estamos circunscribiendo nuestra atención a la formal y mucho menos a la estatal, estamos enfatizando la importancia de valores y principios sin los cuales nada puede hacerse bien (esto va para el absurdo de sostener que Hitler surgió de un pueblo “educado” sin percatarse que era deseducado -fanatizado- por el resurgimiento de las ideas de autores como Herder, Fitche, Hegel , Schelling y List en colegios y universidades alemanas).
No cabe la crítica de sobremesa de cuanto ocurre y luego de engullir alimentos cada uno se ocupa de sus arbitrajes, muy legítimos pero absolutamente inconducentes al efecto de frenar la avalancha estatista. Tampoco se trata de votar por el menos malo, sino de correr el eje del debate para que los políticos del futuro puedan articular un discurso diferente ya que éste depende de lo que requiere la opinión pública.
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