Septiembre 2016
Por Romina Ryan
Fuente: Revista Criterio

La Facultad de Ciencias Económicas de la UBA fue sede de la segunda conferencia del Ciclo que organiza la revista CRITERIO a partir de Laudato si, conocida como “la encíclica verde” del papa Francisco. Cerca de 200 personas pudieron seguir el debate en torno a los ejes Economía y Ecología que protagonizaron el italiano Stefano Zamagni (profesor de Economía Política en la Universidad de Bolonia y en la John Hopkins University, además de consultor del Vaticano), el norteamericano Samuel Gregg (filósofo, director de investigación del Acton Institute de los Estados Unidos) y el brasileño Ricardo Abramovay (cientista político y profesor de la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad de San Pablo). La periodista Inés Capdevila, secretaria de redacción del diario La Nación, con sus preguntas y sus intervenciones ofició de moderadora del encuentro.

El primer punto de debate fue si la defensa de la ecología a ultranza, que es la posición en que se ubica Laudato si, es económicamente sustentable. En su defensa, Stefano Zamagni, remarcó que tiene sólidas bases científicas, ya que en 2014, a pedido de Francisco, la Academia Pontificia de Ciencias y la Academia Pontificia de Ciencias Sociales convocaron a físicos, biólogos, economistas y sociólogos de todo el mundo, que durante cuatro días debatieron y luego emitieron un documento final, y recién un año después se conoció la encíclica. Además, consideró que los enunciados de Laudato si han sido ratificados por otros organismos, por ejemplo, el Banco Mundial, que lanzó un documento advirtiendo sobre el fenómeno de los refugiados ambientales. Zamagni dijo: “Hay consenso entre los especialistas en que la economía de mercado no es sustentable, si bien no hay acuerdo respecto de las medidas que deben tomarse”. Y destacó que “la economía verde puede ser un camino para resolver problemas de naturaleza económica que no pueden resolverse de otra manera, por ejemplo, el desempleo”. Las formas de gestión de un bien común no pueden ser privadas o públicas, por lo tanto, consideró que Laudato si “va a estimular, en particular en los Estados Unidos e Inglaterra, entre otros países, una nueva reflexión para responder a la pregunta de cómo gestionar un bien común global. Una encíclica papal no da soluciones concretas sino que estimula el pensamiento”.

A juicio de Ricardo Abramovay, la contribución fundamental de la encíclica verde es reunificar dos duplas de términos que la edad moderna separó: economía y ética; y sociedad y naturaleza. “Si bien coincide en que existe el progreso material, el aumento de la longevidad y otras mejoras en las condiciones sociales, invita a preguntarnos por el sentido, cuáles son las finalidades de las actividades económicas, y son preguntas que no están en el repertorio de las ciencias económicas –dijo–. La economía es instrumental; la finalidad es de naturaleza ética. La encíclica invita a insertar la ética en el interior de la economía”.

En segundo lugar, Abramovay señaló que varios puntos de la encíclica muestran que nuestra civilización avanza hacia la dominación de la naturaleza; y el riesgo es interpretarla como una posición anti-ciencia. Sin embargo, para él, “la unidad entre espiritualidad, religiosa o no, y ciencia es lo que más necesitamos”.

Señaló un párrafo que considera equivocado: el que se refiere al control demográfico, teniendo en cuenta que se estima que la población mundial crecerá de siete a diez mil millones de personas, y la mayoría nacerá en países pobres: “El mecanismo fundamental para lograr una reducción del crecimiento poblacional es la emancipación femenina: el factor más importante en las luchas socio-ambientales. La cuestión de la explosión demográfica en los países más pobres está muy vinculada a la soberanía de la mujer sobre su propio cuerpo. La ONU estima que hay 230 millones de mujeres a quienes les gustaría tener acceso a contraceptivos, y no lo hace no por razones económicas sino culturales”. Y aclaró: “Mientras tengamos sociedades donde las mujeres no tienen libertad para decidir qué quieren hacer con su cuerpo, no habrá crecimiento económico ni desarrollo en estas sociedades. Se trata de un punto ético, mucho más importante que el debate económico”. Siguiendo el tema demográfico pero desde otra perspectiva, Samuel Gregg puso el acento en “el colapso demográfico”. Y citó como ejemplo a Italia, Francia y los Estados Unidos, países prósperos en donde la tasa de natalidad está en caída: la gente toma sus propias decisiones en cuanto a la cantidad de hijos que desean tener y se alejan un poco de los parámetros económicos y los incentivos.

Inés Capdevila propuso entonces retornar al tema de una nueva gestión del medio ambiente planteado por Zamagni, y Gregg consideró que “una de las cosas que hemos descubierto es que el Estado, en general, es bastante malo para gestionar los problemas ambientales. En este sentido, me sorprendió mucho que la encíclica no mencionara que la peor contaminación del siglo XX no fue perpetrada en las democracias occidentales sino en los regímenes de izquierda, autoritarios, como los países de la ex Unión Soviética”.

Por el contrario, para Gregg el punto más fuerte de Laudato si es el capítulo teológico: “Expresa de una forma hermosa la narrativa del Génesis y afirma que los hombres deben dominar la tierra pero a la vez tienen que acompañarla, ayudarla; ser proactivos con el mundo porque sonco-creadores; respetar el ambiente natural sin abusar de él”. Y también llamó la atención respecto del punto en el que el documento señala que existen muchas personas muy preocupadas por el medio ambiente que sin embargo no están tan preocupadas por la ecología humana, es decir, por el resto de las personas.

A partir de los planteos en torno a las dualidades norte-sur, muy presente en todo el texto, Inés Capdevila preguntó a los expertos sobre el componente ideológico-político. Después de aseverar que la ciencia económica no es neutral ni puede ser objetiva en un sentido científico, como sucede en la física o la matemática, Zamagni aseguró que el papa Francisco, a través de Laudato si, quiso cuestionar la tesis del historiador y antropólogo australiano Lynn White, quien en un artículo publicado por la revista Science sostenía que la culpa de la degradación del medio ambiente fue del cristianismo, a partir de una lectura del Génesis en la que Dios le dice a los hombres que tienen que dominar la tierra. Para el Papa, la lectura de White no es correcta porque el Génesis en realidad lo que dice es que hombre tiene que cultivar la tierra. “Como todos los economistas saben, el problema del medio ambiente es el dilema del prisionero: existe una solución, pero si las personas se comportan de manera egoísta, cada una busca su propio interés – entendiendo a las personas como países–, la solución óptima no llegará. Lo que dice Francisco es que si verdaderamente queremos resolver el problema del medio ambiente, no podemos seguir en la lógica del selfinterested”, agregó.

Abramovay calificó a Laudato si como una encíclica “muy moderna y actual” porque, por un lado, critica seriamente la idea según la cual los mercados son capaces, por su propio dinamismo, de resolver los grandes problemas de la humanidad. Pero no preconiza una sociedad sin mercado sino incorporar la ética al funcionamiento de los mercados: “Rompe con la idea de Estado vs mercado, porque una sociedad sana requiere sobre todo de una sociedad civil organizada, fuerte y capaz de iniciativas y de tomar el protagonismo”. También destacó que aparezca con mucha fuerza la idea de que las sociedades contemporáneas están produciendo desigualdades:“El lugar donde una persona nace es determinante en gran proporción de cómo va a vivir su vida”.

Gregg se mostró perplejo ante el predominio de un punto de vista escéptico sobre los mercados en general en el documento papal. Por ejemplo, que no haga referencia a que “los problemas del medio ambiente tienen mucho que ver con la escasez”. “Hay críticas al orden capitalista en Occidente, pero no menciona que la expectativa de vida se ha extendido, que los niveles de salud han mejorado, y que esto es lo que acompaña al progreso económico”, afirmó el economista norteamericano. También llamó la atención de que no se advierta que “son los países ricos los que parecen tener margen como para lidiar con los problemas ambientales, a diferencia de lo que sucede en los países con mucha población de bajos recursos, como India o China, que se muestran recelosos a la hora de firmar ciertos protocolos internacionales; para ellos la prioridad es orientar sus esfuerzos para sacar gente de la pobreza”.

Al respecto, Abramovay dijo estar de acuerdo con Gregg en cuanto a que la capacidad de producción de riqueza es una condición para enfrentar de manera positiva los temas ambientales. Pero consideró que en la actualidad la proposición debe ser invertida: enfrentar los problemas ambientales es la condición para producir riqueza. En este sentido, señaló que si bien durante los últimos quince años en América latina se dio un proceso de reprimarización de las economías, especie de “extractivismo progresista”, con producción de riqueza en términos de extracción de energías fósiles, minerales y agricultura, en China o India se está registrando un proceso distinto, orientando sus inversiones a la generación de energía solar y eólica, con una mayor preocupación por lo socio-ambiental. “Otro ejemplo sucedió en el Amazonas: cuando se combatió seriamente la deforestación, aumentó la producción. Hoy todo proceso de planeamiento productivo debe tener entre sus ejes el cambio climático”, afirmó.

Zamagni insistió en que el papa Francisco no es contrario a la economía de mercado, pero aclaró que ésta no es sinónimo de mercado capitalista: “Lo que Francisco quiere decir es que hay mercados que incluyen y mercados que excluyen, y que no podemos como cristianos aceptar una economía de mercado que va a excluir grupos de personas bajo la consideración de la eficiencia, porque la eficiencia es un valor, pero no es el valor supremo. La eficiencia pertenece al mundo de los medios, no de los fines”. Por eso para el economista italiano lo que debe cambiarse es el tipo de mercado en tanto no garantiza la equidad y tampoco la democracia: “El Papa escribe a favor de una economía de mercado que incluye a todos los hombres, aunque algunos sean menos productivos que otros”. Y aseguró que Francisco es favorable a la cuarta revolución industrial, que tiene que ver con las tecnologías digitales: “Así es posible adelantar la división del trabajo e ir contra el asistencialismo, con el que se ofende la dignidad humana”.

Zamagni avanzó distinguiendo entre crecimiento y desarrollo, entendiendo que el desarrollo humano integral incluye tres dimensiones: el crecimiento (que se mide con el PBI), la dimensión socio-relacional (los seres humanos son animales relacionales) y la dimensión espiritual: “El objetivo es el desarrollo, no sólo el crecimiento, como se hablaba hasta ahora. Si para aumentar el crecimiento voy a destruir la familia, los bienes relacionales, o disminuir el espacio de la espiritualidad, no será un verdadero desarrollo. Tampoco si no se tiene en cuenta el medio ambiente. Y esto no es ideología”.

Gregg, por su parte, agregó que entre los diferentes tipos de economía de mercado que existen, el capitalismo clientelar es un problema a combatir: los líderes políticos están muy vinculados a los líderes económicos y dejan afuera a los potenciales competidores, por ejemplo, por medio de muchas regulaciones que desalientan a los emprendedores: “En la Argentina saben mucho de esto. Y me gustaría saber qué puede decir la Iglesia al respecto, porque no ha dicho mucho”.

La moderadora Inés Capdevila consideró que teniendo en cuenta que la encíclica postula cambios de raíz, ¿quién podrá a aplicarlos si los Estados no son eficientes, tampoco los mercados, y las sociedades están fragmentadas?

Abramovay sostuvo: “El sistema político está muerto pero no puede ser enterrado porque sus miembros son muy poderosos. Pero el sentimiento dominante es que ya no se puede hablar de representación: la gente quiere estar presente en la escena política y cultural, lo cual me parece muy positivo”. Y agregó: “La respuesta la tienen los menores de 40 años, porque están elaborando los medios prácticos de la economía colaborativa, que no es sólo la cooperación de las personas, y se imprime cada vez más por la colaboración digital”. En este marco ubicó la revolución digital, que es descripta positivamente en Laudato si, y cuestionó a quienes quieren detenerla en pos de la preservación de los empleos: “Si el trabajo es un valor, no necesariamente debe es el trabajo asalariado como lo conocimos en el siglo XX. Este es uno de los retos fantásticos de nuestro tiempo”.

A su turno, Gregg habló de “parálisis política” y dijo no tener “mucha confianza en que el sistema político en sí mismo tenga mucho para ofrecer”. Se manifestó más interesado en las soluciones que puedan surgir de la sociedad civil: “Confío sobre todo en la libertad humana, para que la creatividad tenga impulso, junto al emprendedurismo. Si confiamos en la libertad humana vamos a encontrar soluciones para los problemas que enfrentamos, incluidos los ambientales”.