Por Samuel Gregg
Fuente: The Public Discourse
Abril de 2017
 

  1. Adam Seagrave sostiene, en su reciente ensayo de Public Discourse, «The Counterfeit of Money of Our Casino Economy», que muchos de nuestros problemas económicos contemporáneos no se resolverán hasta que el dinero vuelva a centrarse en su función económica fundamental: servir como un medio de intercambio. De acuerdo con Seagrave «cuando sea que el dinero aparezca al final de la ecuación y no en el lugar de en medio —queriendo decir que el dinero es tanto el medio de intercambio como uno de los bienes intercambiados— su valor y propósito estarán distorsionados».


Ciertamente, el propósito del dinero y de las finanzas en general es servir a la economía real. El dinero no tiene sentido fuera del mundo de la oferta y la demanda. También es cierto que muchos de los problemas que caracterizan a las economías capitalistas modernas se deben en gran parte al mal funcionamiento de la industria financiera. Esta es la razón por la que llamamos crisis «financiera» a los trastornos económicos de 2008.
Dicho lo anterior, yo sugeriría que un regreso a lo que llamaré «dinero bueno» necesita una revaluación del papel de las instituciones gubernamentales con respecto al dinero. Es aquí donde se encuentran las raíces de problemas importantes de muchas de las economías actuales, cuyas razones se harán más evidentes una vez que veamos los propósitos y funciones múltiples del dinero.
Lo que el dinero hace
En cualquier libro de texto, la primera lección acerca del dinero es que su función más básica es ser un medio de intercambio. El dinero sirve de representante del valor de bienes y servicios reales, los que son objeto de intercambio económico. Sin embargo, esto permite que el dinero realice otras tres funciones: ser una reserva de valor en el tiempo, una unidad de cálculo y un estándar de pagos diferidos.
Estas funciones hacen posible que el dinero sirva a otros dos importantes propósitos. Primero, puede ser un conductor eficiente de información a través del sistema de precios. Los precios llevan un cierto orden al aparentemente anárquico carácter de las economías de mercado. Los precios aumentan y disminuyen en respuesta a la demanda de los consumidores y la aparición y refinamiento de productos y servicios. Esta información permite que los recursos sean constantemente asignados de acuerdo con los cambios incesantes de la oferta y la demanda. El dinero como precio, por tanto, permite la coordinación de millones de piezas de información económica dispersadas entre miles de millones de individuos.
Un importante segundo objetivo del dinero es ser capital financiero. Si el dinero no pudiera funcionar como almacenaje de valor, estaríamos condenados a vivir en el tipo de economías de subsistencia que predominaron en gran medida hasta el comienzo de la Edad Media. Como escribió el franciscano Peter Olivi (1248-1298) en De contractibus usurariis:
«Porque ya que el dinero o la propiedad que es administrada directamente por su propietario es puesta a trabajar por una ganancia probable, no tiene solo la simple calidad de dinero o de bienes, pero más allá de eso, una cierta cualidad seminal para generar ganancias, lo que comúnmente llamamos capital».
Una manera contemporánea de describir esto sería decir que el capital financiero es creado cuando la gente produce más de lo que necesita inmediatamente, obteniendo ganancias, y ahorrando algo de este poder excedente de compra. Este capital financiero puede ser invertido para facilitar la producción adicional de bienes y servicios por parte de uno mismo, o de aquellos a los que el capital sea prestado.
La gradual comprensión del dinero (1) como medio de intercambio y (2) como transportador de precios que podía simultáneamente también funcionar (3) como capital financiero, fue crucial para la identificación, por parte de los pensadores escolásticos, de derechos justos para el cobro de intereses durante la Edad Media. El proceso por el cual ocurrió esto, sin contradecir a la doctrina cristiana ortodoxa sobre la injusticia de la usura, fue cuidadosamente explicado por Thomas Divine, S.J., en su libro de 1959 Interest: An Historical and Analytical Study in Economics and Modern Ethics.
Es importante hacer notar que tales derechos de alguna manera se basaron en la consideración de que el capital financiero es una fuerza productiva, en las condiciones de un mercado genuino de inversión (acciones, bonos, valores, etc.). Cuando se combinan con el reconocimiento del valor temporal del dinero —la percepción de que el dinero disponible ahora es mayor que el de una cantidad idéntica prometida para el futuro debido a su posible capacidad de ganancia— comenzamos a ver cómo aquellos que se especializan en la acumulación e inversión del capital financiero juegan un papel crucial en impulsar el crecimiento económico que se necesita para sacar y mantener fuera de la pobreza a millones de personas y familias.
El dinero estable importa
Si esos son aceptados como las funciones y papeles esenciales del dinero, es importante que prevalezca la estabilidad monetaria. Esto implica la estabilidad monetaria en (1) el poder adquisitivo del dinero; (2) el valor relativo de una moneda en comparación con otras (el tipo de cambio); y (3) el costo de oportunidad con respecto a las cantidades de dinero disponibles en el futuro (es decir, las tasas de interés).
La estabilidad monetaria en los tres campos estimula la productividad y la inversión porque da a los individuos y a las empresas la confianza de que los precios de bienes, servicios, mano de obra y capital se mantendrán relativamente constantes y predecibles en el tiempo. La inestabilidad monetaria, por el contrario, socava esta seguridad y hace que la gente desconfíe de las inversiones. Para los consumidores, la inestabilidad monetaria socava su capacidad para distinguir lo que encuentran marginalmente preferible en el mercado de lo que encuentran marginalmente inferior. Esto hace que sea más difícil para los consumidores el alinear sus recursos disponibles para satisfacer sus necesidades y satisfacer sus deseos durante períodos extendidos de tiempo.
Si esto es verdad, entonces necesitamos políticas monetarias que eviten que la estabilidad monetaria sea socavada, especialmente debido a las perturbaciones que surgen de la misma oferta monetaria. El objetivo central y de largo plazo de la política monetaria debería ser, por tanto, mantener a la oferta de dinero tan «neutral» como sea posible. Ciertamente, como observó el economista ganador del Premio Nobel, Friedrich von Hayek, la perfecta estabilidad monetaria solo podría mantenerse si el flujo de dinero se mantuviera constante, todos los precios fueran perfectamente flexibles y el movimiento futuro de los precios fuera muy predecible. La segunda y la tercera de estas condiciones, dijo, son poco probables de que se cumplan. Por lo tanto, cuando hablamos de dinero «neutral», estamos hablando realmente de minimizar la fricción innecesaria y la volatilidad para mantener cierta estabilidad predecible en los tipos de cambio, las tasas de interés y el poder adquisitivo promedio de una moneda en el tiempo.
Socavando el dinero
En las últimas décadas, los gobiernos y los bancos centrales han tratado de utilizar a la política monetaria para alcanzar objetivos adicionales al de la estabilidad monetaria. En estos esquemas, el dinero es convertido en uno de los varios macro-agregados estadísticos posibles de rastrear que las instituciones gubernamentales usan para intentar dirigir a la economía para alcanzar objetivos como el de pleno empleo.
Eventualmente, estas políticas contribuyeron al crecimiento de las presiones inflacionarias en muchos países, hasta que los bancos centrales, como la Reserva Federal, utilizaron a las tasas de interés para romper la inflación a finales de los años 70 y principios de los 80. Aunque esto fue necesario, esta decisión contribuyó a un desempleo mayor durante varios años. Aún así, pocos gobiernos han renunciado a ver a la política monetaria como un medio para abordar a los problemas económicos de una manera que les ayude a evitar tomar decisiones económicamente necesarias pero electoralmente costosas.
Gobiernos de izquierda y de derecha han considerado a la política monetaria como una herramienta macroeconómica para impulsar el empleo a corto y mediano plazo, a costa de devaluar los ahorros de las personas y el poder adquisitivo de su dinero, entre otras cosas. Esto, a pesar de saber que reducir el desempleo a largo plazo depende mucho más de factores microeconómicos tales como asegurar la flexibilidad del mercado laboral y exorcizar, tanto como sea posible, a la economía del amiguismo.
El ejemplo más reciente de uso de la política monetaria para evitar tomar decisiones políticamente difíciles es llamado «quantitative easing». En términos sencillos, esto implica mantener vivas a las economías con problemas elevando la oferta monetaria mediante el Banco Central comprando bonos y otros activos financieros a los bancos privados y otras instituciones financieras. La meta es fomentar los préstamos privados, lo que a su vez aumenta la oferta monetaria, estimulando de esta manera a la economía pero evitando o postergando el proceso doloroso de liquidar a los negocios fiscalmente insostenibles.
Como todos los estimulantes adictivos, el «quantitative easing» provee un estímulo de corto plazo a costa de algunos efectos indeseables de largo plazo. En las economías de mercado, por ejemplo, las personas necesitan ser capaces de distinguir entre las empresas que son viables y las que no lo son, para poder invertir en las primeras y evitar las pérdidas asociadas con el posible fracaso de las segundas. El «quantitative easing», sin embargo, ayuda a mantener a flote a los negocios insostenibles. Esto distorsiona a la información que la gente necesita para tomar decisiones prudentes de inversión. Esto ayuda a socavar los costos de oportunidad en la economía y facilita errores serios de asignación de capital financiero. Y esto significa menos crecimiento económico en el largo plazo.
Mucho más podría decirse acerca de las formas en las que nuestros desafíos económicos actuales estás haciendo enfrentados con una política monetaria cuestionable. Cómo terminará todo esto es una pregunta por responder. Pero si vamos a solucionar estos problemas, necesitamos recordar cuáles son las funciones y los propósitos del dinero, y cuáles no. Ese es el camino hacia el dinero bueno y una economía más sólida.
 
Nota
La traducción del articulo «Making Sense of Money» publicado por el Acton Institute el 5 de abril de 2017, es de ContraPeso.info: un proveedor de ideas que sostienen el valor de la libertad responsable y sus consecuencias lógicas. Esta columna apareció primero en The Public Discourse del 8 de febrero de 2017.