Julio de 2017
Por Agostina Lorenzini
Acton University fue una de las experiencias más enriquecedoras que he tenido, no solo a nivel académico, sino también, espiritual.
Soy una católica conversa y puedo decir que esta experiencia a reafirmado y fortalecido mi Fe. Las expectativas que tenía no eran más que las de profundizar mi formación en temas de economía, emprendedurismo, pobreza, estudiar nuevas perspectivas sobre cómo ayudar a los emprendedores con sus proyectos, etc. Sin embargo, estos tres días me iluminaron la mente y el corazón. Llegué sintiéndome sola, trabajando en un mundo difícil y me vuelvo con un sentimiento de pertenencia a un grupo de amigos nuevos que comparten la lucha hacia una sociedad más libre y, por ende, justa.
Acton Institute es una institución que estudia e investiga temas relacionados con la religión, la filosofía y la economía. Teófilo Silveira, en su escrito sobre su experiencia en Acton 2016, nos cuenta sobre cómo las personas cambian al mundo, no solo las ideas. Comparto con él esas palabras, estoy convencida de que es una de las cosas que más aprendí y que más me llegó al corazón. A veces, los problemas cotidianos, las barreras y dificultades te llevan al desánimo y la pérdida total de motivación, no para cambiar el mundo, sino nuestro pequeño mundo. En cambio, esta experiencia te devuelve el foco, te centraliza, te hace sentir que no estás sola. Fuimos más de 1000 personas, de cinco continentes distintos, luchando por lo mismo. Sin querer profundizar más en este tema, les recomiendo leer el artículo de Teo, dado que quiero centralizarme en otro concepto importante que me llevo a casa: “la búsqueda de la verdad”.
Samuel Gregg en su charla “Benedicto XVI y la Crisis de Europa” habló de los principales problemas que enfrenta hoy el viejo continente: desempleo, falta de emprendedurismo, demografía, inmigración económica y, el peor, lo que Benedicto XVI llamó la dictadura del relativismo. No soy experta en el tema, no soy filósofa, pero voy a tratar de exponer lo que interpreté de esta clase magistral.
Podemos estar de acuerdo en que el desempleo y la falta de emprendedurismo son problemas causados por el exceso de regulaciones estatales en la economía. Resulta tan costoso contratar a una persona, dado las rigideces de las leyes que regulan el mercado laboral, que las empresas no tienen ningún incentivo de contratar nuevos empleados y los principales perjudicados son los jóvenes, aquellos que no cuentan con experiencia laboral previa porque es mas caro contratar a alguien sin experiencia que con experiencia previa, ya que hay que capacitarlo. Por otro lado, la falta de emprendedurismo también va por el mismo camino: las dificultades para abrir una empresa, las regulaciones que hay que cumplir, habilitaciones, permisos burocráticos, etc., hacen que la gente prefiera trabajar en relación de dependencia. Emprender, de por sí, es un camino difícil, donde uno toma muchos riesgos, y si a todo esto se le suman las trabas estatales, es normal que un ciudadano común decida no tomar ese camino y pierda la motivación. Al haber menos emprendedurismo, hay menos innovación y por lo tanto un estancamiento de la productividad.
Por otro lado tenemos los problemas demográficos que está presentando Europa, el promedio de hijo por familia es de 1,6. Esto no solo tiene consecuencias en el cambio étnico de la sociedad, sino también económicos, ya que los sistema de pensiones son un esquema de Ponzi, es decir, los trabajadores de hoy pagan con sus aportes e impuestos las jubilaciones de los actuales pensionados. Al cambiar la pirámide demográfica, de manera que hay más viejos que jóvenes, el sistema se vuelve insolvente. Además, está la inmigración. Hay distintos tipos de inmigración, el caso más problemático es el de las personas que emigran de sus países solo en búsqueda de estado de bienestar, es decir, de subsidios, ayudas estatales, etc. No les interesa integrarse, progresar, aprender el idioma, sino conseguir un subsidio. Es tan visible esto que hay grupos de inmigrantes que eligen ir a algunos países en lugar de otros por las facilidades burocráticas para obtener uno, por ejemplo, prefieren ir a Suecia en lugar de ir a Dinamarca, ya que en Suecia es mucho más fácil y más accesible la ayuda del estado que en Dinamarca. El ocio y la falta de idioma hacen que estos grupos se concentren en barrios y se vuelvan hostiles hacia los locales. Llegamos así al último problema: “La dictadura del relativismo”
Estos no eran problemas nuevos para mí. Al vivir en Europa, lo puedo observar en el día a día. Sin embargo, lo que Benedicto XVI llamó “La dictadura del relativismo” sí lo es. Se va constituyendo una especie de tiranía en la que no se reconoce nada como definitivo: no hay una verdad. El relativismo abandona todo tipo de diálogo para alcanzar una verdad común sobre, por ejemplo, las bases para construir una sociedad, ya que se deja como última medida al propio yo y se trata de no ofender al otro siendo “políticamente correcto”. Uno pierde el eje en temas fundamentales inherentes al ser humano y la libertad humana.
Sam Gregg, tomando a las palabras de Jesús, me escribió en un libro “La verdad nos hace libre”. El relativismo es la crisis de la verdad porque se considera que el ser humano no es capaz de conocerla. Pero esto no es un tema de debate teológico o filosófico, sino que es una actitud ante el gran desafío de buscar la verdad. Se percibe a la verdad como un techo que limita nuestras posibilidades. Sin embargo, la verdad es una base firme sobre la que se despliega la creatividad social e individual. Mientras más firme sea esa base, más alta la construcción, más posibilidades, más libertad de proyectos, de ideas, de propuestas.
La ideología y los fanatismos, ya sean de izquierda o derecha, no son sobre la verdad, sino que usan el poder para convencer a otros y adoctrinarlos. Ideología es opresión, no es libertad. La verdad es la que nos hace libres. La verdad se encuentra ampliando nuestros límites de la razón.
Samuel Gregg concluye su charla diciendo que hay que volver a buscar una identidad común europea con sus bases cristianas, crear minorías e integrarlas, pero sobre todo estudiar e investigar sobre la verdad, preguntarse quién es Jesús y volver a nuestros orígenes occidentales. Cuando concluyó la charla, mi pregunta fue: “¿Cúal es el límite entre identidad y nacionalismo?” Gregg respondió “el odio”. Podemos conocernos, saber quién somos, sin odiar al otro.
Se puede imaginar que luego de semejante charla y revelación, mi visión del mundo cambió completamente. Por lo que las demás charlas, ya no solo las escuchaba tratando de entender el sentido económico de temas fundamentales como la pobreza, la vocación empresarial y la economía de mercado, sino que se le sumó un trasfondo espiritual y moral significativo. Darle un sentido ético a estos temas centrales generó en mí una evolución del análisis muy importante para poder trabajar para acercarnos a una solución.
Creo que ese ha sido el principal aporte de Acton University en mi vida, poder darle un sentido ético y moral a mi trabajo, fortaleciendo mi Fe y volviendo a las tradiciones y abrazarlas, poder seguir estudiando para acercarme a la verdad, alejándome de la tentación de ideologizar mi trabajo, respetando la dignidad y la libertad de cada individuo.