Por Carroll Ríos de Rodríguez (blog personal)
23 de mayo de 2013
¿Se siente culpable? ¿Lo han acusado de ser como Rico McPato, avaro y egoísta, o de ser uno de esos buscadores de rentas-mercantilistas, que usan los privilegios estatales para satisfacer sus intereses a costillas de los demás? ¡No todos encarnan estos estereotipos!
Por eso, considero una verdadera joya la publicación por el Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, La vocación del líder empresarial, una reflexión (septiembre, 2012). Conjuntamente con otras dos entidades, dicho consejo pontificio organizó un seminario para evaluar cómo deben vivir la caridad los empresarios, los profesionales y los profesores universitarios; allí consensuaron este texto.
El documento contiene cuatro enunciados poderosos: 1) el trabajo profesional es vocacional, 2) el trabajo nos hace cocreadores con Dios, 3) ponemos en práctica y promovemos las virtudes dentro del mercado y la empresa, y 4) la sociedad y el Estado deben apoyar a las empresas.
“La vocación del empresario es un genuino llamamiento humano y cristiano. Difícilmente puede sobreestimarse su importancia en la vida de la Iglesia y en el mundo económico”, leemos en el punto seis del documento. Dicho de otra forma, es camino de santidad un trabajo, un negocio o una profesión cuando se vive como vocación, con sentido cristiano.
Lo que es más, la creatividad y la innovación propias de la actividad empresarial continúan desarrollando y completando “la obra del Creador”. El proceso creativo genera riqueza, es un juego de suma positiva, que no perjudica a unos para elevar a otros (40). De allí que se deba organizar la producción para lograr nuevos avances científicos y nuevas tecnologías.
“Las empresas tienen potencial para ser una gran fuerza de bien en cualquier sociedad” (9). Una empresa bien gestionada contribuye al bienestar material y espiritual de los empleados y sus familias, porque fomenta el ejercicio de las virtudes como la justicia, la disciplina, la sabiduría y la solidaridad. Cuando los mercados están estructurados con base en la libertad, la creatividad, la verdad y la fidelidad a los compromisos, los líderes empresariales sirven al prójimo y al bien común.
“La Iglesia reconoce el papel legítimo de la ganancia como indicador del correcto funcionamiento de la empresa. Cuando una empresa obtiene beneficios, generalmente implica que los factores de producción han sido empleados de forma correcta y que las necesidades humanas han sido satisfechas de forma apropiada” (51).
¿Qué requiere una empresa de la sociedad y del Estado, según esta reflexión? La empresa florece en un entorno que garantice “el Estado de derecho, el derecho de propiedad, la competencia libre y abierta” (36). Es más, “cuando estos elementos del bien común están ausentes o no funcionan correctamente, las empresas sufren las consecuencias”. ¡Son elementos del bien común la propiedad y la competencia libre!
La vocación del líder empresarial amerita una lectura cuidadosa. Lo encontrará aquí
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