zanotti

En una escena de la película Matrix, Morpheus le explica a Neo cómo ellos pueden grabar programas en su mente una vez que están dentro de la matrix (es memorable la escena donde Trinity necesita manejar un helicóptero y en segundos se convierte en una piloto experta). ¡Qué envidia!

No tengo una visión apocalíptica de las nuevas tecnologías de la información; al contrario. Si por información se entiende el canal físico donde grabamos nuestro conocimiento, ellas son un nuevo paso después del papiro y el papel. Nada esencialmente diferente. El problema es la permanente confusión entre información y conocimiento, que originó problemas en varios ámbitos de la cultura: en la ciencia, que es confundida con «datos objetivos»; en la filosofía, donde algunos creen que la lectura directa de los autores son también «datos objetivos», y en la comunicación social, donde se sigue manejando la famosa y falsa diferencia entre «hechos» y «opiniones», como si la redacción de los primeros no estuviera sana y necesariamente diseñada por las segundas. También en la educación, donde se cree que aprender es copiar el libro y repetirlo.

Las tecnologías de la información no son por sí mismas el reemplazo de la antigua y sacrosanta escolaridad repetitiva y negadora del pensamiento creativo. Ellas son en sí mismas maravillosos y nuevos instrumentos de acumulación de información. No son, ellas mismas, el ser humano que decodifica e interpreta un mensaje; no son el ser humano que escucha, lee y pasa por su pensamiento crítico el mensaje; no son el ser humano que investiga, que dialoga consigo mismo y con los demás y llega a sus propias conclusiones; no son, en última instancia, conocimiento.

Pero que no lo sean no es una crítica, es como criticar a un automóvil, porque él en sí mismo no es el ser humano que lo conduce. El peligro consiste en suponer que el automóvil implica en sí mismo saber cómo manejarlo e interpretar las señales de tránsito. No, no lo implica. Allí entran la educación, el conocimiento; de otro modo, sí, pero insustituible.

Estas herramientas presuponen nuevas funciones docentes, como predijo Luis J. Zanotti 36 años atrás. El niño, el adolescente, el adulto, pueden, como antes, leer o ver, pero tienen que interpretar, criticar, analizar, y para ello necesitan el diálogo con alguien que los guiará en esa búsqueda intelectual. Tal vez la diferencia radique en que las nuevas tecnologías tienen un atractivo que antes el libro no tenía. La pantalla ejerce una fascinación irresistible. Con más razón, necesitamos docentes que puedan dialogar con todo ello.

El problema de las nuevas tecnologías de la información está en sus creadores, los humanos, que las confunden con tecnologías del conocimiento. Y el conocimiento no tiene tecnologías. Tiene humanos, que, al menos hasta ahora, no dependen de un cable en la pared.

*Publicado por La Nación