Por: Roco Buttiglione. Político italiano
Fuente: Religión en Libertad
13 octubre 2014
Publica la revista “Misión” la entrevista que Isis Barajas realiza al político italiano Rocco Buttiglione. Aporta buenas ideas para una concepción de la política desde una perspectiva cristiana de la vida. Destacamos algunas de ellas.
“Si me piden que para estar en un partido cometa un acto de cobardía, tengo que salirme”
HABLA CON la serenidad y la sabiduría que dan los años. Político de larga trayectoria en Italia y en la Unión Europea (UE), saltó a las portadas de los periódicos por declarar que la homosexualidad era un desorden moral. Sus manifestaciones provocaron que se revocara su nominación a comisario de Justicia, Ciudadanía y Derechos Fundamentales en la UE. Pero, al margen de la polémica, este marido, padre de cuatro hijas y abuelo de once nietos, es un profesor de filosofía de una fe profunda. Pertenece al movimiento Comunión y Liberación desde sus orígenes y fue amigo personal de su fundador, Luigi Giussani, y de san Juan Pablo II, del que todavía hoy habla con emoción y brillo en la mirada. Miembro de la Academia Pontificia para las Ciencias Sociales, buen conocedor de la Teología del Cuerpo de san Juan Pablo II, y autor de diversos libros sobre familia, acaba de presentar en Madrid la última obra de la que es autor, junto con Jaime Mayor Oreja e Ignacio Sánchez Cámara: ¿Democracia sin religión? (Editorial Stella Maris, 2014).
– ¿Qué se dijo de usted para eliminar su candidatura como comisario en la UE?
– Me atribuyeron cosas e intenciones que no tenía. Yo respeto los derechos de los homosexuales, tengo amigos homosexuales y no quiero discriminar. Tampoco creo que todos ellos sean pecadores. Yo dije que tenía derecho a pensar que la homosexualidad es un desorden moral. Del desorden moral al pecado hay una transición. El pecado requiere el acto subjetivo, es decir, que yo sepa que es un desorden moral y que tenga la libertad de hacerlo. Pero eso no tiene nada que ver con la discriminación; no discriminamos a los pecadores. Si todos los pecadores tuvieran que ir a la cárcel, yo iría el primero y muy poca gente estaría libre. Pero esta explicación no fue suficiente. Ellos querían que dijera lo contrario de lo que dice el Catecismo de la Iglesia católica y de mi conciencia, y yo no podía. Me atribuyeron la lucha contra los homosexuales, el odio contra ellos y un montón de cosas así. ¿Cree que un político debe reservarse su opinión sobre cuestiones morales? Yo creo que el político tiene derecho a pensar, aunque, sobre ciertas cosas, es mejor callar. Pero, ¿y si te preguntan? Tendrás que contestar. Yo no quería hablar sobre el tema, pero me preguntaron una… dos… tres… cuatro veces…, y yo pensé en lo que dice Jesús: “Aquellos que tienen vergüenza de mí frente a los hombres, yo también tendré vergüenza de ellos ante el Padre mío”. Así que, a la quinta o sexta vez, yo contesté de la manera más suave posible, enfatizando la distinción. Pero no fue suficiente. ¿Dónde acaba la prudencia y comienza el complejo? Yo fui prudentísimo, pero hay un momento en el que la prudencia se con- vierte en cobardía. Y yo no quise llegar a ese límite.
– ¿Mejor partidos políticos católicos o católicos en partidos políticos?
– Depende del partido. Está claro que hay motivos ideológicos con los que no puedes estar. Se puede llegar a estar en ciertos partidos con una condición: el partido no es una Iglesia y nunca puede pedirme algo contra mi conciencia. Hay partidos que aceptan la libertad de conciencia y otros que no, en los que “matan” al diputado que vota a favor de la vida y en contra de la ley del partido. Lo mejor es estar en un partido para mejorarlo. Si no es posible, y me piden que cometa un acto de cobardía, tengo que salirme.
– En una democracia, ¿es todo susceptible del consenso social o debería haber cuestiones “intocables”?
– En una democracia el resultado electoral es el juez último. ¿Qué hacemos cuando el juez emite una sentencia equivocada? Hay una historia griega al respecto: una vez, un noble fue a ver al rey Filippo, porque había recibido una ofensa y pedía justicia. Pero el rey estaba ebrio, y le dijo: “No tengo ganas de hacerte justicia”. El hombre contestó: “Haré una apelación”. Filippo dijo: “¿A quién, si no hay nadie más poderoso que yo a quien apelar?”. “Haré una apelación a Filippo, pero al Filippo sobrio”, respondió el noble. En una democracia, siempre se podrá hacer una apelación del pueblo ebrio al pueblo sobrio. Ninguna derrota es definitiva y tampoco lo es ninguna victoria. El pueblo no tiene siempre razón, puede equivocarse. Y cuando el pueblo se equivoca, ¿qué se hace? Se intenta explicar mejor. Entonces, ¿es cuestión de educación? De educación, de familia… Hay que entrar en la discusión. Pero no podemos decir “Hay tanta gente que vive una vida sin pasión… La pasión se traslada al equipo de fútbol o a ver una película, pero es una vida sin Cristo, y eso no es vivir. Es una vida aburrida”.
No podemos decir: “esto es así porque lo dice la Sagrada Escritura”, sino que debemos entrar en la discusión argumentando a partir de nuestra experiencia de vida. Nadie puede prohibirme argumentar desde mi vivencia. Debemos trabajar para que, desde la política, no se hable desde el lenguaje de la ideología, sino desde el lenguaje de la vida. En un discurso en el Congreso de los Diputados italiano sobre la eutanasia, dije: “Yo he tenido en mis brazos a un hombre que me decía ‘déjame morir’, pero la muerte no era lo que él entendía por ‘déjame morir’, sino que quería decir ‘ayúdame a vivir de otra manera porque así no puedo vivir’”. Esto entra en el debate político, ¡cómo no va a entrar! Alguien te puede decir: “Pero tú dices eso porque, cuando eras joven, Giussani te dijo que hicieras un voluntariado en el Cotolengo…”, ¿Y qué? Es la fe la que formó esta vida, pero ahora lo que entra en la discusión es mi experiencia vital, y eso no lo puedo omitir. No debes argumentar sobre lo que has leído u oído. El debate se hace interesante cuando llega a este nivel.
-¿Por qué cree que ha aumentado la presencia en la UE de partidos extremistas, tanto de izquierda como de derecha?
– Porque la política europea ha fracasado. No ahora; fracasó cuando no se hizo referencia a las raíces cristianas de Europa en la Constitución o cuando no teníamos siquiera constitución, y, en los últimos 10, 15 años, cuando, según dicen, hemos tenido una política europea basada en “la Europa de los derechos”, pero que en realidad ha sido “la Europa de los egoísmos nacionales e individua les y de los derechos sin deber”. Europa es como un castillo maravilloso: hemos creado una concepción extraordinaria, bajo el empuje de san Juan Pablo II, pero al final nos han derrotado; no hemos construido el techo y, cuando llueve, la casa se moja. Cuando llegó la crisis mundial, Europa no era solidaria, no sabía por qué tenía que serlo, y no ayudó a los que estaban en peligro. Bueno… sí los ayudó, pero poco y demasiado tarde. La especulación mundial acorraló a los más débiles e intentó matarlos, ¿y los más fuertes?, ¿vinieron en su ayuda? Sí… pero si hubieran venido inmediatamente podríamos haber ganado la batalla a la crisis mundial con un coste mucho menor, sin millones y millones de desempleados y pobres.
– Político, filósofo, padre, cristiano Un sueño para Europa: tener una Constitución que reco- nozca los valores cristianos y que haya trabajo para todos. ¿Qué ley le hubiera gustado aprobar: una ley contra el aborto que no sea una ley contra la mujer?, porque es muy difícil defender al niño en contra de la madre.
– No sé si es posible, pero tenemos que pensar en ello.
– ¿Qué pensador del siglo XX destacaría?
– Karol Wojtyla fue un gran filósofo.
– Un deseo para sus hijas
– Que encuentren la fe que encontré yo y la vivan.
-¿Cómo se ve dentro de diez años?
– Si tengo suerte, escribiendo libros, dando clase y dialogando con jóvenes.
– ¿Qué influencia ha tenido Luigi Giussani en su vida?
– La deuda que tengo con Giussani es inmensa, porque gracias a él yo encontré la fe cristiana, que es una forma de vida. Él siempre recordaba a Jesús cuando dice a los discípulos que tendrán la vida eterna y el ciento por uno. Giussani decía: “Si ustedes no tienen interés en la vida eterna, no hay problema porque no saben lo que es. Pero no es posible no tener interés en el ciento por uno”. Él decía que se podía vivir una vida apa- sionante. Con 16 años que yo tenía, ¿qué es la vida? Es la esperanza de vivir un amor grande. El ciento por uno es seguir a Cristo, es la manera de entrar en esta gran vida, de tener una compañía que te descubre la grandeza que hay en la vida…
– Actualmente se habla mucho de crisis de paternidad. ¿Cómo se considera usted como padre?
– Ser padre es muy difícil. Necesitamos de una ayuda particular de Dios. ¡Qué puedo decir…! La cosa más importante para ser padre es tener una mujer. Porque los niños necesitan una madre y un padre, pero, por encima de eso, necesitan el amor entre un padre y una madre. Si se da esta unidad, aunque el padre falte (porque yo he faltado mucho), lo ven a través de los ojos de la madre, que lo ama. San Juan Pablo II me dijo que el don más grande que como padre podía dar a mis hijas era amar a su madre. No vivir con ella o no traicionarla, sino amarla.
– ¿Qué le pide usted al próximo Sínodo de los Obispos sobre la familia?
– La primera necesidad es decir a los jóvenes que no tengan miedo a enamorarse ni a tener hijos. Hoy les decimos: “El sexo es real; el amor, no”. Les decimos que el que ama más sufre más, y que, cuando las cosas vayan mal, se separen. El enamoramiento debe convertirse en amor, en querer tomar la responsabilidad de la vida del otro. Se nos habla de amores que fracasan, pero no de lo que puede llegar a conseguir el amor humano y de que existe el perdón… Nadie enseña hoy la virtud de la perseverancia. Cuando me casé, Giussani me dijo: “Ahora, rezad a la Virgen de la perseverancia”. Al principio me pregunté qué Virgen era esa, pero luego lo entendí: hay tantas dificultades que el miedo del comienzo regresa con fuerza y necesitas perseverar. Este es el mensaje que hay que dar a los jóvenes…
Deja tu comentario