En su primer discurso en Turquí­a,
el Santo Padre hace un llamamiento
por la paz en Oriente Medio,
pide no resignarse a los conflictos y
elogia la acogida de los refugiados de Siria e Irak


Fuente: Zenit
28 de noviembre de 2014
Ciudad del Vaticano, 28 de noviembre de 2014
Rocío Lancho García

El Santo Padre ha subrayado en su primer discurso en Turquía el papel que este país desempeña en el concierto de las naciones. En el Palacio presidencial y antes las autoridades, el Papa ha hecho un llamamiento por la paz en Oriente Medio pidiendo no resignarse a los continuos conflictos, como si no fuera posible cambiar y mejorar la situación. Además, también ha hablado de la libertad religiosa como uno de los pilares para contraponer al fanatismo.

Francisco ha aterrizado a las 13.00 hora local en el aeropuerto de Ankara. Desde allí se ha dirigido directamente Mausoleo de Atatürk, fundador de la Turquía moderna, donde ha colocado una corona de flores y se ha detenido en silencio. En la sala «Tower of National Pact» del Museo, el Santo Padre ha firmado el Libro de Oro con estas palabras: formulo los deseos más sinceros para que Turquía, puente natural entre dos continente, sea no solamente un cruce de caminos, sino también un lugar de encuentro, de diálogo y de convivencia sean entre los hombres y mujeres de buena voluntad de cada cultura, etnia y religión.

Al finalizar la visita al Mausoleo, el papa ha viajado en coche hasta el Palacio Presidencial. Allí ha llegado a las 14.30 y ha tenido lugar la ceremonia de bienvenida con los honores militares y se han escuchado los himnos nacionales. El presidente de la República de Turquía, Recep Tayyip Erdogan y el Papa se han reunido en una sala para un encuentro privado.

A continuación, el Pontífice ha pronunciado en italiano su primer discurso en la nación turca. Manifestando su alegría por visitar este país «puente natural entre dos continentes y entre diferentes expresiones culturales», ha recordado que esta tierra es querida por todos los cristianos por haber sido cuna de san Pablo, por haberse celebrado aquí los siete primeros concilios de la Iglesia, y por la presencia, cerca de Éfeso, de lo que una venerable tradición considera la ‘Casa de María’.

Pero, también ha señalado el aprecio por Turquía no se deben sólo a su pasado, sino también a la vitalidad de su presente, la laboriosidad y generosidad de su pueblo, el papel que desempeña en el concierto de las naciones.

El Papa ha asegurado que «necesitamos un diálogo que profundice el conocimiento y valore con discernimiento tantas cosas que nos acomunan, permitiéndonos al mismo tiempo considerar con ánimo lúcido y sereno las diferencias, con el fin de aprender también de ellas».

Asimismo ha indicado que es preciso «llevar adelante con paciencia el compromiso de construir una paz sólida, basada en el respeto de los derechos fundamentales y en los deberes que comporta la dignidad del hombre». Por esta vía «se pueden superar prejuicios y falsos temores, dejando a su vez espacio para la estima, el encuentro, el desarrollo de las mejores energías en beneficio de todos».

Para lograrlo, Francisco ha subrayado que «es fundamental que los ciudadanos musulmanes, judíos y cristianos, gocen – tanto en las disposiciones de la ley como en su aplicación efectiva – de los mismos derechos y respeten las mismas obligaciones». Y así ha afirmado que la libertad religiosa y la libertad de expresión, «impulsará el florecimiento de la amistad, convirtiéndose en un signo elocuente de paz».

Medio Oriente, Europa, el mundo, esperan este florecer, ha observado el Papa. Sobre Oriente Medio ha precisado que es «teatro de guerras fratricidas desde hace demasiados años, que parecen nacer una de otra, como si la única respuesta posible a la guerra y la violencia debiera ser siempre otra guerra y otras de violencias». Por eso, se ha preguntado ¿por cuánto tiempo deberá sufrir aún el Medio Oriente por la falta de paz?

De este modo, Francisco ha afirmado que «no podemos resignarnos a los continuos conflictos, como si no fuera posible cambiar y mejorar la situación». Porque, «con la ayuda de Dios, podemos y debemos renovar siempre la audacia de la paz».

Dirigiéndose al presidente turco, el Pontífice ha observado que «para llegar a una meta tan alta y urgente, una aportación importante puede provenir del diálogo interreligioso e intercultural, con el fin de apartar toda forma de fundamentalismo y de terrorismo, que humilla gravemente la dignidad de todos los hombres e instrumentaliza la religión».

A propósito ha asegurado que es necesario contraponer al fanatismo y al fundamentalismo, a las fobias irracionales que alientan la incomprensión y la discriminación, la solidaridad de todos los creyentes, que tenga como pilares el respeto de la vida humana, de la libertad religiosa – que es libertad de culto y libertad de vivir según la ética religiosa –, el esfuerzo para asegurar todo lo necesario para una vida digna, y el cuidado del medio ambiente natural.

Asimismo, Francisco ha puesto como ejemplo Siria e Irak, donde «la violencia terrorista no da indicios de aplacarse», donde «se constata la violación de las leyes humanitarias más básicas contra los presos y grupos étnicos enteros», especialmente, aunque no sólo «los cristianos y los yazidíes».

A propósito, el Papa ha recordado que Turquía, acogiendo generosamente a un gran número de refugiados, «está directamente afectada por los efectos de esta dramática situación en sus confines». La comunidad internacional -ha subrayado- tiene la obligación moral de ayudarla en la atención a los refugiados.

Por otro lado, el Pontífice ha reiterado que «es lícito detener al agresor injusto, aunque respetando siempre el derecho internacional, quiero recordar también que no podemos confiar la resolución del problema a la mera respuesta militar». Por eso, es necesario un gran esfuerzo común, «fundado en la confianza mutua», que «haga posible una paz duradera y consienta destinar los recursos», no a las armas «sino a las verdaderas luchas dignas del hombre: contra el hambre y la enfermedad» en favor del desarrollo sostenible y la salvaguardia de la creación, del rescate de tantas formas de pobreza y marginación.

Para finalizar su discurso, el Santo Padre ha asegurado que Turquía, por su historia, por su posición geográfica y por la importancia en la región, tiene una gran responsabilidad: «sus decisiones y su ejemplo tienen un significado especial y pueden ser de gran ayuda para favorecer un encuentro de civilizaciones e identificar vías factibles de paz y de auténtico progreso».