Por Mons. Giampaolo Crepaldi

Conferencia de Génova

El Papa Francisco habla de la familia con frecuencia. Todos nosotros recordamos las grandes enseñanzas de Juan Pablo II sobre la familia. Se le llamaba «El Papa de la familia». Fueron memorables, en particular, las catequesis que dedicó en las audiencias generales al amor humano. También el Papa Francisco hace intervenciones sobre la familia con un magisterio orgánico y profundo. Ha hablado de ella al presidente Obama, durante su visita a los Estados Unidos. Ha hablado de ella en Cuba: «donde la familia es reducida, las personas se transforman en individuos aislados y, por lo tanto, fáciles de manipular y de gobernar». También al presidente Mattarella el 18 de abril de 2015 y durante el viaje a Filipinas en enero de 2014. Y ha hablado de ella, precisamente como hizo Juan Pablo II, en las audiencias del miércoles, dedicadas durante un largo periodo -concretamente desde diciembre de 2014 a septiembre de 2015- a este tema. Un gran patrimonio de enseñanzas.

He citado a los dos Pontífices no porque desee hacer comparaciones superficiales, sino para subrayar la continuidad de una única enseñanza, aunque con lenguajes distintos y formas comunicativas diferentes. Juan Pablo II usaba un lenguaje más circular; el Papa Francisco usa uno más directo. Pero también San Juan Pablo II formuló expresiones de gran eficacia comunicativa. Recordemos, por ejemplo, la afortunada referencia al “genio femenino” contenido en la Carta a las mujeres o la feliz expresión “ecología humana” lanzada en la Centesimus annus para decir después que su primera y principal estructura es la familia. Pero en conjunto su expresión era corposa, circular, sostenida, de amplios giro. El lenguaje del Papa Francisco es distinto, más ágil y rico en imágenes. Tomemos por ejemplo las expresiones «la familia es la carta constitucional de la Iglesia» (17 de octubre de 2015), o «para los enfermos la familia es el primer hospital» (10 de junio de 2015), o la familia «es un gimnasio que entrena al perdón». Una carta constitucional, un hospital, un gimnasio: son imágenes simples y eficaces. No se trata de definiciones estrictamente teológicas o doctrinales, sino de expresiones de predicación capaces de transmitir de forma viva un contenido humano y cristiano. No podemos tampoco olvidarnos de que el Papa Francisco, cuando habla de la familia, utiliza muchas imágenes de la vida, también de su vida personal, como cuando hablando de las madres, habló de la suya:: «éramos cinco hijos y mientras uno hacia una travesura, el otro pensaba en hacer otra y la pobre mamá iba de una parte a la otra, pero era feliz. Nos dio mucho» (7 de enero de 2015).

Por último, recuerdo algunas expresiones muy acertadas del Papa Francisco sobre algunos temas de espinosa actualidad, respecto a los cuales ha sido injustamente acusado de mantenerse en silencio. Ha llamado a la ideología de género «un error de la mente humana» (22 de marzo de 2015 en Nápoles) y ha dicho que es «una forma de colonización ideológica de la familia». De nuevo, un modo de expresarse plástico y eficaz.

Las cuestiones de lenguaje no son sólo tales, pues responden a un posicionamiento y expresan una visión teórica y una estrategia. Desearía aventurar, en este punto, algunas hipótesis interpretativas.

La situación actual de la familia es tal vez de las más problemáticas que se han tenido que constatar. Los datos correspondientes a la disminución de los matrimonios, al aumento de las convivencias, a los nacimientos fuera del matrimonio, a la disminución de la natalidad, a las separaciones y a los divorcios, al uso de anticonceptivos con posibles efectos abortivos, etc., documentan -también en el último Informe del Censis (Centro Studi Investimenti Sociali)- una fuerte crisis de la familia. Mientras tanto, las legislaciones de todo el mundo, al considerarla una estructura no natural sino convencional y multiforme, la debilitan, obsequio de una antropología líquida que rechaza cualquier identidad dada.

En las intervenciones del Papa Francisco sobre la familia se observa que es muy consciente de esta grave crisis cultural y social de la familia, a la que el Papa quiere enfrentarse con una nueva actitud en las respuestas.

Lo primero es reconstruir desde el abecé el léxico familiar. En una época en la que se corre el riesgo de perder el significado de las palabras «mamá» o «abuelo», es urgente volver a dar significado a estas palabras. En una época en la que las relaciones familiares se resquebrajan, los padres ven a sus hijos sólo por la noche, las relaciones generacionales implosionan y los instrumentos tecnológicos suplen a los roles familiares, es necesario volver a explicar qué significa el que los componentes de una familia hablen entre ellos. Por ello el Papa Francisco explica la importancia de las palabras «gracias», «perdón», «permiso» en la micro vida familiar de todos los días. Como ha hecho recientemente (el 11 de noviembre de 2015), cuando ha explicado a padres e hijos que cuando se está en familia hay que dejar de lado los smartphone y las televisiones para hablar alrededor de la mesa, cenando. En los primeros meses de 2015, el Papa ha dedicado las audiencias de los miércoles para explicar qué significan los términos mamá, papá, abuelos, hermanos y hermanas.

Algunos pueden sorprenderse de que un Papa hable de estas pequeñas cosas; y que en lugar de discursos de teología profunda, explique que es necesario apagar el móvil cuando se está sentado a la mesa. Pero yo creo que así el Papa está llevando a cabo un deber indispensable de reeducación a lo esencial, en el intento de indicar el peligro de una degeneración familiar que ciertamente parte de los ataques ideológicos y legislativos -que el Papa no deja de denunciar-, pero que se concretiza también en los pequeños abismos de las relaciones humanas de todos los días.

Por otra parte, me pregunto si verdaderamente se trata sólo de indicaciones pobres y elementales o si con esta forma coloquial y doméstica -como estar sentado en un sillón de nuestro salón-, el Papa no está intentando hacer entender contenidos mucho más profundos. Para responder a esta pregunta quisiera proponer algunas observaciones sobre la base de la Doctrina Social de la Iglesia.

El Papa Francisco no usa mucho la expresión Doctrina Social de la Iglesia. Es verdad que en la exhortación apostólica Evangelii gaudium cita muchas veces elCompendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Es verdad también que en muchas circunstancias, sobre todo en los discursos a los Dicasterios y a las Academias Pontificias, el Papa ha usado la expresión. Una vez reconocido esto, tengo que decir que él usa la Doctrina Social de la Iglesia de manera más implícita que explícita, indirecta que directa. Esto es particularmente evidente cuando se refiere a la familia. Leyendo sus intervenciones sobre la familia se constata la presencia de todos los grandes temas de la Doctrina Social de la Iglesia inherentes a la familia sin que ello sea evidente, y con un lenguaje, como decíamos antes, que no es doctoral sino llano y cotidiano. Podría también decir que la Doctrina Social de la Iglesia está presupuesta dentro de sus intervenciones, sin haber sido formalmente retomada o redefinida,

Es bastante fácil señalar algún ejemplo.

En la Audiencia General del 2 de septiembre pasado, el Papa ha hablado de la familia como antídoto a la actual desertificación de la sociedad. Con esta expresión metafórica -el desierto-, el Papa ha confirmado la doctrina tradicional de la familia como fuente de la sociedad, de acogida y como lugar de la experiencia del don que encontramos en la Caritas in veritate de Benedicto XVI o en la Familiaris consortio de Juan Pablo II. En la Audiencia del 18 de febrero de 2015 ha insistido sobre el hecho de que la experiencia de ser hermanos y hermanas se hace en la familia; y sólo porque se hace en la familia se puede hacer también luego en la Iglesia y en la sociedad.  Así es también en lo que concierne a la ayuda a los más débiles: es en la familia dónde nos acostumbramos a hacerlo, no por motivos ideológicos, sino por amor.

En la catequesis del 19 de agosto pasado, el Papa Francisco ha hablado de la familia como escuela de trabajo, advirtiendo que si se quiere salvar el trabajo hay que salvar a la familia, recordando con ello las enseñanzas de la Rerum novarum de León XIII y de la Laborem exercens de Juan Pablo II.

En las audiencias del 22 y 29 de abril de este año ha hablado de la reciprocidad complementaria entre el hombre y la mujer, valorando negativamente las ideologías que hoy pretenden negarla; y ha pedido, a continuación, la igualdad de trato en el trabajo entre hombre y mujer. En el primer caso ha retomado y actualizado las enseñanzas de Benedicto XVI sobre la ideología de género, contenidos sobre todo en el discurso a la Curia romana de diciembre de 2012. En el segundo, ha retomado las consideraciones de Juan Pablo II sobre la conciliación entre trabajo y vida familiar y la adecuada valorización del “genio femenino” en la sociedad contenidas en sus textos Familiaris consortio yMulieris dignitatem. 

En la audiencia del 11 de febrero de 2015, el Papa Francisco ha hablado durante mucho tiempo de los hijos como un don: «Los hijos son un don, son un regalo, ¿habéis entendido? Los hijos son un don. Cada uno es único e irrepetible y, al mismo tiempo, está inconfundiblemente unido a sus raíces. De hecho, ser hijo e hija, según el designio de Dios, significa llevar en sí la memoria y la esperanza de un amor que se ha realizado precisamente dando la vida a otro ser humano, original y nuevo». De este modo y con este lenguaje directo ha transmitido los contenidos de la bioética y de la biopolítica católicas, desde la Humanae vitae de Pablo VI a laEvangelium vitae de Juan Pablo II, hasta los sucesivos documentos de la Santa Sede.

He citado aquí muchos documentos magisteriales cuyos contenidos se reflejan en las intervenciones del Papa Francisco, pero sin ser manifestados. Podríamos tal vez definirlos contenidos «ligeros», no gravados por la forma académica de las citaciones, sino incluidos en el flujo de la vida.

He citado estos cuatro ejemplos para explicar cómo las intervenciones del Papa Francisco sobre la familia manifiestan, ciertamente, un lenguaje doméstico que se concentra en imágenes y frases particularmente evocadoras -«quien no vive para servir no sirve para vivir»-, pero sin dejar por ello de transmitir contenidos muy elevados. Aquí me he ocupado de temas vinculados a la Doctrina Social de la Iglesia, pero el mismo discurso se podría hacer para otros ámbitos de la enseñanza de la Iglesia.

Antes de concluir quisiera volver al método que, como hemos visto, no es nunca sólo un problema de método. A mí me parece que el Papa Francisco desea indicarnos un camino caracterizado por dos elementos: el primero es partir de nuevo del abecé de la humanización y de la evangelización, también a propósito de la familia. Obsérvese que no he hablado sólo de evangelización, sino también de humanización. En los discursos del Papa sobre la familia los dos elementos se entrelazan siempre y, por otra parte, todos constatamos la necesidad de recuperar, junto al cristianismo y a través del mismo, las elementales condiciones humanas de vida. El segundo elemento es que es necesario trabajar sobre todo en lo que concierne a las relaciones, porque no sólo la familia es ante todo relación, sino porque toda la sociedad se juega precisamente en ella, hoy, su existencia. Esto no significa en absoluto no situarse correctamente ante las instituciones, las leyes, las políticas, pero es necesario recordar que estas tres realidades no son estáticas, sino que responden a las solicitudes que llegan desde abajo, en la trama de las relaciones familiares y sociales. Aquí los modelos verdaderamente ganadores son los que dan vida a comportamientos, actitudes, prácticas de vida, relaciones. Este puede ser el motivo de una cierta reluctancia o parsimonia del Papa a dar definiciones y, al contrario, de su propensión a indicar los comportamientos que hay que asumir, la praxis que hay que promover, las dimensiones de vida que hay que valorizar o, como él ama decir, los procesos que hay que iniciar.

En esta dimensión de relaciones y de vida hay que colocar ante todo, obviamente, la vida de fe. El 25 de marzo de 2015, el Papa ha propuesto una oración para la Familia en vista del entonces cercano Sínodo ordinario sobre la familia. Les invito a que no la olviden, ahora que el Sínodo ha concluido, porque creo que el Papa Francisco nos quiere enseñar que el cristianismo es vida vivida, carne encarnada. En el fondo, la familia se salvará si en nuestras familias dejaremos que penetre la vida de la Familia de Nazaret.

S.E. Mons. Giampaolo Crepaldi

Conferencia de Génova