El terrorismo islámico tiene poco que ver con factores económicos. Sin embargo, debe mucho a la religión.
3 de agosto de 2016
Por Samuel Gregg
Fuente: The Stream
En su reciente entrevista en el vuelo de regreso de Polonia, el Papa Francisco ofreció una curiosa interpretación economicista de la causa del terrorismo islámico. Hablando después del martirio del padre Jacques Hamel por dos yihadistas, el Papa dijo lo siguiente, en respuesta a la pregunta acerca de las iniciativas concretas que él recomendaría para enfrentar el terrorismo:
“el terrorismo crece cuando no hay otra opción, cuando al centro de la economía mundial está el dinero y no la persona, el hombre y la mujer, esto ya es el primer terrorismo. Ignorar la maravilla de la creación, que es el hombre y la mujer, es un terrorismo de base contra toda la humanidad. Pensemos en eso.”[1]
Aquí el Papa parece sostener que el terrorismo debe mucho a las condiciones económicas: que el predominio de la pobreza, de grandes desigualdades y desempleo, por ejemplo, estarían conduciendo a algunos musulmanes en el yihadismo. Una observación anterior del Papa en la misma entrevista presagia esta idea: “¿cuántos jóvenes, –dijo– que nosotros europeos, hemos dejado vacíos de ideales, que no tienen trabajo… y van a la droga o el alcohol se juntan en grupos fundamentalistas?”. Sin embargo, ¿realmente factores como la pobreza económica y la avaricia realmente funcionan como causas del terrorismo islamista?
Nunca o casi nunca es la economía
Con posterioridad al 11S, líderes políticos que van desde Al Gore a George W. Bush sostuvieron que la pobreza era una causa significativa del terrorismo. Una investigación académica de este preciso problema, sin embargo, arribó a conclusiones diferentes. El informe sostiene:
“… nuestra revisión de la evidencia ofrece pocas razones para el optimismo de que una reducción en la pobreza o un aumento en el presentismo escolar puedan reducir significativamente el terrorismo internacional. Cualquier conexión entre pobreza, educación y terrorismo es indirecto, complicado y casi seguro bastante débil”.
Los grupos examinados en este estudio incluían a militantes de Hezbollah y terroristas palestinos. En su caso, el estudio encontró que, “la evidencia disponible indica que, comparada con la población relevante, miembros del ala militante de Hezbollah o terroristas suicidas palestinos es tan probable que provengan de familias económicamente acomodadas y con un relativamente elevado nivel educativo como que provengan de las filas de los económicamente desfavorecidos y sin educación”.
Mirando fuera del Medio Oriente, la misma investigación relevó a organizaciones identificadas como grupos de odio en los Estados Unidos. Nuevamente, concluye que “la ocurrencia de crímenes de odio y el predominio de grupos de odio se encuentra que no están relacionados con las circunstancias económicas del área”. También se encontró que la existencia de grupos de odio, como el Klu Klux Klan, “no tenía relación con las tasas de desempleo, los índices de divorcio, la proporción de población negra o la brecha en los ingresos entre los blancos y los negros en un condado determinado”.
Otra investigación citada en el informe de 2003, analizó el Ejército Rojo en Japón, el grupo mafioso Baader-Meinhof en Alemania, el IRA en Irlanda, las Brigadas Rojas en Italia y el Ejército de Liberación Nacional en Turquía (THKO). Esta investigación determinó que “la gran mayoría de individuos envueltos en actividades terroristas como cuadros o líderes tienen un buen nivel educativo. De hecho, aproximadamente dos tercios de los individuos identificados como terroristas son personas con estudios universitarios, graduados universitarios o estudiantes de posgrado”. Es más, más de dos tercios “provenían de la clase media o de la clase alta de sus respectivas naciones o áreas geográficas”.
En síntesis, los terroristas, por lo general, no provienen de ámbitos económicamente desfavorecidos o empobrecidos. Más aún, si la pobreza o la ausencia de oportunidades de desarrollo económico impulsara a las personas a inmolarse a sí mismos y a personas inocentes, conduciendo grandes camiones contra multitudes aglomeradas, degollando a sacerdotes, ejecutando a religiosas o asesinar a la población judía con hachas, uno esperaría que hechos similares se produjeran en las regiones del Este de la China rural empobrecida, en grandes franjas del territorio de la India o en el centro urbano de Detroit, durante décadas. Sin embargo, no se producen.
¿Qué impulsa a los terroristas musulmanes?
Si el yihadista promedio no actúa por dinero, entonces, en palabras del economista de Harvard Robert Barro, “resulta demasiado inocente pensar que la mejora en el nivel de ingresos y en la educación lograrán, por sí mismos, que se reduzca el terrorismo internacional”. Esto no es una razón para no luchar contra la pobreza. En opinión de Barro, sin embargo, “el objetivo de reducir la pobreza sigue siendo laudable, pero sobre otras bases que las de combatir el terrorismo. Para encontrar una solución definitiva al problema del terrorismo tenemos que seguir mirando hacia otros motivos”.
En algunas ocasiones, el Papa Francisco ha reconocido que elementos de la teología islámica tienden en sí mismas a legitimaciones de la violencia yihadista. En una entrevista, por ejemplo, afirmó que “es verdad que la idea de conquista es inherente al alma del Islam”.
Sin embargo, acto seguido, Francisco matizó su afirmación haciendo una extraña analogía con el mandamiento cristiano de evangelizar –como si la difusión del Evangelio era de algún modo parangonable con la violencia yihadista. ¿Podría el Papa estar subestimando cuán distintamente las creencias islámicas contribuyen al terrorismo islamista?
En una entrevista posterior al ataque del camión en Niza, el distinguido historiador francés de la filosofía y ganador del premio Ratzinger de teología del año 2012, Remi Brague, sostuvo que “no existe una verdadera línea divisoria entre el Islam y el islamismo. Es un tema de grados, no de tipos”. Estas palabras –dichas por quien sea tal vez la mayor autoridad mundial en pensamiento clásico comparado del judaísmo, el cristianismo y el islamismo– pueden sonar duras de oír para el progresista occidental tipo. Pero eso no las hace menos verdaderas.
Otro intelectual católico, el jesuita egipcio y experto en el Islam, el P. Samir Khalil Samir h incluso, de modo muy educado, sugerido que puede haber un elemento de pensamiento buenista (wishful thinking) en la aproximación que hace Francisco del terrorismo islámista. Reflexionando sobre la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, el Padre Samir comentó:
“En la Evangelii Gaudium –escribe– ‘el verdadero Islam y la propia interpretación del Corán se oponen a toda violencia’. Esta afirmación es bonita y expresa una actitud muy benevolente por parte del Papa hacia el Islam. Sin embargo, en mi humilde opinión, expresa más un deseo que una realidad. El hecho de que la mayoría de los musulmanes se oponen a la violencia puede ser verdad. Pero sostener que ‘el verdadero Islam está en contra de la violencia’, no parece ser verdad: hay violencia en el Corán.”
A esto, el Padre Samir agrega: “aquellos que critican al Islam por razón de la violencia no están haciendo una generalización odiosa e injusta: como se manifiesta en los conflictos sangrientos que se están produciendo en el mundo musulmán en la actualidad. Aquí en el Este, entendemos muy bien que el terrorismo islamista tiene una motivación religiosa, con referencias, oraciones y fatwas de imanes que alientan la violencia”.
Muy acertadamente, el Papa Francisco no quiere sugerir que Occidente, o el cristianismo en particular, desean una guerra inspirada por la religión con el Islam. Ello supondría ponerse en manos de los yihadistas. Más aún, como subraya Brague, “es necesario verdadera y claramente distinguir entre, por una parte, el Islam, con todas sus manifestaciones y niveles de intensidad, y, por la otra, a los musulmanes de carne y hueso”. El Papa también tiene que tener en cuenta la situación de los cristianos en los países de mayoría musulmana –aunque, como señaló recientemente George Weigel, la actual aproximación del Vaticano al Medio Oriente ha hecho poco por detener la persecución que sufren los cristianos de Medio Oriente por parte de los terroristas musulmanes.
La gran mayoría de los musulmanes no son terroristas. Sin embargo, la mayor parte de los terroristas en la actualidad son musulmanes, para quienes las convicciones religiosas son una de las principales razones por las que saquean, torturan y matan a otros seres humanos –incluyendo otros musulmanes. Creer que la reducción de la desigualdad económica en las naciones islámicas o que el aumento de las ayudas sociales a los musulmanes pobres en Europa occidental reducirá de algún modo el terrorismo no solamente no se condice con la evidencia. También falla en tomarse al Islam seriamente como una religión.
Y esto no es útil para nadie –especialmente para los musulmanes.
Nota: La traducción del artículo original “No, Pope Francis, the Economy Doesn’t Cause Terrorism”, publicado por The Stream, el 3 de agosto de 2016 es de Mario Šilar del Instituto Acton para el Acton Institute.
[1] Las citas de la entrevista del Santo Padre se han tomado de la versión completa que ofrece el portal de Aciprensa: https://www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-rueda-de-prensa-del-papa-francisco-en-el-vuelo-de-cracovia-a-roma-51094/.
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