Agosto de 2016
Fuente: Religión Digital
En los últimos dos años, las autoridades han intentado desarrollar una «teología chino cristiana»
(BBC).- En los años 60 y 70 el líder comunista Mao Zedong intentó erradicar de China al cristianismo, el cual era visto como un símbolo del imperialismo cultural. No lo consiguió. Según un estudio publicado por Pew Research en 2011, China contaba entonces con 67 millones de cristianos.
Y el año pasado el director del Centro de Religión y Sociedad China de Purdue University, Fenggang Yang, aseguró que en 2030 China contará con 247 millones de cristianos, convirtiéndose en el país con mayor población de esta religión en el mundo.
Por ahora, hay estimaciones que aseguran que en China hay más cristianos que los más de los casi 88 millones de miembros con que cuenta el Partido Comunista. En concreto, hasta 100 millones de personas celebraron las Pascuas este domingo en el país asiático.
Pero aquello que no consiguió destruir, el partido igual lo quiere controlar. Por eso, ungobierno oficialmente ateo lleva adelante sus propias iglesias y controla la designación de sus sacerdotes.
Tal es el caso del pastor Wu Weiqing de la iglesia Haidian de Pekín. «Debemos recordar que antes que nada somos ciudadanos de este país», dice. «Y somos ciudadanos del Reino de Dios. Eso viene en segundo lugar».
Entonces, le pregunto: «Si Jesús estuviera vivo hoy, ¿crees que se sentiría cómodo con el gobierno del Partido Comunista en China?». Wu responde sin siquiera pensarlo: «Absolutamente. Yo creo que sí». Esta afirmación ilustra de manera perfecta el plan del Partido Comunista respecto a las creencias religiosas.
En los últimos dos años, las autoridades han estado intentando desarrollar su propia versión del cristianismo, «una teología chino cristiana», según un funcionario de alto mando. Dicha teología necesita ser compatible con el desarrollo político chino, lo que en verdad implica subordinarla a él. Sin embargo, no todos están dispuestos a esta reinterpretación religiosa.
En la clandestinidad
Dentro de un pequeño apartamento, un grupo de diez personas estudian la Biblia. Se trata de uno de los cientos de ejemplos de «iglesias hogar» no oficiales ubicados en Pekín. Quienes asisten corren el riesgo constante de ser acosados y hasta detenidos por las autoridades.
«Las iglesias oficiales son, en verdad, instituciones políticas», afirma Xu. «Para nosotros es imposible creer en Jesús y ser parte del partido».
Las «iglesias hogar» tienen mucha más libertad de lo que se hubiera podido siquiera imaginar hace 40 años. Pero como suele suceder en China, los ciclos de represión y relativa relajación van y vienen.
Con la creciente presión del partido para hacer que la religión sea «compatible con el camino socialista del país», algunos temen que el lugar pequeño que tiene la libertad de cultos en China se reduzca aún más.
Para estos cristianos, la religión debe ser una voz de la conciencia crítica e independiente en la China moderna.
Cumplir con las leyes
«Yo elijo llevar adelante una vida cristiana dentro de los márgenes de la ley», dice Wu, el pastor de la iglesia oficial de Pekín.
«No voy a hacer aquello que el gobierno no me permite hacer, por ejemplo, predicar el Evangelio en el metro para hacer que mucha gente se me acerque y, como resultado, provocar que una calle o carretera termine bloqueada», agrega.
Para un gobierno cuya preocupación principal es evitar las reuniones masivas y los disturbios, la respuesta de Wu parece salida de un manual del Partido Comunista.
Mao puede haber fallado en destruir a la Iglesia, pero el moderno Partido Comunista ha logrado algo mejor: apropiarse de ella.
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