Septiembre de 2016

Por Juan F. Franck

Este artículo fue publicado en la revista Forum: revista de humanidades y ciencias del Colegio Cardenal Newman, ISSN 1852-8260, Año 5, Nº. 5, 2010, págs. 46-52. Agradecemos a las autoridades de la revista y al autor el permiso para su re-publicación.

Si bien el cardenal Newman y Antonio Rosmini no llegaron a conocerse personalmente, la relación entre ambas personalidades es significativa. Fue a través de los misioneros del Instituto de la Caridad, fundado por Rosmini en 1828, que Newman supo de la existencia del filósofo italiano. Y fue también por medio del intenso intercambio epistolar mantenido por Rosmini con sus hijos espirituales que éste se mantenía al corriente sobre Newman.

Antonio Rosmini (1797-1855) se cuenta entre las personalidades más destacadas del siglo XIX, tanto en Italia como en toda Europa. Pertenecía a una familia noble del Trentino, radicada en Rovereto. Bien pronto se despertó su vocación por el estudio, al que siempre unió una piedad profunda y el cultivo de la amistad con gente de toda condición. Fue ordenado sacerdote y tras algunos años de discernimiento, comprendió que debía fundar una congregación religiosa. Sin embargo, su fama de hombre de cultura y de escritor se había extendido rápidamente y no tardó en recibir el aprecio de las autoridades eclesiásticas. El mismo Papa Pío VIII le recomendó hacer algo pequeño y le hizo entender que su vocación principal era conducir a los hombres a la religión por medio de la razón. Las palabras del Papa confirmaron a Rosmini en lo que él mismo había estado madurando. Más tarde fundará una congregación de religiosas, las Hermanas de la Providencia, pero continuará incansablemente sus estudios y la composición de obras filosóficas y teológicas de valor imperecedero.

Rosmini había realizado también prolongados estudios de ciencia y de filosofía política, y estaba fuertemente impresionado por el sistema político inglés. Admiraba a los economistas ingleses y decía de ellos que los italianos, quienes no estaban poco avanzados en esa área, debían aprender mucho de sus colegas. La expansión del imperio británico ofrecía además la posibilidad de llegar a los extremos del mundo, facilitando la evangelización de India y China, por ejemplo. Por eso pensó en la conveniencia de establecer en suelo inglés una escuela de misioneros, en la que se estudiaría en profundidad la filosofía oriental a fin de predicar con eficacia el Evangelio en esas regiones. Su interés por establecer el Instituto en Inglaterra recibió un impulso providencial por la llegada de Luigi Gentili, un joven abogado que hablaba perfectamente inglés y era la persona ideal para comenzar el trabajo en las islas británicas, lo cual se concretó en 1835. Al principio se establecieron en Prior Park, en las cercanías de Londres, pero poco después se mudaron a Loughborough, en el condado de Leicester. La predicación de Gentili fue muy eficaz y él mismo llegó a recibir a más de tres mil anglicanos en la Iglesia Católica. Uno de ellos fue William Lockhart, íntimo amigo y compañero de Newman en su retiro de Littlemore. Lockhart había recibido de parte de un conocido las Máximas de perfección de Rosmini, un pequeño libro de ascética que condensa lo esencial de la espiritualidad del Instituto de la Caridad.[1] Más tarde, en 1842, había conocido a Gentili durante una visita de éste a Oxford y había acordado visitarlo en Loughborough. El encuentro tuvo lugar el año siguiente y tras unos días de retiro decidió abandonar el anglicanismo y hacerse católico. Poco después pidió también ser admitido en el Instituto fundado por Rosmini.[2]

Newman sintió profundamente el hecho, ya que un año antes Lockhart se había comprometido a no tomar ninguna decisión en ese sentido por un período de tres años. Aunque el mismo Newman había desatado, con su famoso Tract No. 90 del año 1841, un movimiento hacia la Iglesia Católica, también buscaba retener en el Anglicanismo a la comunidad reunida en torno a su persona mientras no fuera evidente lo que habrían de hacer. Sin embargo, la conciencia del joven estudiante alcanzó rápidamente la claridad deseada y ya no pudo negarse a dar el paso. Como consecuencia, Newman renunció a su cargo de vicario en St. Mary the Virgin, tras quince años de ejercicio, y pronunció el famoso sermón Sobre la partida de los amigos (On the parting of friends), el 25 de septiembre de 1843. Lockhart fue quien había preguntado a Newman, luego de confesarse con él, si estaba seguro de que tenía el poder de absolver.[3] Dos años después, en 1845, Newman sería también admitido en la Iglesia Católica, junto con todo el grupo de Littlemore y algunas personas más. Lockhart narra que una de las primeras cosas que hizo a continuación su antiguo maestro fue visitarlo en Ratcliffe College, donde los rosminianos habían establecido el noviciado. Es también un hecho relevante que para su retiro de Littlemore, Newman se haya inspirado en buena medida en el Manual del Ejercitador, de Rosmini, siguiendo un consejo de Gentili.

Las elogiosas noticias que de Newman llegaban a Rosmini hicieron que éste se interesara por la obra del futuro cardenal. En particular, pide a Giovanni Battista Pagani, otro religioso rosminiano que acompañaba a Gentili, que le haga llegar un ejemplar del Essay on the Developement of Christian Doctrine y que le consigan las vidas de santos que los discípulos de Newman estaban redactando.[4] En una carta del 20 de enero de 1846, Rosmini se alegra de lo que le dice Pagani sobre las visitas de Newman a los novicios rosminianos, que al parecer eran bastante frecuentes: “Pagani me escribe consolado por la edificación [que produce] el señor Newman en nuestro Noviciado, donde se confesó y recibió la santísima Comunión la vigilia de la Epifanía en nuestra capillita (…) ¡qué espectáculo edificante (…) ver al señor Newman recibir la sagrada Comunión arrodillado en el suelo con nuestros laicos y detrás de nuestros clérigos, entre los cuales estaba Lockhart, quien había sido su alumno y su hijo espiritual!”.[5]

El episodio más conocido de la relación entre ambas personalidades es sin duda el tentativo fallido de entrevistarse. Al viajar a Roma para ser ordenado sacerdote, Newman se detuvo en Milán por un mes, entre septiembre y octubre de 1846. Ambos habían manifestado su intención de conocerse personalmente pero en esos momentos Rosmini estaba en Rovereto. Sólo pasará por Milán el 1° de octubre y enviará una carta a Newman excusándose por no poder visitarlo. Se sabe que tenía un compromiso con el Cónsul General de Sardeña, pero la razón que da, según una carta de Newman del 18 de octubre, es que “él no hablaba latín ni yo, italiano”.[6] Dicha razón no podía satisfacer naturalmente, pero tampoco podría atribuirse a falta de interés de parte de Rosmini. Para explicar lo sucedido, Pier Paolo Ottonello propone interpretar dichas palabras como una especie de mensaje en clave, como si dijera: “yo, Rosmini, conozco tanto los ambientes romanos que no quiero hablar su idioma y tú los conoces tan poco que te conviene no saber hablar italiano”.[7] El motivo de fondo sería que Rosmini quería evitarle problemas en Roma, ya que un encuentro entre ambos no habría pasado desapercibido y por esos momentos la congregación De propaganda fide ponía bajo examen el Essay de Newman. En Roma, Rosmini no gozaba de la simpatía de todos y un vínculo entre él y Newman habría podido perjudicar a este último. De hecho, su libro más polémico, Las Cinco Llagas de la Santa Iglesia, recibió fuertes críticas de Agostino Theiner, un converso del protestantismo con quien Newman mantenía una buena relación. En una carta a Dalgairns, Newman llega a manifestar su temor de que la Congregación del Índice examine sus obras, como se hizo con las de Rosmini y otros.[8] Y aunque el 22 de noviembre de 1846 le escribe positivamente sobre la filosofía rosminiana, el 11 de enero de 1847 le transmite el parecer de un miembro de dicha Congragación, de que la teología de Rosmini “era un tanto demasiado filosófica”.[9] Todo esto hace la hipótesis de Ottonello bastante plausible.

Newman, por otro lado, no se sentía con suficientes conocimientos como para juzgar el pensamiento de Rosmini.[10] En su paso por Milán adquirió la Teodicea y leyó también las Cinco Llagas. Es probable que la estructura y la férrea racionalidad de la primera no fueran de su total agrado, y sabemos que encontró difícil de aceptar una de las tesis principales de la segunda, precisamente la que cuestionaba los crecientes compromisos temporales que la Iglesia había ido asumiendo durante la Edad Media, a partir de la época de Constantino. Podría discutirse si el tiempo dio la razón a uno o a otro, pero lo cierto es que Rosmini no dejaba de reconocer que la Iglesia había logrado informar grandes sectores de la sociedad y de la cultura gracias a la presencia en las instituciones incluso seculares. No obstante, veía necesario admitir que dichos compromisos le habían quitado paulatinamente libertad para ocuparse de su misión propia e indelegable, además de haber despertado la codicia de la dignidad eclesiástica por razones ajenas al ministerio. Por otra parte, el reclamo de independencia respecto del poder político no podía en principio chocar contra la postura de Newman, de modo que se trataba quizás de una diferencia de acentos, aunque ciertamente no desdeñable, motivada también por una cierta prudencia que le época imponía en esos temas y en torno a las obras de Rosmini.[11]

Existen en verdad pocos puntos concretos de contacto entre el pensamiento de Newman y el de Rosmini. El tema que más atrajo la atención es el del asentimiento a la verdad, pero entre la Grammar of Assent y la Logica podría hablarse a lo sumo de una cierta afinidad.[12] La obra de Newman, aun siendo la más sistemática y analítica de su producción, no es tan exhaustiva como suelen ser los tratados filosóficos de Rosmini. Aunque el impulso hacia la unidad de los saberes se palpa en las obras del cardenal inglés –por ejemplo en The Idea of a University– su carácter poco sistemático no es menos evidente. Por el contrario, el cometido de Rosmini, como el mismo Newman reconoce, es la elaboración de una enciclopedia orgánica de toda la verdad, en la que encuentren su lugar todas las disciplinas filosóficas y la teología. El corazón de dicha enciclopedia no podía ser sino filosófico y especulativo, mientras que el itinerario intelectual y personal de Newman había estado más bien acompañado por una lectura de los Padres de la Iglesia en búsqueda de una «sabiduría» fundamentalmente de orden teológico. Rosmini, que compartía el amor y la dedicación a los Padres,[13] valoraba en mayor medida que Newman el papel de la razón argumentativa como medio para rebatir los errores y alcanzar la verdad. El «sistema de la verdad» que fue elaborando, cuyo punto álgido es la metafísica, no contrastaba en su mente con el programa patrístico, pero difería sin duda del modo que tenía Newman de abordar la unidad del saber. Por otra parte, los sermones de Newman poseen una capacidad de remover que no cabe encontrar en la mayoría de los escritos de Rosmini. Aún así, las diferencias no impiden hablar de una cierta convergencia que, sin negar aquéllas, la historia del pensamiento cristiano apenas ahora comienza a revelar.[14]

A pesar del desencuentro en Milán, la estima mutua se mantuvo. Prueba de ello son las palabras que Newman escribe a Pagani al conocer el fallecimiento de Rosmini, ocurrido el 1° de julio de 1855: “La noticia me llegó inesperadamente y me conmovió profundamente, puesto que, aunque pertenecía de manera especial a vuestro Instituto, un hombre como él, mientras vivía, era propiedad de toda la Iglesia. Temo que las tribulaciones que sufrió le acortaron la vida. Ayer a la mañana celebré un Requiem por él: espero que no se olvide de mí en cuanto llegue al cielo; en realidad, podemos creer que ya llegó”.[15] Y cuando en 1882 Lockhart tuvo que viajar a Roma en representación de su orden para entrevistarse con León XIII, Newman, ya cardenal, no dudó en escribir una carta de recomendación, que fue de gran ayuda para su antiguo amigo.[16]

La beatificación de Rosmini en noviembre de 2007 y la beatificación de Newman en septiembre del corriente año, son dos estímulos alentadores para trabajar en la esperada renovación de todo el espectro de la vida cristiana, principalmente de la filosofía, la teología y la espiritualidad, de cuya profundidad y arraigo se nutren las demás manifestaciones de la cultura: la literatura, el arte, las costumbres y el amplio y a menudo vago ámbito de lo político y de lo social. Ambos sabios enseñan a la humanidad la búsqueda incansable de la verdad, la honestidad intelectual y la fidelidad a la conciencia. La fecundidad de sus vidas está a la vista y, ante la facilidad de los compromisos de todo tipo, nos marcan el camino maestro para alcanzar las verdaderas cimas.

[1] Se publicaron en inglés en 1840 por primera vez con el título Maxims of Christian Perfection adapted to every state and condition (Murray, Prior Park).

[2] Se encontrarán muchos detalles acerca del establecimiento del Instituto de la Caridad en Inglaterra en la biografía de Rosmini escrita por Claude Leetham, Rosmini. Priest and Philosopher, New City Press, New York 1982. La relación de Newman y Rosmini es tratada también en un reciente trabajo de tesis: Jo Anne Cammarata Sylva, The Italians and the English Cardinal, Drew University (Madison, New Jersey, May 2006), pp. 110-124.

[3] Véase William Lockhart, Cardinal Newman. A Retrospect of Fifty Years, by one of his oldest living disciples, Burns and Oates, London 1891. Cfr. Wilfrid Meynell, Cardinal Newman, Burns and Oates, London 1907, p. 52. El hecho es también registrado por la dedicatoria del libro a Lockhart, en la cual se dice: “Mi querido Padre Lockhart, vuestra separación de la Iglesia Anglicana, mientras estaba bajo el cuidado de Newman en Littlemore, fue la causa inmediata de que renunciara al vicariato de St. Mary. Al unir vuestro querido y honrado nombre con el suyo, no solamente estoy complaciendo a mis propios afectos, sino también recordando un capítulo de la historia del gran Movimiento de Oxford hacia la Iglesia de los Apóstoles”. Lockhart es también autor de una biografía de Rosmini en dos volúmenes: Life of Antonio Rosmini, Londres 1886.

[4] Lo cita en su Il linguaggio teologico: “… Newman, quien sobre este desarrollo natural de la doctrina y de las prácticas cristianas compuso el libro que hizo de preludio a su conversión” (edición crítica de A. Quacquarelli, Città Nuova, Roma-Stresa 1975, p. 65). Rosmini no leía bien el inglés y se manejaba con traducciones francesas e italianas. La traducción francesa del Essay fue duramente criticada en el periódico Univers por Dalgairns (cfr. nota 8), quien advertía que el traductor había hecho parecer heréticas algunas expresiones. Profética observación, que se anticipa al abuso que ciertos modernistas, principalmente franceses, hicieron de la obra.

[5] Antonio Rosmini, Epistolario ascetico, Tipografia del Senato, Roma 1911-1913, vol. III, Carta 975, p. 277.

[6] Referida en la biografía de Wilfrid Ward, The Life of John Henry Cardinal Newman, Longmans, Green & Co., New York-London-Bombay-Calcutta 1912, vol. 1, p. 143.

[7] Pier Paolo Ottonello, Rosmini «inattuale», Japadre, L’Aquila-Roma 1991, pp. 115s. Algo semejante dice José Morales Marín en su biografía de Newman: Newman (1801-1890), Rialp, Madrid 1990, pp. 141s.

[8] John Dobree (Bernard) Dalgairns (1818-1876) se unió a Newman en Littlemore y luego también, tras hacerse católico, al Oratorio inglés. Poseía una gran cultura y colaboró en la defensa del Cristianismo contra la filosofía cientificista, de Huxley por ejemplo. La carta de Newman es citada por Ward, Life, vol. I, pp. 172s.

[9] Cfr. Ward, Life, vol. I, p. 171.

[10] Cfr. Ward, Life, vol. I, p. 143.

[11] Antonio Patrone refiere una carta de Newman del 11 de junio de 1883, facilitada por el P. [Charles Jean?] Dessain del Oratorio de Birmingham, en la que el cardenal inglés dice: “no puedo decir que me haya gustado el tono” de la obra. Cfr. su artículo “John Henry Newman e «Le cinque Piaghe della Chiesa»”, en Rivista Rosminiana di Filosofia e di Cultura, año 1978, pp. 317-322; 320. Existen numerosas ediciones de Le cinque piaghe en italiano (e.g. Delle cinque piaghe della santa Chiesa, Città Nuova, Roma 1998). También hay una edición reciente en inglés: The five wounds of the Church, tr. Denis Cleary, Fowler Right, Leominster 1987, además de la de 1883, que leyó Newman y que puede conseguirse mediante el método print-on-demand. La única edición castellana es: Las cinco llagas de la santa Iglesia, tr. I. Lobo, Península, Barcelona 1968.

[12] Paola Premoli De Marchi, en su estudio sobre el asentimiento a las verdades morales (Etica dell’assenso. Se accettare i principi morali sia un problema della volontà, FrancoAngeli, Milán 2002) aprovecha los análisis de ambos. Pero el libro no es una comparación de los dos autores. Cfr. para ello Camilla Schiavo, “I rapporti tra la Logica del Rosmini e la Grammar of Assent del Newman”, en Atti del Congresso Internazionale di Filosofia Antonio Rosmini (Stresa-Rovereto 20-26 luglio 1955), ed. Michele F. Sciacca, Sansoni, Florencia 1957, 2 vols., vol. II, pp. 1105-1111; de la misma autora: “La Logica del Rosmini e la Grammar of Assent del Newman”, en Giornale di Metafisica, 1955, pp. 677-696; y también Karl-Heinz Menke, “Die Assensus-Lehre des Antonio Rosmini-Serbati. Dargestellt in ihrem Verhältnis zu Newmans Grammar of Assent”, en Theologie und Philosophie 62 (1987), pp. 43-58.

[13] Cfr., por lo que a Rosmini respecta, Antonio Quacquarelli, La lezione patristica di A. Rosmini, Stresa-Roma 1980 y Le radici patristiche della teologia di A. Rosmini, Epiduglia, Bari 1991.

[14] Esta diferente valoración de la razón explica, a juicio de Ottonello, la poca fortuna de Rosmini y la mayor aceptación que encontró el planteo de Newman. El mismo autor señala, por lo demás, cuatro importantes puntos de convergencia: “1) el antinaturalismo; 2) la tensión hacia la unidad del saber; 3) la anticipación de la función del laicado; 4) la idea de desarrollo histórico y de progreso”. Cfr. Ottonello, Rosmini «inattuale», pp. 119s.

[15] Citado por Leetham, Rosmini, p. 481.

[16] La misión era delicada, porque se trataba de impedir que Rosmini sufriera una condena promovida por influyentes personajes. El Papa tranquilizó a Lockhart asegurándole que no era su intención golpear a Rosmini. No obstante, unos años más tarde (1887) se promulgará el decreto Post Obitum, que ponía bajo sospecha 40 proposiciones tomadas de las obras póstumas de Rosmini. El decreto tuvo un efecto imposible de exagerar y hubo que esperar a la encíclica Fides et Ratio (1998) y a una Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger (2001), para que la ortodoxia del pensamiento de Rosmini quedara reafirmada definitivamente.