Por Gabriel J. Zanotti
Fuente: Blog personal “Filosofía para mi”
Impera cierto escepticismo ante nuestra insistencia de que hay que bajar el gasto público, porque se ha extendido la creencia de que el estado “invierte” cuando hace obra pública. Craso error.
La inversión es la utilización del ahorro para la producción de nuevo capital. Por lo tanto, la inversión implica aumentar la productividad y la riqueza conjunta. El único test que ello tiene es que la tasa de interés de retorno sea rentable. Para ello se necesita un mercado libre, o de lo contrario no se puede saber si hay rentabilidad o no.
Por ende, dado que el estado necesariamente obra fuera del mercado, no puede invertir. Lo que hace es gastar. Tiene un presupuesto y determinados recursos para gastar en diversas obras públicas, de igual modo que el administrador de un edificio tiene un presupuesto, fruto de las expensas, para gastar en bienes comunes del edificio.
No está mal que los copropietarios decidan autorizar al administrador que gaste en arreglar un ascensor, de igual modo que no está mal que los votantes autoricen al estado a hacer un puente. Pero hay diferencias a considerar.
Primero, los co-propietarios tienen conciencia del gasto. Saben que si no hay fondos tienen que subir las expensas. Saben además que cada uno de ellos puede aumentar sus ingresos, pero los gastos del administrador no aumentan los ingresos conjuntos, al contrario, los bajan.
Tercero, el administrador tiene claramente prohibido decidir sobre los bienes privados y las vidas de los co-propietarios.
Con los estados, habitualmente, sucede lo contrario. Los votantes no tienen conciencia de lo que ocurre, en general. Es más, como vimos, creen que el estado “invierte”. Por ello mismo creen que la obra pública va aumentar la riqueza conjunta, y para colmo ese estado, que ellos creen que invierte, tiene en general la puerta abierta para violar las libertades individuales de todos.
Es más: el gasto público siempre tiende a aumentar, porque el estado, utilizando coacción, puede decidir, sin consentimiento de los votantes, tomar deuda, expandir la base monetaria (inflación) o aumentar los impuestos (que sin progresivos a la rente perjudican a los más necesitados). Y porque los votantes creen que todo ello es para su bien, cuando en realidad son ellos los que terminan pagando todos los gastos, con su mayor pobreza.
Para evitar todo esto, hace ya más de cinco décadas que Hayek y Buchanan plantearon sus propuestas de control constitucional de gasto público, estableciendo un nuevo programa de investigación llamado economía política constitucional. De todo lo cual hay en general una supina ignorancia en votantes, políticos, intelectuales, muchos economistas y casi la totalidad de los filósofos, todos los cuales siguen pidiendo y ejecutando el aumento del gasto y diciendo “qué barbaridad” cuando ven la terrible imagen de un niño muriendo de desnutrición en el Chaco, sin poder unir lo primero como la causa de lo segundo. O, en general, acusando de ello al “capitalismo liberal”, cuando todo ello es causado por todo lo contrario.
No está mal por ende que por razones políticas se decida hacer un puente, siempre que se lo llame gasto, que haya conciencia del gasto y que se diga claramente a los votantes que ellos van a tener que pagar el puente, con sus impuestos. Pero ello no sucede, excepto que se adopten los sistemas constitucionales de control de gasto propuestos por Hayek y Buchanan pero, ¡no!, no hablemos de esos pérfidos liberales, ¿no?
Mientras tanto el nuevo gobierno sigue gastando incontroladamente, sigue aumentando los impuestos, no está dispuesto a frenar la emisión monetaria y sigue tomando deuda como si fuera un logro. Sus funcionarios se creen muy genios y desprecian a los liberales como librescos incompetentes. Y dentro de otros 10 años, otro default, y otro “fracaso del neoliberalismo”….
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