23 de agosto de 2017
por Alejandro A. Chafuen
Artículo originalmente publicado en la revista Nuevas Tendencias, nº 98, julio 2017, pp. 7-9.
Una versión abreviada de este artículo fue publicada en la revista www.forbes.com[1].
A comienzos de este año, describí en una columna en Forbes, quince programas, esfuerzos académicos y think tanks inspirados por F. A. Hayek (1899-1992).[2]
También mencioné que Hayek desempeñó un papel importante en el movimiento para promover un orden social basado en la libertad personal con la creación de la Sociedad Mont Pelerin (MPS) en 1947. La última reunión de esta sociedad tuvo lugar en Seúl, Corea del Sur, coincidiendo con la fecha del cumpleaños de Hayek (8 de mayo). Esta reunión me dio ocasión para recordar algunas de sus visiones olvidadas o descuidadas.
Algunos de los think tanks que han sido más influenciados por las opiniones de Hayek se encuentran en Europa Central y Oriental, donde parte del actual debate intelectual y político recuerda la situación vivida durante la década de 1940. Por un lado tenemos a los defensores de globalización que se ven a sí mismos como los defensores de la razón. Por otro lado, tenemos fuerzas políticas que tratan de defender sus costumbres nacionales locales, incluyendo sus tradiciones religiosas. En varios casos, especialmente en Hungría y Polonia, las reacciones de los tradicionalistas han llevado al surgimiento de nuevos tipos de populismo. ¿Qué condujo a la reacción del electorado en estos y otros países?
En la primera reunión del MPS, hace 70 años, Hayek advirtió sobre un “racionalismo intolerante y feroz que en particular es responsable del abismo que, sobre todo, en el continente europeo ha llevado durante varias generaciones a la mayoría de las personas religiosas del movimiento liberal a posiciones verdaderamente reaccionarias en las que se sentían cómodas. Estoy convencido de que, a menos que se pueda llenar esta grieta entre las verdaderas convicciones liberales y religiosas, no hay esperanza de un resurgimiento de las fuerzas liberales”.
¿Podrían las opiniones de Hayek de que los verdaderos liberales y las personas religiosas necesitan comprenderse y trabajar juntos ser una forma de bloquear la llegada y la consolidación en el poder de “posiciones verdaderamente reaccionarias”?
Hayek fue un gran admirador de Alexis De Tocqueville (1805-1859). Tanto es así que el nombre que él quería para lo que se convirtió en la MPS fue el de sociedad Acton-Tocqueville. Lord Acton (1834-1902) fue el gran historiador católico y liberal que nos dejó, entre otros escritos, la famosa frase “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente.” Cuando ese nombre fue vetado por un sector de sus amigos liberales, terminaron eligiendo el nombre del monte en el que estaba ubicado el Hotel Du Parc, el hotel de las conferencias. La opinión de Hayek acerca de la necesidad de encontrar un terreno común entre los amantes de la libertad y la religión es una reminiscencia de Tocqueville, quien escribió: “Lo que más y siempre me asombra de mi país [Francia], especialmente estos últimos años, es ver… por un lado hombres que valoran la moralidad, la religión y el orden, y por otro, hombres que aman la libertad y la igualdad de los hombres ante la ley”. Continuó escribiendo: “Me parece, por lo tanto, que una de las mejores empresas de nuestro tiempo sería demostrar que estas cosas no son incompatibles, sino que, por el contrario, están todas unidas, de tal manera que cada una de ellas se debilita si se separa del resto. Esa es mi idea básica”.
Durante su carrera, F.A. Hayek volvió varias veces sobre este tema. Su comprensión de que hay verdades acerca de la libertad humana que adquirimos a través de fuentes distintas de la razón lo hacía respetuoso con las tradiciones religiosas. Su discurso de aceptación en la ceremonia del Premio Nobel se tituló “La Pretensión del Conocimiento”. Se dirigió a los planificadores centrales, expertos en política y a sus compañeros economistas, para advertirles sobre los peligros de una ingeniería social a gran escala. Todos los libertarios, o los liberales continentales, tienden a estar de acuerdo en este punto, pero muchos tienden a olvidar al “otro” Hayek, al que habló sobre el conocimiento que se adquiere a través de la tradición, la religión y otros medios “no racionales”.
Entonces como hoy los promotores de la libertad humana estaban divididos en los temas de fe y libertad. Esa división ha sido costosa. F.A. Hayek escribió sobre los peligros de separarlos: “Creo que es importante que comprendamos plenamente que el credo liberal popular, más en el continente y en América que en Inglaterra, contenía muchos elementos que, por una parte, llevaban a muchos de sus partidarios directamente a las puertas del socialismo o del nacionalismo y, por otra parte, convertía en adversarios a muchos que compartían los valores básicos de la libertad individual, pero que eran rechazados por el racionalismo agresivo, que no reconocía más valores que aquellos cuya utilidad (para un propósito último que nunca fue revelado) podría ser demostrada por la razón individual, y que suponía que la ciencia era competente para decirnos, no sólo lo que es sino también lo que debería ser”.
También podemos encontrar la misma presunción hoy en algunos en el “bando progresista”. Este bando incluye a personas de diferentes inclinaciones políticas: izquierda, centro-derecha y libertarios. Son los únicos que pueden definir “lo que debería ser”, las reglas morales de un mundo políticamente correcto. Si los que tienen fuertes opiniones religiosas llevan sus puntos de vista a la escena política y cívica, los “progresistas” se rasgan las vestiduras y corren a Bruselas.
Durante la década de 1940, Hayek vio que el problema estaba enraizado en un “falso racionalismo, que ganó influencia en la Revolución Francesa y que durante los últimos cien años ha ejercido esa influencia, principalmente a través de los movimientos gemelos del positivismo y el hegelianismo”. Él vio esas fuerzas racionalistas como “la expresión de una hubris intelectual que es lo opuesto a esa humildad intelectual que es la esencia del verdadero liberalismo y que trata con respeto a aquellas fuerzas sociales espontáneas, a través de las cuales el individuo crea cosas mayores de las que conoce”. (Hayek, Proceedings of the 1947 Mont Pelerin Society Conference).
Más tarde, en 1960, en Why I am not a Conservative, uno de sus ensayos más famosos, escribió: “A diferencia del racionalismo de la Revolución Francesa, el verdadero liberalismo no tiene ninguna disputa con la religión”, deploró “el anti-religionismo militante y esencialmente iliberal” [sic] que tanto inspiró al liberalismo continental del siglo XIX… Lo que distingue al liberal del conservador es que, por profundas que sean sus propias creencias espirituales, nunca se considerará con derecho a imponerlas a los demás y que para él lo espiritual y lo temporal son esferas diferentes que no deberían ser confundidas”.
En 1966, en un artículo que presentó en la reunión de la Sociedad Mont Pelerin en Tokio, escribió de nuevo sobre una especie de liberalismo que era compatible “con las creencias religiosas y que a menudo se ha sostenido e incluso ha sido desarrollado por hombres que tienen fuertes creencias religiosas”, criticando el liberalismo “continental” que “siempre ha sido hostil a toda religión, y políticamente en constante conflicto con las religiones organizadas”.
Más adelante, en 1983, durante los años de Reagan, dio una conferencia en la Hoover Institution en la Universidad de Stanford. El principal argumento de su ensayo fue “demostrar que el racionalismo puede estar equivocado y que la moral tradicional puede, en algunos temas, proporcionar una guía más segura que el conocimiento racional para la acción humana”. Concluyó diciendo que “no es exagerado afirmar que el objetivo central del socialismo es desacreditar aquellas morales tradicionales que nos mantienen vivos”.
Aunque ha habido otros momentos de crecimiento, el mayor salto en la civilización tuvo lugar a finales del siglo XVIII y a lo largo del XIX. Durante ese período, las élites intelectuales de muchos países comenzaron a promover instituciones basadas en una visión de la persona humana que era consistente con el individualismo pero que también reconocía los aspectos religiosos, sociales y espirituales del ser humano.
Creo que los seres humanos deberían intentar encontrar la mayoría de las respuestas a sus preguntas más serias a través de la ciencia y la razón. Sin embargo, hay otras fuentes de conocimiento. Entender esto y respetar a quienes usan estas otras fuentes como guía para su vida civil y política podría quitar algo de fuerza a los peores movimientos populistas: “esos grupos verdaderamente reaccionarios” que constituían una gran preocupación para F.A. Hayek.
[1] https://www.forbes.com/forbes/welcome/?toURL=https://www.forbes.com/sites/alejandrochafuen/2017/05/08/the-forgotten-hayek-an-antidote-for-the-new-populism/&refURL=https://www.google.es/&referrer=https://www.google.es/
[2] “F. A. Hayek, Free-Market Think Tanks, And Intellectual Entrepreneurs”. https://www.forbes.com/sites/alejandrochafuen/2017/03/16/f-a-hayek-free-market-think-tanks-and-intellectual-entrepreneurs/#6b0bfea652dc
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