Por Germán Masserdotti
Fuente: Religión en Libertad
7 de febrero de 2019
 
En un discurso reciente (2 de febrero de 2019) a los miembros del consejo directivo del Movimiento por la Vida italiano, el Papa Francisco sostiene: “Extinguir la vida voluntariamente mientras está floreciendo es, en cualquier caso, una traición a nuestra vocación, así como al pacto que une a las generaciones, pacto que nos permite mirar hacia adelante con esperanza. ¡Donde hay vida, hay esperanza! Pero si la vida misma es violada cuando surge, lo que queda ya no es el recibimiento agradecido y asombrado del regalo, sino un cálculo frío de lo que tenemos y de lo que podemos disponer. Entonces, también la vida se reduce a un bien de consumo, de usar y tirar, para nosotros y para los demás. ¡Qué dramática es esta visión, desafortunadamente difundida y arraigada, presentada también como un derecho humano, y cuánto sufrimiento causa a los más débiles de nuestros hermanos!”.
Conviene reparar en que el Papa Francisco, entre otros puntos, establece una relación entre el bien de la vida humana y las generaciones pasadas y futuras. Lejos de una perspectiva individualista que reduce a las vidas humanas a “un bien de consumo, de usar y tirar, para nosotros y para los demás”, el Papa se ocupa del asunto desde una cosmovisión inspirada en el “solidarismo”.
Este enfoque se refuerza más adelante cuando resalta que los miembros del consejo directivo del Movimiento por la Vida italiano, en su acción cultural, han testimoniado con franqueza “que los concebidos son hijos de toda la sociedad, y su asesinato en un número enorme, con la aprobación de los Estados, constituye un grave problema que socava en su base la construcción de la justicia, comprometiendo la solución adecuada de cualquier otra cuestión humana y social”.
Estas palabras son actualísimas no solamente para Italia sino, todavía más, para Argentina. Durante 2018 –y esperemos que no durante 2019–, el poder ejecutivo nacional fue el responsable de la introducción de un proyecto de ley mediante el cual se intentó no solamente despenalizar el aborto sin restricciones en la práctica, sino que se lo quiso presentar como un “derecho”. Pero todavía más, si fuera posible empeorar la cosa: el falso derecho del aborto sin restricciones forma parte de una (anti)política de estado que exigiría a los agentes sanitarios, en contra de todo criterio de justicia, la práctica del homicidio prenatal sin muchas explicaciones por parte de quienes lo solicitan, incluso sin el acuerdo de las madres.
El oficialismo ¿pensaba ganar la votación en la Cámara de Diputados y, así, sacar rédito político luego de anteriores derrotas legislativas? A esto deberían responder los responsables de la actual Administración Nacional y sus asesores. Lo cierto es que, cualquiera fuera la hipótesis que había en sus mentes, hay cosas con las que no se juega, en particular cuando se trata del bien de la vida humana. Pragmatismo que empalma con la “vieja política” que, supuestamente, dijeron que iban a cambiar con una “nueva y buena”. Debajo de la tapa de Alicia en el País de las Maravillas estaba Frankestein o, todavía peor, El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.
El Papa Francisco aprovecha la Jornada por la Vida “para dirigir un llamado a todos los políticos, para que, independientemente de las convicciones de fe de cada uno, pongan como primera piedra del bien común la defensa de la vida de quienes están por nacer y entrar en la sociedad, a la que llegan para traer novedad, futuro y esperanza”. “No os dejéis condicionar por lógicas que apuntan al éxito personal o a intereses solamente inmediatos o partidistas, mirad, en cambio, siempre a lo lejos, y mirad a todos con el corazón”, concluye.
Que tomen nota los responsables políticos de Argentina, sobre todo los gobernantes y legisladores, porque los ciudadanos no olvidaremos, al momento de emitir el voto, qué hizo cada cual durante 2018 para salvar las 2 vidas o para, cualesquiera fueran los pretextos, sumarse a la supresión de la vida humana desde el momento de la concepción.