Por Marcelo Miranda Loayza

Fuente: eldiario.net

Agosto de 2020

 

George Floyd pasará a la historia no como el culmen del abuso y la discriminación racial, sino como la excusa perfecta para poner en marcha una agenda progresista de carácter mundial. La indignación de los indignados está ayudando a construir, sin saberlo, una sociedad que por tener el epíteto de justa está olvidando de por sí el concepto de justicia, donde el vandalismo, el robo y la rotura de vidrios son sinónimos de «causa justa».

El Dr. Martin Luther King decía: “Quisiera sufrir todas las humillaciones, todas las torturas, el ostracismo absoluto y hasta la muerte, para impedir la violencia”, y es justamente el llamado a la violencia lo que ha caracterizado a las manifestaciones «pacíficas» en varias ciudades de EEUU, con repercusiones a nivel mundial. Como dato curioso, el ala progresista norteamericana que defendía una cuarentena rígida es la misma que ahora convoca a manifestaciones masivas sin el menor reparo a que por esto puedan llegar a darse cientos de miles de contagios de COVID-19, ¿hipocresía o agenda política?

No cabe duda que el racismo sigue siendo un mal endémico en nuestra sociedad, en el caso específico de EEUU urge una re-orientación psicológica y filosófica de la policía norteamericana, el exceso de la violencia para confrontar a la delincuencia no es el camino, como tampoco lo es la presuposición de que una persona tienda a delinquir por su color de piel. Estas cosas tienen que cambiar no solo en la policía norteamericana, tiene que ser un cambio general de mentalidad. Pero este cambio no se lo va a lograr destruyendo monumentos históricos, saqueando negocios o quemando propiedad privada. Los «activistas por los DDHH» tanto en EEUU como en algunos países europeos no se dan cuenta o, mejor dicho, no se quieren dar cuenta que sus acciones delictivas y violentas solo traen consigo más discriminación, desconfianza y violencia. Para decirlo en pocas palabras, los manifestantes violentos han trapeado el piso con las palabras del gran Martín Luther King, «Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos».

Vivir como hermanos en tiempos del absolutismo campante de estos días se refiere a echar abajo a monumentos en honor a Cristóbal Colón, tachar al gran escritor y filólogo J.R.R. Tolkien de machista y tildar a una de las más grandes obras del cine, «Lo que el viento se llevó» de racista, a este paso ya no falta poco para que ser cristiano católico y heterosexual sea considerado una ofensa y hasta un delito. En todo caso, es necesario empezar a darnos cuenta que incluso la realidad que se nos presenta día tras día en los medios de comunicación y las redes sociales es una realidad manipulada y falseada, pues se encuentra sometida a una especie de “policía del pensamiento”, la cual señala qué es lo que está bien y qué es lo que está mal.

Como vemos, la dialéctica marxista ha encontrado en los «indignados» tierra fértil para hacernos creer que el absolutismo es la receta perfecta contra el racismo, que el laicismo es sinónimo de tener «mente abierta» y que la violencia es el preludio de la justicia. Todas las vidas son importantes, no solo algunas, no nos dejemos convencer por los gritos desaforados de tendencias que solo buscan acallar a la verdad y a la razón para que les entreguemos en bandeja de plata nuestra libertad.

El autor es Teólogo y Bloguero.