Por Gabriel Zanotti
Mayo de 2020
El «Llamamiento para la Iglesia y para el mundo»[1], firmado este 8 de mayo por los cardenales Gerhard Ludwig Mueller, Joseph Zen Ze-kiun y Janis Pujats, es una noticia de relevancia que merece ser tenida en cuenta en estos tiempos tan oscuros.
Me gustaría destacar la importancia que el documento da al tema de las libertades individuales. Esa confluencia entre el pensamiento católico y el liberalismo clásico constitucional merece especial atención y puede ser leída como fruto del Magisterio de Pío XII, Juan XXIII y Benedicto XVI. No porque ellos hayan confundido la Fe con el liberalismo constitucional (como hacen los que confunden la Fe con el socialismo), sino porque han acompañado, sin afirmarlo como dogma, la importancia de las instituciones modernas como medios para la defensa de los derechos personales. Los cardenales firmantes no dicen de modo ambiguo «derechos humanos o derechos sociales»; se refieren expresamente a las libertades individuales, comenzando por la libertad religiosa: «… Los hechos han demostrado que, bajo el pretexto de la epidemia de Covid-19 se ha llegado en muchos casos a vulnerar derechos inalienables de los ciudadanos, limitándose de forma desproporcionada e injustificada sus libertades fundamentales, entre ellas el ejercicio de las libertades de culto, de expresión y de movimiento». Esta es la misma preocupación que ahora tenemos todos cuantos defendemos el liberalismo clásico contra todo tipo de autoritarismos.
De igual modo, como si hubieran leído a Feyerabend, afirman: «… La salud pública no debe ni puede convertirse en excusa para conculcar los derechos de millones de personas en todo el mundo», estableciendo la inmoralidad de la coacción de estos tiempos por un tema de principios, no de utilidad. Y agregan: «… Esto es tanto más cierto cuanto más aumentan las dudas planteadas por muchos en torno a la verdadera capacidad de contagio, peligrosidad y resistencia del virus. Muchas voces autorizadas del mundo de la ciencia y de la medicina confirman que el alarmismo que han manifestado los medios informativos al Covid-19 no parece totalmente justificado».
Si bien el documento presenta párrafos que pueden ser interpretados desde un presupuesto afín con una teoría conspirativa, resalto que los cardenales se permiten dudar y formular una pregunta que nos hacemos también: por qué, ante las reiteradas dudas de ya muchos científicos sobre la efectividad de este encierro, esas voces son silenciadas, no consideradas, o acusadas de negacionismo. Del mismo modo, merecen nuestra atención, las dudas planteadas en relación a la posible planificación con medidas autoritarias y estatistas propias del constructivismo socialista vigentes: «… tenemos motivos para creer que hay fuerzas interesadas en generar pánico entre la población con el único fin de imponer de modo permanente formas inaceptables de restricción de las libertades, control de las personas y vigilancia de sus movimientos. Esta forma de imposiciones antidemocráticas preludian de manera inquietante un Gobierno Mundial que escapa a todo control».
Es importante también su clara conciencia de que las reuniones públicas de los fieles no deben ser impedidas por el estado bajo ninguna circunstancia. Muchos creyentes y no creyentes han confundido el tema del contagio con el tema legal y moral. Todos los ciudadanos tienen pleno derecho a asistir a las iglesias, templos, sinagogas y mezquitas cuando quieran y como quieran. Ese es su derecho. Los riesgos que corren son cosa suya. Por lo demás, la decisión de «dispensar» el precepto dominical, en el Catolicismo, es muy opinable y riesgoso para la Fe. Cualquier fiel está ipso facto perdonado de no haber asistido a Misa si el motivo fue una enfermedad. Si hay dudas, se consulta con el confesor. Así fue siempre, y las circunstancias actuales no lo modifican. Si un creyente piensa que no debe ir a Misa por temor a contagiarse o contagiar (lo cual ya sucedía ANTES del 2020…), puede corroborarlo con su confesor. Esta dispensa general y la creencia de que la Gracia de Dios puede llegar por Internet[2](1) han confundido aún más a varias generaciones ya de católicos acostumbrados a que el precepto dominical es una cuestión de gustos o de sentimientos. Por ello, «… los Pastores reivindicamos enérgicamente el derecho a decidir de forma autónoma en lo que se refiere a la celebración de la Santa Misa y los Sacramentos, como también exigimos plena autonomía en materias que están dentro de nuestra inmediata competencia y jurisdicción, como por ejemplo las normas litúrgicas y la manera de administrar la Comunión y otros Sacramentos. El Estado no tiene el menor derecho a interferir por motivo alguno en la soberanía de la Iglesia. La colaboración de las Autoridades Eclesiásticas, que jamás ha sido negada, no supone por parte de las civiles prohibiciones ni limitaciones al culto público o el ministerio sacerdotal. Los derechos de Dios y de los fieles son ley suprema de la Iglesia que ésta no quiere ni puede abrogar. Solicitamos que nos sean retiradas las limitaciones a la celebración del culto público».
Admiramos y miramos con esperanza a este documento, y esperamos que su contenido sea comprendido por mucha gente, sean o no católicos, ya que trae un mensaje de esperanza para que catolicismo y liberalismo clásico trabajen juntos por la libertad.
Hago oración la frase del gran pensador L. von Mises: «Quizá se halle justificada la esperanza de que el cristianismo y el liberalismo puedan trabajar juntos en la reconstrucción de la obra de la civilización, que sus enemigos comunes han destruido». (Socialismo, 1922)
Gabriel Zanotti
Director Académico del Instituto Acton (Argentina)
[1] https://infovaticana.com/2020/05/07/sarah-y-otros-cardenales-y-obispos-firman-un-importante-documento-sobre-el-coronavirus/?utm_medium=social&utm_source=facebook&utm_campaign=shareweb&utm_content=footer&utm_origin=footer&fbclid=IwAR12LXfJ_kFdsSCVzcv-94hfEFUmULEA_asEbZNr7smDKVT_HS0-LsMoPEI
[2] La Gracia de Dios viene por donde quiere. A lo que nos estamos refiriendo es a la real presencia del sacramento ex opere operato.
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