Por Eleonora Urrutia
Febrero de 2021
Fuente: El libero
La enseñanza de Davos es que el totalitarismo sigue vivo y que cada vez hay más personas ingenuas, con segundas intenciones e idiotas dispuestas a imponérnoslo.
A la dictadura en las redes proclamada por las cinco Gran Hermanas de Internet (las GAFAT, acrónimo que responde a Google, Apple, Facebook, Amazon y Twitter) como colofón de las elecciones norteamericanas, se ha añadido un mes después un proyecto -lo que hoy llaman agenda- de tendencia totalitaria y cuyo propósito es acabar con la libertad mediante la prohibición de la propiedad. Y con un límite brevísimo: 2030.
Esta es la conclusión que sigue al cierre de la 51° Edición del Foro Económico Mundial, o Foro de Davos, que ha tenido como invitado de honor con Xi Jinping, presidente de la República Popular de China y secretario del Partido Comunista Chino.
El mandatario inauguró la cumbre virtual con un discurso triunfalista y un manual de deberes y órdenes dirigidas a los líderes mundiales, presumiendo de ser la única economía que creció durante la pandemia del coronavirus y advirtiendo que “el mundo ya no será como antes”.
Pese a que el gobierno chino ocultó el virus desde fines del 2019, dejó que volaran aviones durante dos meses desde China al resto del mundo transportando contagiados y desabasteció de mascarillas a numerosos países europeos y americanos, mientras el covid-19 se expandía, ninguno de los líderes mundiales le ha recriminado nada a Xi Jinping.
Más aún, el fundador del Foro Económico Mundial, el economista y empresario alemán de izquierda Klaus Schwab, alabó al secretario general del PCCh: “Tenemos que comenzar una nueva era global y contamos con usted. Muchas gracias, señor presidente, por esta declaración de principios y por recordarnos que somos parte de una comunidad global que comparte el mismo futuro común”, señaló dirigiéndose a Jinping.
El líder comunista aprovechó el escenario para dejar claro que China ha salido vencedora de la tragedia sanitaria mundial e instó a los países a seguir su ejemplo. “En China estamos siguiendo el camino hacia un país socialista moderno. Ahora desempeñaremos un papel más activo para fomentar una globalización económica mundial que sea más abierta, inclusiva, equilibrada y beneficiosa para todos”, pronunció virtualmente desde Pekín.
Sin embargo, China está lejos de ser un lugar que preserva las libertades de los ciudadanos. Organismos como Amnistía Internacional denuncian que el gobierno de Jinping ha elevado la represión y han aumentado las detenciones y encarcelamientos de los disidentes en Hong Kong. Igualmente, numerosos médicos, científicos y periodistas huidos del régimen comunista han informado de los secuestros y muertes de aquellos que desafiaron al PCCh y hablaron sobre el origen del coronavirus. Según la agencia de noticias japonesa Kyodo, el mismo Jinping señaló públicamente que los doctores podrían ser acusados de espionaje e incluso condenados con la pena de muerte. Y varias ONG han reiterado el sometimiento y explotación de la minoría uigur, grupo étnico y religioso perseguido en China e internado en campos denominados “centros de educación ideológica y entrenamiento profesional”.
No obstante, ninguno de los líderes presentes en la primera sesión virtual del Foro Davos 2021, entre ellos la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen, la canciller alemana Angela Merkel y el presidente de Francia Emmanuel Macron, han mencionado estos asuntos.
Xi Jinping ha concluido dando un aviso. La senda a seguir es un nuevo gobierno mundial en el que China tendrá un gran peso. El objetivo, marcado en la Agenda 2030 del Foro Económico Mundial, es instaurar un socialismo global, tal y como apuntan las campañas propagandísticas del Foro: “En 2030 no poseerás nada y serás feliz”, reza uno de sus polémicos eslóganes bajo el título de “El Gran Reinicio”.
La Agenda 2030 o el gran reinicio
El discurso de Xi Jinping no debe ser tomado a broma, ya que se proclama vencedor de la crisis mundial que su régimen ha creado. Y si dice “nada volverá a ser como antes” debe entenderse que China ya no admitirá que ningún país, empezando por los Estados Unidos, discuta su poder militar, ni económico, ni político, o sea, dictatorial.
Pero, ¿alguien puede creer que China piensa respetar en los demás países las libertades que proscribe en el suyo? ¿Alguien puede creer que favorecerá un comercio internacional justo, es decir, con reglas respetadas por todos, donde no haga trampas, como suele? Y, sin embargo, Xi amenaza y todos callan.
Prueba de esto es el silencio de Merkel, que se niega a apoyar a Navalny y los disidentes de Putin porque considera más importante los acuerdos con Rusia en materia energética, y no ha abierto la boca frente al sermoneo del presidente chino, quizás silenciada por el acuerdo de comercio firmado a fines del año pasado con ese país.
Macron fue más allá: “saldremos de esta pandemia sólo con una economía que piense más en las desigualdades”; “el modelo capitalista, la economía abierta no pueden funcionar en este entorno”; “el capitalismo ha garantizado hasta ahora el crecimiento, pero al precio de la desigualdad”.
Está a la vista que Taiwán y Corea del Sur, países capitalistas, han salido mejor que Francia o España de esta crisis, que aún no han salido. Y Venezuela es la prueba de cómo el comunismo empeora incluso las peores crisis, pero se ve que Macron, si baja en las encuestas, se resetea como sea. Y como es culto y pedante, utiliza esa mezcla demagógica de condescendencia y buenos sentimientos típica del redicho de Hollywood y de Obama. En una de las sesiones de autocrítica en el WEF, Macron añadió que el mundo “debe ir más allá de la hostilidad a la intervención estatal en la economía”, como si fuera poca la que hay en Francia, y él criticaba en campaña. Para agregar a continuación que las empresas se “limitaban a accionistas y consumidores” y “habían dejado fuera a los trabajadores”, como si los accionistas no fueran trabajadores ni los trabajadores consumieran.
Y, sobre todo, concluyó, “el capitalismo daña el medio ambiente”. Ni el comunista más necio puede sostener esto sin estremecerse. La historia de los países comunistas es la de la destrucción del medio ambiente. Los bosques de propiedad privada están más seguros que los de propiedad estatal en todo el mundo, y sólo donde existe el imperio de la ley, en las democracias liberales, puede legislarse en serio y actuar contra los depredadores ecológicos. Nadie contamina más que la China comunista. Pero como hay que respetar ese sistema, no condenan la quema de carbón por Xi Jinping. La realidad es que no conocemos la parte de la actividad humana que incide en el cambio climático, aunque sin duda influyen también muchas causas naturales, pero el discurso político del cambio climático daña a los países capitalistas mientras es ignorado por los comunistas. Además, la energía de los combustibles fósiles es hoy el corazón del progreso y, por lo mismo, es aceptada masivamente en su uso diario por las personas sin mucho cuestionamiento y aún contra la voluntad de los ideólogos y políticos que pretenden eliminarlo para, quizás, dejar a toda la humanidad más pobre. Ojalá se pudiera sustituir por una fuente energética mejor, pero si se bloquea la energía nuclear y con el actual nivel de avance tecnológico, prohibir los combustibles fósiles es condenar a los más pobres a la miseria.
Los ideólogos reunidos virtualmente por Davos han tenido el detalle de resumir en unas pocas frases y un vídeo el futuro que nos reserva el Gran Reseteo. Sería una mezcla de criminalidad y estupidez risible si detrás no tuviera las fuerzas poderosas que pretenden impulsar esa Agenda 2030.
“No poseerás nada y serás feliz”, inicia el video, como si no estuviera claro a esta altura que, para impedir la propiedad, siempre fue necesaria la más absoluta tiranía. La ley existe para proteger de la arbitrariedad la propiedad, la vida y la libertad de todos. El comunismo, régimen que prohíbe la propiedad, salvo la de los jerarcas comunistas, ha creado sociedades tan felices que de ellas han huido los que han podido y los que no pudieron fueron condenados en campos de exterminio.
“Estados Unidos no será la primera potencia mundial. Un puñado de países lo sustituirán”, sin explicar cuál será el puñado ni de quién será el puño, aunque parece claro que no será reemplazado por Suiza, Australia y Canadá.
“Comerás menos carne. La carne no será un alimento básico para el bien del medio ambiente y de tu propia salud”, lo que amplias dudas respecto de si se podrá elegir la propia dieta e incluso comer lo que se desee o si el control llegará hasta la heladera.
“Mil millones de personas tendrán que desplazarse por el cambio climático. Tendremos que hacer un mejor trabajo de bienvenida e integración de esos refugiados”, sin explicar cómo sabremos que el desplazamiento será por el cambio climático ni cómo les daremos la bienvenida e integraremos considerando los problemas a la vista en Europa con la inmigración no querida.
“Las empresas pagarán por el dióxido de carbono. Habrá un precio global estandarizado para el carbón lo que acelerará la desaparición del uso de combustibles fósiles”. Las empresas ya pagan al igual que los consumidores en la factura, los cambios de política energética. Pero quizás el objetivo sea lograr establecer impuestos sobre la energía sin necesidad de enfrentar al usuario que es quien finalmente paga el costo, para evitar dolores de cabeza como tuvo Macrón con los Chalecos Amarillos.
“Los valores occidentales serán puestos a prueba”. ¿Por quién? ¿Y los no occidentales? ¿Y Xi Jinping, Putin y Kim Jong Un?
“Los valores que sustentan nuestras democracias deben ser considerados” O sea, anulados. En eso coinciden comunistas como Jinping, Maduro, Iglesias, yihadistas y demás liberticidas.
La enseñanza de Davos es que el totalitarismo sigue vivo y que cada vez hay más personas ingenuas, con segundas intenciones e idiotas dispuestas a imponérnoslo. Ojalá no sean exitosos en cancelar a quien se atreva a decir la verdad, o al menos a cuestionar la ortodoxia existente. Nada bueno puede salir de un mundo en el que las ideas y el debate se silencian a fuerza de amenazar a quien piensa distinto para imponer un orden hegemónico en el que el intercambio libre entre personas y la diversidad son anulados.
Deja tu comentario