Por: Melanie McDonagh

Fuente: Religión en Libertad

6 de agosto de 2021

 

John Finnis, australiano nacido en 1940, católico converso en 1962, es uno de los más reputados filósofos del Derecho en el ámbito anglosajón y uno de los grandes representantes de la vigencia de la ley ley natural como marco y criterio para la legislación ordinaria. Tras veintiún años como profesor en Oxford, ahora, ya emérito, mantiene una notable presencia pública.

Ha sido objeto de campañas mediáticas sistémicas por su negativa a someterse a la dictadura de la corrección política, lo que incluyó un intento de expulsión de la universidad por parte de algunos alumnos.

Sobre todo esto y sus últimas obras habló con Melanie McDonagh en Catholic Herald

John Finnis es un reconocido exponente de la ley natural, un filósofo del Derecho conocido por su práctico desglose de los siete «bienes» básicos de la existencia humana: vida, conocimiento, habilidades, juego, amistad, sensatez práctica y religión. Es una idea brillante: si categorizas las cosas dándoles un número, sobre todo un número bonito y manejable, haces que sea mucho más fácil recordarlas. Cuando nos vemos resulta que las siete cosas podrían fácilmente ser ocho: ha añadido el matrimonio en la última edición. «Pero es demasiado tarde», dice. «Estoy atado al siete para toda la eternidad». Eso sí, el siete es un número místico y popular, por lo que seguramente sea lo mejor.

Nos vemos en un restaurante de Oxford, su primera salida en meses debido a la pandemia, y nos sentamos en la terraza. Ha tenido un confinamiento bastante agradable, con un hermoso jardín, pero es consciente que la decisión de suspender la vida normal para restringir la difusión del virus ha sido desastrosa para el trabajo y la economía. Lo que beneficia a los ancianos -tiene 80 años, pero podría pasar perfectamente por un septuagenario- puede perjudicar a los jóvenes. «El principio de la prevención… veremos a qué nos puede llevar con esta pandemia; los efectos colaterales son enormes», afirma.

Magisterio: más moral y menos cuestiones sociales discutibles

Es esta conciencia de que la gente con principios puede tener puntos de vista honestos y opuestos sobre un tema lo que le irrita cuando los obispos, o el Papa, hablan sobre las cuestiones sociales como si solo hubiera un punto de vista católico.

Recientemente ha escrito A Radical Critique of Catholic Social Teaching, el último capítulo de un nuevo libro sobre la Doctrina Social de la Iglesia (Catholic social teaching, publicado por Cambridge University Press), cuyo fin es socavar la credibilidad de todo el concepto de dicha enseñanza. Le digo que será explosivo y se ríe: «No, no lo será, porque forma parte de un libro que cuesta 131 euros; de hecho, la causa de que haya sido ignorado es el precio».

Así, para los que no podemos permitirnos comprar un ejemplar, la clave es que gran parte de lo que entendemos como Doctrina Social de la Iglesia es tendenciosa, por lo que los obispos harían mejor en centrarse en enseñar los principios morales católicos fundamentales y dejar la aplicación de aquélla a los laicos, que saben mejor de lo que se está hablando. Está especialmente irritado con las conferencias episcopales, que publican directrices interminables sobre, por ejemplo, la emigración o el calentamiento global, que son cuestiones de legítimo debate. Sobre el cambio climático piensa que «el Papa va más allá de sus posibilidades, puesto que se trata de un tema inmensamente difícil».

La mayoría de lo que los obispos pueda decir, y que sea de utilidad, sobre estos temas «ocupa pocas páginas», afirma. El gasto de energía en largas declaraciones políticas es «peor que perder el tiempo»: «Es desviar la propia energía». En su opinión, la función de los obispos es predicar las normas morales, porque «es escandaloso que muchos católicos hayan abandonado en la vida pública estos principios, por lo que es urgente dárselos a conocer y que los respeten realmente». Aclara que los mandatos negativos, como «no matarás», por ejemplo, son categóricos, sin excepciones, mientras que los positivos, como «amarás a tu prójimo como a ti mismo», tienen más matices.

De la guerra nuclear a la «homofobia»

Inusitadamente, Finnis sigue defendiendo con pasión la inmoralidad de las armas nucleares. «Es una cuestión del bien y el mal», dice: cualquier uso de las armas nucleares significa que uno «tiene la intención de matar a gente inocente». De hecho, la cuestión no es solo histórica. Sigue siendo parte de la política estadounidense la promesa de tomar represalias nucleares en respuesta a cualquier ataque nuclear, una política que se reafirma cada año. Finnis piensa que cualquier miembro del Congreso que vote en favor de esta política es «moralmente culpable».

Hablamos sobre Tony Abbott, ex primer ministro australiano que, desde que fue nombrado comisionado para el comercio del Reino Unido, ha estado en el punto de mira por supuestos puntos de vista misóginos y homófobos. ¿Significa esto, le pregunto, que es problemático para los católicos aceptar un cargo público?

«La acusación general de homofobia, si te la tomas en serio», dice Finnis, «parece querer decir que cualquier católico serio debe ser sacado de la vida pública porque se define como ‘homofobia’ cualquier expresión de desaprobación de ese tipo de acto sexual. Y aunque digas que lo que valoras es el acto, no la persona, cualquier tipo de condena del acto es, aparentemente, homofóbica».

Crímenes de pensamiento

¿Qué deben hacer los católicos entonces? ¿Retirarse a la vida privada? «Estamos hablando sobre la vida pública, la vida social, sobre enseñar a los estudiantes, etc.», dice. «Todo esto puede ser realizado siendo perfectamente profesional». En otras palabras, puedes tener reservas sobre la conducta de una persona y seguir trabajando perfectamente bien con ella. «Es lo que se ha estado haciendo durante cientos de años», dice. «Cuando -creo que equivocadamente- los actos homosexuales eran un crimen en este país (en Francia nunca lo fueron, solo contrarios a la moralidad pública), la gente sabía perfectamente que había personas que en su vida pública eran homosexuales, pero mantenían su conducta en privado». Ahora, los puntos de vista no conformes a la corriente dominante sobre los derechos de los homosexuales son, efectivamente, un crimen de pensamiento. «Si se sospecha que piensas que lo que están haciendo es malo… este tipo de pensamiento debe ser arrancado de raíz y rechazado públicamente».

Finnis se enfrentó a este tipo de hostilidad el año pasado, cuando los estudiantes de Derecho presentaron una petición exigiendo que abandonara la docencia en Oxford por sus puntos de vista sobre moral sexual.

«Todo fue muy raro, porque hacía tiempo que no enseñaba en Oxford, estaba ya retirado. Fue una extraña serie de desconexiones de la realidad». Tal vez lo más extraño fue que las citas que los autores de la petición le atribuyeron eran, en realidad, citas que él había cogido de Platón sobre la homosexualidad en un contexto muy diferente. Los autores de la petición no se molestaron en comprobar cuál había sido el filósofo que había hecho tales afirmaciones. «Se supone que los abogados deben leer las pruebas y citar la autoridad para cada propuesta que hacen», observa. Los estudiantes de Derecho de Oxford ni siquiera lo intentaron.

Recuerda que todo ese episodio fue «muy desagradable». «Era difícil perjudicarme», añade. «Pero los profesores jóvenes captaron el mensaje». Es decir, no estar conforme con esta cuestión puede perjudicar a tu carrera. «Hoy en día», dice, «para convertirse en juez o entrar en el Colegio de Abogados tienes que responder a preguntas que pueden incluir esta. Se ha burocratizado mucho el modo como se realizan los nombramientos, se conceden las becas… tienes que hacer muchas afirmaciones sobre tu virtud, y en cualquier momento te pueden pedir que demuestres que estás libre de esos pensamientos erróneos. Se crearán sistemas para que sea evidente que uno tiene esos puntos de vista inapropiados».

Razones de una conversión

John Finnis se convirtió al catolicismo en 1962. Antes era anglicano y, desde los 14 años, no creyente. ¿Qué hizo que se convirtiera al catolicismo? «Entender que Dios existe y que puede intervenir en la historia humana; y que tal vez hubo una revelación y que esa revelación llegó a su culmen con la vida de Jesús de Nazaret. Y que parte de lo que aprendes sobre lo que Él consideraba ser el objetivo de su revelación fue el establecimiento de una comunidad de creyentes. Fui uno de los miembros de un pequeño grupo de personas de la Universidad de Adelaida que se convirtió al mismo tiempo. [Para nosotros] la cuestión interesante era la existencia de Dios, la posibilidad de la revelación, la verdad de los Evangelios».

«Creo que ahora [convertirse] es mucho más difícil», dice, «dado el caos que reina en la Iglesia católica… en esa época podías confiar en cualquier obispo o sacerdote, porque todos sostenían las cosas sobra la fe». Hoy, «se parece mucho a la situación de la Iglesia anglicana, donde hay una caótica batalla campal: no en sí misma, sino en la medida en que funcionan las apariencias».

Muchos creen que Finnis es un católico conservador, aunque él no tiene ningún problema con el Concilio Vaticano II. Pasó tres semanas leyendo cada uno de los documentos del concilio en latín e inglés con el estudioso Germain Grisez, y no tiene ninguna duda sobre la sensatez de los mismos, especialmente con respecto a la Escritura.

Sí que cree que la Iglesia se ha equivocado de manera desastrosa en apoyar los estudios bíblicos modernos, que cuestionan la verdad de los Evangelios como relato de lo que realmente ocurrió. Por ejemplo, muchos estudiosos católicos comparten la suposición, de moda ahora, de que los evangelistas que escribieron sobre Cristo y su predicción de la caída del Templo, redactaron sus evangelios después de que esto sucediera, en el 70 d.C., en lugar de aceptar que Cristo profetizó lo que tenía que ocurrir. Para Finnis, la voluntad de los obispos de respaldar estos puntos de vista radicalmente escépticos ha socavado la fe de la gente común y causado «una increíble devastación en los seminarios católicos».

Además, cuando se habla de la falta de creencia en algunas cuestiones fundamentales, como el infierno o la necesidad del sacramento de la Confesión, «detrás de ello está el hecho de no tomarse en serio lo que, según los Evangelios, dice Nuestro Señor. Si te los tomas en serio, está claro que la apuesta es elevada. Es la razón por la que dedico mi tiempo a escribir sobre los Evangelios».

¿Cuál es, le pregunto, el rasgo que define su filosofía? «Que hay una diferencia entre verdad y error». La Historia, dice, «es una cuestión de pensamientos puestos en acción, y puedes comprender estos pensamientos si lo intentas de verdad. Vale la pena hacerlo»

Traducido por Elena Faccia Serrano.