Fuente: Religión en Libertad
7 de febrero de 2022

Irán es un gran país, con casi 84 millones de habitantes; el 90% son musulmanes chiítas, un 5% musulmanes sunitas, los cristianos de todas las denominaciones son unos 500.000, y de ellos sólo 22.000 son oficialmente católicos (de tres ritos: latinos, armenios y caldeos).

La Iglesia católica es pequeña, y además debilitada por problemas económicos de las familias, su emigración a otros países y, en los últimos años, por nuevas presiones de las autoridades, que parecen estar asustadas de la presencia diminuta que puede representar una monja anciana o un nuevo obispo.

Es el caso del franciscano belga Dominique Mathieu, nombrado arzobispo latino de Teherán-Ispahan hace un año, en enero de 2021, pero al que aún no se le ha permitido entrar en el país. El título de arzobispo hace pensar en una iglesia grande, pero las estadísticas de la iglesia hablan de apenas 6.000 católicos latinos organizados en las 6 parroquias de rito latino de todo el país, con 2 sacerdotes (se supone que uno es el arzobispo). Las otras parroquias católicas son de la diócesis armenia y de dos archidiócesis caldeas.

Uno puede entender que las autoridades bloqueen al arzobispo latino, pero resulta más difícil comprender que bloqueen a una anciana religiosa que trabaja con leprosos desde hace 26 años. Así le sucede a la italiana Giuseppina Berti, de 75 años. Desde junio, las autoridades no le renuevan la documentación y no le dejan entrar en el país. Solo queda otra monja en la zona, Fabiola Weiss, de 77 años, que también trabaja con enfermos.

Nuevo presidente, ¿peor para los cristianos?

La llegada a la presidencia en junio de Ebrahim Raisi, más radical que su predecesor Hassan Rouhani, alimentado los temores de una mayor presión sobre los cristianos, especialmente los evangélicos y protestantes, cuyas comunidades crecen mediante conversos y redes de iglesias en casas.

El islam chiíta oficial y muy politizado del régimen suena hueco o falso a muchos jóvenes. Algunos llevan una vida de ateísmo práctico, aunque simulen ser nominalmente musulmanes. Otros buscan otras propuestas espirituales y pueden interesarse en Jesús… si consiguen que alguien les hable de Cristo.

Thomas Meram, arzobispo caldeo de Urmia y administrador patriarcal de Teherán, habla en AsiaNews del reto demográfico de los pocos católicos. En su demarcación en Teherán -que ocupa medio país- hay unos 2.000 católicos caldeos. Este último año han oficiado solo 3 matrimonios, 4 bautizos y 30 funerales. En junio celebrarán la Primera Comunión un grupo de niños… los primeros en 3 años. Los jóvenes no se atreven a casarse, les parece caro e insostenible, sobre todo en las ciudades. Los que se casan, no se atreven a tener hijos.

Con la pandemia, las misas se quedaron con apenas 10 o 15 feligreses por celebración. «No venir a la iglesia se estaba volviendo un hábito, por eso éramos nosotros [el obispo y un sacerdote] los que íbamos a las casas, a visitar a las familias, salíamos a buscarlas para traerlas de vuelta a la iglesia”, explica el arzobispo Meram.

Sólo un seminarista iraní

También organizan encuentros semanales de católicos con «15 jóvenes y 30 universitarios». «Sólo tenemos un joven que estudia en el seminario de Erbil. No perdemos las esperanzas en el futuro y mientras tanto utilizamos los medios que tenemos disponibles, como las redes sociales [el obispo tiene un perfil de Instagram muy activo, donde publica misas y celebraciones, ndAsianews] para llegar al mayor número posible de fieles en Irán y de la diáspora en Australia, Canadá y Europa».

La ley iraní castiga con la muerte que un musulmán se haga cristiano o de otra religión. Pero en el día a día con la gente las relaciones de cristianos con musulmanes suelen ser buenas. Muchos musulmanes prestaron atención a la visita del Papa Francisco al vecino Irak en 2021, «que recogió opiniones positivas y tuvo una buena cobertura en la prensa nacional».