Por Manuel Alvarado Ledesma
Para el Instituto Acton
Agosto 2022

Según Jonathan C. Brown, profesor de Economía de la Universidad de Texas, “Alberdi interpretó a los pueblos sudamericanos desde una perspectiva económica. Este rasgo lo diferenció de los pensadores de su tiempo”. Por ello, adquiere enorme relevancia.

Alberdi hizo de Manuel Belgrano una fuente de inspiración. Con apenas 6 años, lo conoció en Tucumán. 

Con sus objetivos de libertad de comercio, respeto a los derechos de propiedad y de educación, Belgrano fue un baluarte del programa de Mayo. Remarcaba la importancia de las instituciones. Decía que, para que hubiese producción era necesario asegurar el derecho de propiedad.

Belgrano se inició en los principios de la ciencia económica, en la Universidades de Salamanca y de Valladolid, donde obtuvo su título universitario. Bajo la influencia de Campomanes y merced a una licencia papal, accedió a la lectura de Montesquieu y Rousseau; así incorporó nuevos horizontes a su vasta cultura. Los profesores de Salamanca, todos ellos ortodoxos doctores católicos, en lo tocante a la propiedad privada, al precio de mercado, a la libertad de iniciativa y al papel del Estado, sentaron las bases de la ciencia económica moderna.

De acuerdo a Friedrich A. Hayek “Los principios teóricos de la economía de mercado no fueron diseñados, como se creía, por calvinistas y protestantes escoceses, sino por los jesuitas y miembros de la Escuela de Salamanca durante el Siglo de Oro español.»

Alberdi, comulgando con el pensamiento belgraniano, defendía tal programa económico, plasmado luego en la Constitución Argentina.

En 1852,  Alberdi redactó una suerte de guía para la redacción de la Constitución, sobre la idea del economista clásico, Adam Smith, acerca de la santidad de la propiedad privada.  La tituló Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República Argentina, editado por la imprenta del periódico El Mercurio, de Valparaíso. 

Este trabajo fue la fuente de inspiración para los congresales que sancionaron la Constitución en 1853.

Al año siguiente de esta suerte de guía, escribió Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina, obra complementaria de las Bases, donde expresa su pensamiento como economista: “Cada libertad es una boca mina, cada garantía es un venero. Estas son figuras de retórica para el vulgo, pero es geometría práctica para hombres como Adam Smith.”

Con motivo de la colación de grados en la Universidad de Buenos Aires, en su discurso La omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual, en 1880, sintetizó su desprecio sobre el estado omnipotente por oponerse a la tesis cristiana que consagra el valor inviolable de la “libertad y el derecho de propiedad, base del progreso y la civilización”.  Allí, diferenció  la “libertad de la patria que es la independencia respecto de todo país extranjero” de “la independencia del individuo respecto del gobierno de su país propio”, de modo que la libertad del individuo “significa literalmente ausencia de todo poder omnipotente y omnímodo en el Estado y en el gobierno del Estado”.

Consciente de las carencias del país, afirmaba que sólo disponía de tierras y recursos naturales con una gran falta de los demás factores de producción: capital, trabajo y capacidad humana; por lo tanto, el desarrollo vendría mediante el ingreso de dichos factores, desde los países donde eran abundantes.

Pero no proponía únicamente la inmigración, de gente capacitada y educada, también hablaba de la importancia de la educación de la gente local. De allí su enorme admiración por Belgrano. Escribe Alberdi: “Por nosotros el virtuoso General Belgrano se arrojó en los brazos de la mendicidad desprendiéndose de toda su fortuna que consagró a la educación de la juventud, porque sabía que por ella propiamente debía dar principio la verdadera revolución”.

Además, Aberdi se adelanta muchos años a la escuela económica Neoinstucionalista, que se focaliza en el derecho de propiedad y las instituciones, donde sobresalen economistas como Douglass C. North (Premio Nobel de Economía, 1993).  Y así centra su atención en el ser humano y su comportamiento, como generador de riqueza. Afirma que “La riqueza, es hija del trabajo, del capital y de la tierra; y como estas fuerzas no son más que facultades que el hombre pone en ejercicio para satisfacer sus necesidades, la riqueza es obra del hombre”

Como sostiene North respecto a las razones del subdesarrollo, para Alberdi, muchas décadas antes, la ausencia de una cultura de trabajo, la preferencia por el gasto improductivo por sobre el reproductivo son factores de restricción al desarrollo del comercio y de las actividades productivas en nuestro país.

Alberdi, antes que North, entendía que las instituciones no son únicamente de origen legal, sino también que existen códigos sociales y culturales que hacen al proceso económico. Tales códigos, según el Neoinstitucionalismo, se refieren a instituciones informales, como el respeto a las normas y el hábito de trabajo. El lema alberdiano “gobernar es poblar” implicaba una suerte de “importación” de hábitos (instituciones informales), mediante la inmigración.  No significaba tanto poblar el territorio, sino fundamentalmente la entrada de agentes de cierta educación para incorporar hábitos, costumbres y prácticas a través de una agresiva política de atracción de inmigración. Todo ello, sin dejar de lado la educación.

En proyección al mediano y largo plazo, tanto la inmigración como la educación son los instrumentos que Alberdi propone para alcanzar cambios de corto plazo. La primera implica el ingreso de determinada institucionalidad y la segunda la creación/formación de cierta institucionalidad.

Como pensaba Alberdi, North destaca la importancia de un esquema legal en donde las limitaciones formales promuevan la eficiencia, el intercambio y la transparencia –es decir, el sistema de incentivos–, y aseguren la ejecución de los contratos y disminuyan el incumplimiento de ellos. Pero también destaca la importancia del comportamiento humano y de los hábitos que encuadran las transacciones determinantes del desarrollo, implantados en la sociedad mediante la inmigración y la educación.

El pensamiento de Alberdi es tan claro como vigente. En la medida que la matriz institucional (formal e informal) favorezca la igualdad de oportunidades y asegure la libertad y el derecho de propiedad, las organizaciones y las personas tenderán a destinar sus recursos en la ampliación de saberes y mejoras tecnológicas, lo que define un sendero de largo plazo creciente.

Manuel  Alvarado Ledesma – Economista