Por Xavier De Bouillon
Para el Instituto Acton
Enero 2023
Varios medios de comunicación se han hecho eco de las recientes declaraciones de Mons. Georg Gänswein sobre la reacción de Benedicto XVI ante la promulgación del Motu Proprio Traditionis Custodes del Papa Francisco. “Según cuenta el secretario privado del Papa alemán durante mucho tiempo”, Benedicto XVI “leyó el Motu Proprio del Papa Francisco de 2021 «con dolor en el corazón» (…) Este documento era una enmienda a la totalidad del Motu Proprio ‘Summorum Pontificum’ del Papa Benedicto. «Creo que le rompió el corazón”, puede leerse en la página web Infocatólica. Este Motu Proprio del año 2021 no afecta a la FSSPX (como piensan algunos) sino a los católicos tradicionalistas que en 1988 no quisieron seguir a Mons. Lefebvre en la ordenación de Obispos y a los fieles católicos que nunca fueron a una Misa Tradicional antes de las medidas tomadas por Benedicto XVI en 2007. Es decir, es un agravio injusto a todos los católicos que obedecieron a Juan Pablo II y a Benedicto XVI, y decidieron no seguir a la FSSPX. Por el momento algunos institutos creados para conservar la plena comunión de los tradicionalistas con Roma, dentro de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei (como la Fraternidad Sacerdotal San Pedro o el Instituto del Buen Pastor), han conseguido que no se les aplique el nuevo Motu Proprio pues sería incompatible con su carisma fundacional. Pero los párrocos que permiten la celebración de la Misa según el Vetus Ordo gracias a la libertad reconocida por Benedicto XVI dependen ahora de la decisión de sus respectivos Obispos. En varias diócesis y arquidiócesis se ha decidido por el momento no innovar, aunque no en todas. Pero si los Obispos cambian de opinión o son reemplazados por otros contrarios a la Liturgia Tradicional, la situación volverá a como estaban las cosas en 2006 y con seguridad llegará un momento en que se retorne a la prohibición de hecho del Vetus Ordo que mayoritariamente existió en la Iglesia Católica a partir de 1969. Es previsible que entonces muchos fieles decidan refugiarse en las Misas de la FSSPX, a las cuales se puede asistir lícitamente por permisos cada vez más amplios que fueron otorgando de manera paulatina Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Máxime cuando Traditionis Custodes establece que los nuevos sacerdotes que se vayan ordenando tendrán prohibido celebrar la Misa codificada por San Pío V. De allí que los católicos tradicionalistas y/o conservadores que están en plena comunión con Roma, se encontrarán más pronto que tarde ante un callejón sin salida. Pasado un tiempo el Rito romano tradicional desaparecerá casi por completo. Es evidente por tanto que lo único que se logrará con Traditionis Custodes será reforzar a los tradicionalistas que no aceptan la hermenéutica de la continuidad, pues en cierto sentido este tipo de decisiones les dan la razón: a) porque no se puede confiar en Roma y b) porque interpretar Vaticano II a la luz de la Tradición es un intento voluntarista destinado al fracaso. Y como para ordenar Obispos (lo cual sucederá casi seguro en poco tiempo) es probable que la FSSPX vuelva a carecer de mandato pontificio, sus autoridades se ampararán en algunas de las causas eximentes previstas tanto en el CIC de 1917 como en el del 1983 para realizar nuevas ordenaciones y será difícil no darles la razón. Basta recordar que incluso las ordenaciones episcopales de 1988, según el Cardenal Castrillón Hoyos (a cargo de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei) no causaron un cisma en sentido pleno. “No se puede decir en términos correctos, exactos y precisos, que existe un cisma- afirmó en el año 2005-. Hay una actitud cismática en el hecho de consagrar obispos sin mandato pontificio. Ellos están dentro de la Iglesia. Existe únicamente el hecho de que una total, más perfecta comunión está faltando (…) una comunión más plena, porque la comunión existe”. Es probable que en estas palabras influyera el hecho de que Mons. Lefebvre no tenía intención cismática, no dejó de reconocer como Romano Pontífice a Juan Pablo II y no otorgó jurisdicción a los nuevos Obispos. Todo lo cual sigue igual al día de hoy. Otros prelados en cambio (como el ex Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons. Gerhardt Müller) opinan que sí hay cisma. En todo caso y de repetirse la situación de 1988, para la mayoría de los católicos, las autoridades y nuevos Obispos de la FSSPX estarán excomulgados y en situación de cisma, y en cambio ellos considerarán que tal excomunión es inválida y que no hay delito de cisma debido a las causas eximentes previstas en el Derecho Canónico. Pero sea lo que fuere de ambas visiones, cualquier diálogo con los católicos tradicionalistas y/o conservadores que se refugien doctrinal y no sólo litúrgicamente en la FSSPX, será muy difícil. Máxime si luego se extiende la persecución a quienes hoy se encuentran en las instituciones amparadas anteriormente por Ecclesia Dei. Y esta vez serán muchos más que en 1988. Es decir, Traditionis Custodes ha tirado por la borda todo el trabajo de reconciliación que pacientemente fueron realizando Juan Pablo II y Benedicto XVI entre 1984 y 2013, así como los aportes atendibles de referentes tradicionalistas y/o conservadores como Michael Davies, Klaus Gamber, Romano Amerio, Mons. Nicola Bux, Mons. Juan Miguel Ferrer Grenesche, el Padre Gabriel Díaz Patri, Mons. Gherardini, Roberto de Mattei, Mons. Schneider, el Prof. Peter Kwasniewski, entre otros. Es entendible por tanto, la tristeza que esto causó en alguien con los conocimientos litúrgicos y la apertura al diálogo sincero como Ratzinger. El Jueves 5 de enero de 2023 pues, no será enterrado sólo Benedicto XVI sino casi todo lo realizado en favor de una verdadera hermenéutica de la continuidad en la reforma. Y el Sínodo de la Sinodalidad 2023-2024 tal vez cumplirá con los deseos del progresismo más radicalizado de tener un Concilio Vaticano III aunque bajo modalidad sinodal, sobre todo si se organizan como lo hicieran los Obispos y peritos de la Alianza Europea o del Rhin en el Concilio Vaticano II, esta vez en pro de lograr un cambio doctrinal respecto de la anticoncepción, la homosexualidad, las demandas del lobby LGBT, el sacerdocio femenino, el relativismo moral, una eventual reforma litúrgica para concelebrar con los protestantes y una interpretación de la Doctrina Social de la Iglesia desde la Teología del Pueblo y la Agenda 2030 de la ONU. Basta con ver lo que ya está sucediendo con el Sínodo Alemán
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