Por Hugo Landolfi
Fuente: Blog del Prof. Hugo Landolfi
ChatGPT es una nueva tecnología, denominada como una “inteligencia artificial”, a la cual se le puede hacer preguntas de todo tipo e incluso entablar una conversación como si fuera otra persona.
No vamos a analizar aquí si se trata de una verdadera inteligencia, dado que evidentemente no lo es si la comparamos con una inteligencia humana, pero no es el objetivo de estas palabras analizar ese aspecto de la cuestión.
Las respuestas de esta inteligencia artificial a las preguntas planteadas son prácticamente indistinguibles de las que respondería un ser humano formado hasta un nivel universitario del sistema educativo formal actual.
Esto plantea un desafío para el sistema educativo formal actual, fundado en exigir respuestas automatizadas de los alumnos frente a las preguntas de los profesores.
Anteriormente, la amenaza a la dinámica de este sistema formal educativo era Wikipedia o sistemas similares.
Hoy en día ya no hace falta copiar y pegar de Wikipedia sino simplemente preguntarle a esta tecnología de inteligencia artificial todo aquello que queramos, por más complejo que sea, y la misma dará una respuesta que, dada la dinámica mencionada del sistema educativo formal, que espera la repetición de los alumnos en las evaluaciones de las enseñanzas previstas anteriormente por los profesores, será totalmente pertinente y aceptada.
Así es como advertimos en este artículo, que un profesor detectó que el 50% o más de los alumnos de una materia de una carrera de Master, habían realizado sus trabajos utilizando la tecnología de inteligencia artificial de ChatGPT.
Podríamos escandalizarnos ante el hallazgo de este profesor, pero la pregunta que debemos hacernos, la cual creo que va a la médula de la cuestión, consiste en la siguiente:
¿Por qué alumnos de Máster universitario, es decir alumnos que ya han pasado por los estudios primarios, secundarios y universitarios, no se preocupan por brindar ellos mismos una respuesta a las evaluaciones de sus profesores que manifiesten su genuino saber, sino que simplemente buscan que un sistema automatizado de inteligencia, con una capacidad para repetir idéntica o superior a la suya propia, pueda dar las respuestas por él?
Ésta es la pregunta esencial: ¿Por qué un alumno no quiere ya aprender ni manifestar lo aprendido en un examen, sino solamente engañar al sistema para poder aprobarlo?
Recordemos que la recurrencia sucesiva de este tipo de estrategias para aprobar exámenes llevará a la consecución de un diploma, cuyo título no significará nada en términos de aprendizaje genuino de la persona, sino que será simplemente un título que nada significa.
¿Cómo han llegado los alumnos a esta situación en la cual no les interesa realmente aprender, sino solamente repetir sin comprender para lograr una titulación, una certificación o un diploma que nada significa ni representa?
¿Quién es el responsable de esto?
¿Quién ha matado en ellos esa parte del ser humano que ansía saber, descubrir y aprender?
¿Quién dejó en ellos ese hueco casi irrecuperable que los ha deshumanizado y los h convertido en simples robots, como lo es el ChatGPT, el cual no es más que un muy bien entrenado robot?
Claramente, el responsable de esto es el mismo sistema educativo formal el cual, a lo largo de tantos años, le ha enseñado a los alumnos a despreciar el verdadero y genuino aprendizaje, a menospreciar el orgullo por saber, para simplemente constituirse y degradarlos transformándolos en robots repetidores de supuestos conocimientos que ni siquiera comprenden.
ChatGPT es la venganza al sistema educativo formal.
Es como si los alumnos dijeran:
—¿Quieren un robot? Aquí les presento uno perfecto. Él hablará por mí.
Hoy en día ya ni siquiera se tiene que preocupar el alumno por tomarse el trabajo de repetir él mismo, al menos utilizando su memoria repetitiva, sino que existen tecnologías, como las mencionadas, que lo hacen por él.
Ya ni la memoria cuenta.
Y si vemos la reacción a este problema del sistema educativo formal, el cual no tiene noción de cuál es el verdadero problema de su perverso e intrínseco funcionamiento ni de su degenerada dinámica que aniquila lo esencialmente humano del ser humano, su ansia genuina por conocer, consiste en reforzar su apuesta acentuando el mismo error que viene repitiendo desde hace décadas.
Es como si el sistema educativo formal dijera:
—Quiero que sean robots, pero que lo sean por sí mismos. ¡Es el colmo que ahora se copien de otro robot!
Esto lo podemos ver en este artículo, el cual indica que algunas escuelas y universidades, para que los alumnos no utilicen este tipo de tecnología, están volviendo a plantear la obligación de que los alumnos entreguen sus trabajos en letra manuscrita.
Es decir, que repitan sin comprender, pero la robotización automatizada sea genuinamente de los alumnos y no copiada de otro robot.
Hemos llegado al absurdo más absurdo de lo absurdo de la educación.
Una pérdida de tiempo y de vidas aniquiladas en uno de los aspectos más esenciales del ser humano: la aniquilación de la pregunta y de la búsqueda genuina y personal de respuestas a sus ansias naturales por saber.
Hacer del ser humano un robot.
No hace falta más que mirar a nuestro alrededor para comprobarlo.
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