Por: Padre Gustavo Irrazábal
Fra Angelico, La resurrección de Cristo y las mujeres en la tumba. (1439-1443)
Hoy existe una tendencia a ver la resurrección cada vez menos como un acontecimiento −un hecho real, histórico, objetivo, aunque en un sentido único− y a considerarla cada vez más como una idea abstracta, una metáfora, un modo de hablar, peligro que podemos advertir con claridad en el seno mismo de la Iglesia.
¿Y a qué se debe esto? Es evidente que la resurrección es un tema que hoy a causa a muchos creyentes un cierto embarazo e incomodidad, sobre todo cuando se la imagina de un modo demasiado material, como si se tratara de alguien que simplemente revive. Así entendida parece cosa de otro tiempo, algo impropio de un creyente moderno y sensato. Suena mucho más actualizado y atrayente concebir a Jesús como un gran líder espiritual que murió como cualquiera, y quedarse con sus “enseñanzas”, una versión empobrecida de la moral evangélica (por ej., la misericordia, el perdón, el amor, el compromiso social) que es la parte menos cuestionada, la que incluso los no creyentes están más dispuestos a aceptar y aplaudir, dejando de lado la parte más espiritual, misteriosa y difícil de racionalizar.
Y la manera más sencilla de soslayar la fe en la resurrección sin abandonarla formalmente es interpretarla como un mero símbolo, una metáfora, una manera de hablar, y disolverla en una serie de generalidades en las que todos podemos estar de acuerdo: que Dios nos ama, que el amor es más fuerte que la muerte, que “la vida siempre triunfa”, que Jesús camina con nosotros, etc.
Por supuesto que todas estas afirmaciones son muy verdaderas en sí mismas, y pueden expresar diferentes aspectos del misterio de la resurrección. Pero también pueden utilizarse como slogans que no orientan el pensamiento, sino que lo suplantan, o que en el fondo no quieren decir que Jesús vive, sino que es sólo su mensaje lo que “sigue vigente”. Porque aquellas frases sólo adquieren verdadero sentido cristiano cuando están fundadas en la realidad de la resurrección de Jesús, en la convicción de que ésta constituye un verdadero acontecimiento, que tuvo lugar en un lugar y en un momento determinado de la historia, aunque no quede confinado por las coordenadas del tiempo y el espacio. En efecto, ¿qué puede significar “Jesús es el Salvador”, si en realidad no resucitó? ¿Qué puede significar que Dios nos ama, si nos deja librados a la muerte? ¿Qué puede significar la “victoria del amor” si la muerte es nuestro destino final e inexorable? Como dice San Pablo, “si Cristo no resucitó, es vana nuestra fe” (1 Corintios 15,14).
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La Pascua – Acontecimiento y significado – P. Gustavo Irrazábal
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