Por Germán Masserdotti
Fuente: Religión en Libertad
2 de septiembre de 2023
El interés por las “cuestiones sociales” –diversas a lo largo del tiempo– suele desembocar en una primera aproximación, mejor todavía la lectura o, por último, el estudio de los documentos del Magisterio de la Iglesia en materia social o Doctrina Social de la Iglesia. Supuesto que ella tiene como finalidades que el orden social se establezca en Cristo, que se viva en una civilización cristiana y que se procure y logre el desarrollo integral del hombre, existe cierta expectativa respecto de qué vamos a leer en un documento social que ya tiene sus años o en el que es más reciente. Es lógico –o debería serlo– asociar el magisterio de la Iglesia con la misión evangelizadora. La Doctrina Social de la Iglesia, efectivamente, es “instrumento de evangelización” (Centesimus Annus, 54).
Teniendo presente, entonces, las finalidades enunciadas, ¿cómo se escriben –o deberían escribirse– los “documentos sociales” de la Iglesia? A continuación, trataré de responder a este interrogante teniendo en cuenta que aquí entran en juego, en primer lugar, la divina Revelación (transmitida en sus dos vertientes como son la Sagrada Escritura y la Tradición apostólica), el Magisterio de la Iglesia, la teología, la filosofía y otros saberes vinculados a “lo social”.
El Magisterio de la Iglesia
“El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo”, enseña el Concilio Vaticano II en la constitución dogmática Dei Verbum. En el mismo sentido, el Magisterio de la Iglesia “no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído» (10).
En primer lugar conviene destacar, de acuerdo a lo dicho arriba, que el Magisterio de la Iglesia “no está por encima de la Palabra de Dios sino a su servicio”. Esta enseñanza del Concilio Vaticano II es muy importante porque despeja la posibilidad de “manipular” la misma Palabra de Dios en función de las ideologías e intereses del momento. En lo que se refiere a la escritura de los “documentos sociales”, debe tenerse en cuenta que los textos de la Sagrada Escritura, sobre todo, tienen un sentido propio, es decir, no es honesto hacer que digan lo que ellos no dicen.
En segundo lugar, sobre todo los Papas tienen en cuenta lo enseñado por sus predecesores al momento de promulgar sus propios documentos. Se trata de una manifestación de la continuidad del Magisterio a lo largo de los siglos.
La teología
Como enseña la Congregación para la Doctrina de la Fe, los teólogos tienen “la función especial de lograr, en comunión con el Magisterio, una comprensión cada vez más profunda de la Palabra de Dios contenida en la Escritura inspirada y transmitida por la tradición viva de la iglesia” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Donum veritatis, 6). San Juan Pablo II, por su parte, enseña que la Doctrina Social de la Iglesia “no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de la teología y especialmente de la teología moral” (Sollicitudo rei socialis, 41).
Aquí es necesario recordar, en conexión con el carácter evangelizador de la Doctrina Social de la Iglesia, que la sacra doctrina –noción que se aplica a la teología–, como enseña Santo Tomás de Aquino, es necesaria en función de la salvación humana (cf. S. Th. I, q. 1, a, 1, c.). De esta manera, en los “documentos sociales” debe figurar esta finalidad salvífica a fin de no caer en un enfoque naturalista de las “cuestiones sociales”.
A propósito, la Iglesia “ha propuesto siempre a santo Tomás como maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología” (Fides et ratio, 43).
La filosofía social
Como explica el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, afirmar que la doctrina social “debe encuadrarse en la teología más que en la filosofía, no significa ignorar o subestimar la función y el aporte filosófico. La filosofía, en efecto, es un instrumento idóneo e indispensable para una correcta comprensión de los conceptos básicos de la doctrina social –como la persona, la sociedad, la libertad, la conciencia, la ética, el derecho, la justicia, el bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, el Estado–, una comprensión tal que inspire una convivencia social armónica. Además, la filosofía hace resaltar la plausibilidad racional de la luz que el Evangelio proyecta sobre la sociedad y solicita la apertura y el asentimiento a la verdad de toda inteligencia y conciencia” (77).
Las “ciencias sociales”
Respecto de las ciencias sociales, la Iglesia “reconoce y acoge todo aquello que contribuye a la comprensión del hombre en la red de las relaciones sociales, cada vez más extensa, cambiante y compleja”, asegura el mismo Compendio: “La apertura atenta y constante a las ciencias proporciona a la doctrina social de la Iglesia competencia, concreción y actualidad –continúa diciendo–. Gracias a éstas, la Iglesia puede comprender de forma más precisa al hombre en la sociedad, hablar a los hombres de su tiempo de modo más convincente y cumplir más eficazmente su tarea de encarnar, en la conciencia y en la sensibilidad social de nuestro tiempo, la Palabra de Dios y la fe, de la cual la doctrina social «arranca»” (78).
Lo que no debe faltar o es imprescindible.
La Revelación divina como inspiradora de la Doctrina Social de la Iglesia en razón del fin salvífico y del carácter evangelizador de la misión de la Iglesia en este mundo.
Lo que es necesario.
La estrecha colaboración de la filosofía con el Magisterio de la Iglesia y la teología. Del mismo modo que en ámbito teológico, también en el filosófico la Iglesia señala a Santo Tomás de Aquino como maestro de pensamiento en el ámbito filosófico.
Lo que debe evitarse.
El sociologismo, es decir, que en los “documentos sociales” predomine y/o sobreabunden afirmaciones provenientes de las ciencias sociales de modo indiscriminado.
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Un excelente modelo de “documento social” de la Iglesia, en este sentido, sigue siendo la Rerum novarum de León XIII. Además, lo bueno, si es breve, dos veces bueno.
En síntesis, se trata de lograr una jerárquica y equilibrada presencia de los diversos saberes (teología, filosofía social, ciencias sociales) que se ponen al servicio del oficio magisterial de la Iglesia. Esto podría ayudar a entender mejor cuál es la contribución específica de la Revelación divina en materia social teniendo presente, siempre, la conexión de la misión de la Iglesia con el designio salvífico de Dios.
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