Por Roberto Estévez*
Publicado en la Revista CRITERIO, Nro. 2491 de septiembre de 2022.

Diversas civilizaciones en un mundo único

La utopía de una civilización mundial, es solo eso: una utopía de la etapa pos cristiana de la modernidad, resabio milenarista que introducía el final de la historia en la historia.

El lugar, el momento histórico y la situación cultural son siempre, en mayor o menor medida, originales para un grupo social y para el otro -por cercanos que estén-, y entre un grupo social y el que le sucede en el tiempo.

En la naturaleza, todo sigue su curso, las especies, las estaciones, de ciclo en ciclo, se van sucediendo. La naturaleza es un sonido silencio. Aun los bienes más naturales del hombre, siempre se expresarán en lenguaje humano, por tanto, como valores humanos, y nunca perfectamente en la universalidad a la cual se refieren. El reconocimiento amplio de la común dignidad humana, no requiere una única lengua y una civilización mundial para ser alcanzado.

El ser humano, en su comportamiento, en cierta medida es siempre igual, y en otra siempre distinto. Así resulta posible -dada la permanencia- comparar situaciones –incluso morales- de un pueblo y otro, y de uno consigo mismo en los diferentes momentos de su historia. Pero esa comparación posible -dados los cambios de las situaciones diversas- es al mismo tiempo siempre difícil, siempre relativa –sin relativismo- y conjetural.

Desde que el hombre inició su existencia sobre la tierra, inició a su vez su marcha geográfica, e interior, de mundialización. Llegando luego de la segunda guerra mundial a interconectar la totalidad del territorio terrestre. Con mayor o mínima interacción, los intercambios entre civilizaciones diversas se fueron intensificando.

Este proceso de aceleración de la interacción mundial, o globalización, es el resultado de una sucesión de impulsos yuxtapuestos, en que cada nuevo impulso acelera el proceso sin que los anteriores reduzcan su importancia: La construcción de un sistema internacional con tendencia supranacionales, la transmisión universal e instantánea de la información en un mercado global de la información, las empresas en operaciones globales que ignoran cada vez más las fronteras nacionales, la fuerte tendencia al abandono del campo, las migraciones y la urbanización, el libre e instantáneo flujo de capitales, el desarrollo del tercer sector, excluyendo al estado y a las empresas, de la sociedad, y la expansión del mundo digital.

Así, ya antes de la simbólica caída del muro de Berlín y la implosión de la URSS, era frecuente que, en las calles de Hungría o Checoslovaquia, te parara un joven, para ofrecerte dinero y su pantalón a cambio de tu vaquero (jean). Detrás de la supuestamente inexpugnable muralla de hierro, estaba el deseo de Levis, o Wrangler. Ya estábamos en una historia única y pluricultural en la misma civilización, solo que la lucha ideológica nos mantenía en una ensoñación, retenidos tras “muros” y bajo una lápida de cemento ideológico, una segunda realidad de miradas incompatibles.

Ser humano único civilizaciones diversas

Cuando llegamos con la misión al Llano de La Rioja, poco sabíamos de misionar, poco de la gente del Llano y creo que menos de nosotros mismos. Muchas de las casas eran de solo tres paredes -para poder sacar las camas con facilidad las noches del calurosos verano-, todas tenían paredes de adobe grueso, con mínimas rajas sin vidrio por ventanas, y una o dos casas por poblado tenían techo de chapa, en lugar del común techo de paja. A la noche nos dejaron una lamparita de 12 voltios que debía quedar prendida, “porque con esa la vinchuca no pica”.

En la catequesis de la hora de la siesta, una de las chicas de nuestro grupo, les propuso a los niños del poblado dibujar sus casas. La sorpresa fue mayúscula al ver techos de teja, ventanas amplias, con vidrios partidos, caminitos en un jardín con árboles y hasta un segundo piso, que nada tenían que ver con su entorno geográfico, pero eran su intorno cultural.

Si bien un niño no alfabético, de origen chicano, hispanic, o latino, en la costa oeste de Estados Unidos, comienza a escribir Superman de este modo: U E A, y uno de familia angloparlante lo comienza a escribir de este modo: S P R M N, ambos en edades semejantes dibujan el mismo monigote.

Ser humano único civilizaciones diversas

A lo ancho de la geografía, lo natural permanece, es el hombre en el tiempo, quien habita y habitando percibe y valora, estas valoraciones que observa y refuerza, generan un entorno cultural de normalidades, algunas de las cuales, en el tiempo, adquieren normatividad sobre las conductas.

El sistema de conductas o ethos así generado se articula en formas mentales que llamamos cosmovisiones, que desarrollan a lo largo del tiempo y a lo ancho de la geografía una o varias de las formas sociales más altas y comprensivas, a las que llamamos civilizaciones.

En las civilizaciones, el hombre de este tiempo conviviendo habita, y habitando percibe y valora. Estas valoraciones que observa y refuerza modifican su entorno cultural, y van produciendo modificaciones en las civilizaciones que a veces decantan en evoluciones de las cosmovisiones, transformando el ethos -los sistemas de conducta-, corrigiendo normatividades que afectan la normalidad, el modo que el hombre individualmente considerado actúa, valora, percibe y habita.

Procesos concomitantes

Así actualmente, en la marcha del proceso de la globalización, se pueden discernir tres subprocesos concomitantes:

  • la necesidad del re-conocimiento de las identidades próximas, a veces locales y a veces de las restantes civilizaciones en proceso de reinvención de su identidad, en los barrios transversales de la Aldea Global, y no solo en los territorios originarios de esa civilización.
  • la fuerte presencia (contaminación) de la civilización euroamericana en las restantes civilizaciones (antes que el Big Mac y la Coca-Cola, el marxismo –idea europea post victoriana- fue el vehículo de Modernización de Rusia, China y Vietnam), también las presencias relevantes de algunas de las restantes civilizaciones en ella, y
  • la crisis de lo valorado en euroamérica (no delimitada a su espacio, sino a dónde esas valoraciones son vividas como propias en la Aldea Global) por la crisis de la última etapa de la Modernidad y el auto desarraigo europeo.

En este artículo nos referiremos solo al primero de los tres.

El re-conocimiento

La ciencia de la historia victoriana era parte de la civilización, en tanto que las civilizaciones eran objeto de estudio del pasado. Esa civilización se enfrentó a sí misma en 1914 y en 1939, teniendo al mundo como teatro de operaciones, y siguió haciéndolo luego de 1945 en una guerra ideológica, que no fue fría en absoluto, aunque sus muertos todavía no han sido contabilizados.

Con la ideología sólo interesa transformar canónicamente la realidad, no comprenderla. Desde una segunda realidad se desprecia la realidad real y se descalifica cualquier otro pensamiento, haciendo por tanto muy difícil el diálogo moral.

Desgraciadamente este idear amoral fue la forma de acceder al control del instrumento con mayor potencial constructor -pero también destructor-, de la historia de la humanidad: el estado moderno. Incluso a través de partidos que usaban los procedimientos de la democracia para llevar al poder valores contrarios a la democracia, y costaron más vidas humanas que ninguna otra experiencia en la historia.

Los muertos del régimen bolchevique, los de la Segunda Guerra Mundial, el número todavía desconocido de los de la Revolución Cultural China, y los de la Guerra Fría (incluyendo las dictaduras y grupos insurgentes promovidos por uno u otro contendiente en Asia, África y América Latina, desde México a Ushuaia), fueron víctimas de hombres que no reconocían hombres, sino lo que las ideologías les decían que eran esos hombres que veían. En este sentido, la acción del Alma Grande de Gandhi (como lo llamó R. Tagore) es clara: su guerra ha terminado, ahora déjennos vivir en paz.

Una vez concluida la guerra fría, que tenía a muchas civilizaciones como objetos, bajo una lápida de concreto de lucha ideológica, y con el fin de los enfrentamientos locales financiados por ella, volvieron las viejas banderas. Tras ellas los viejos tapices, y los más antiguos hilados.

Había identidades propias detenidas en el tiempo, ahogadas, y muchas veces reprimidas por la identidad que las ideologías euroamericanas en lucha prestaban.

Samuel P. Huntington publicó en 1993 su artículo The Crash of Civilizations? -en la revista Foreign Affairs– analizando que los pueblos en busca de su identidad reinventan la etnicidad, los enemigos y la propia definición de civilización. Según él, la modernización económica no estaría produciendo ni una civilización universal en sentido significativo, ni la occidentalización (restringe el uso de este término a Europa occidental y Norteamérica) de las sociedades no occidentales.

Para él, el incremento de las comunicaciones y las pretensiones universalistas de euroamérica (a la que elige llamar Occidente) le hacen entrar cada vez más en conflicto con otras civilizaciones, de forma más grave con el islam y China.

En el plano local, las guerras en las líneas de fractura, sobre todo entre musulmanes y no musulmanes, estarían generando la solidaridad de los países afines que se agrupan en torno a estados centrales o dirigentes de esa civilización. Para Ralf Dahrendorf, quien sostiene que una teoría por sí sola no puede explicar la totalidad de las sociedades, nos encontramos simplemente en la reanudación de la historia, al levantarse las banderas ideológicas que la tenían reprimida.

En la globalización, se ha generado desde entonces un proceso de re descubrimiento y de re conocimiento de cada civilización en su textura, sin importar donde se encuentre esa textura en la Aldea Global. Así paralelamente al proceso de globalización, en sus casas, en su barrio, en sus escuelas y en Internet, se produce un “re” nacimiento de comunidades afines: por país [paisaje], lengua, religión.

Estas renovaciones, y en algunos casos reinvenciones de las identidades, va acompañado de un proceso de re descubrimiento y de re conocimiento de las restantes civilización, en las geografías digitales de los idiomas y la geografía política dentro de las naciones.

La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza” (George Orwell, “1984”)

En el mundo de posguerra fría, la cultura es a la vez una fuerza unificadora y divisora, porque los valores, costumbres y relaciones sociales encuentran en las civilizaciones una fuerte tendencia a la consistencia que los diferencia, sin que esto suponga necesariamente una polarización.

Cada civilización consigue articular de modo exitoso las diferencias culturales en una visión del mundo y de la vida unificadora. Para los estudiosos de las cosmovisiones, el elemento superior (teológico) siempre es el elemento coordinador. Puede observarse que la revitalización de la religión en gran parte del mundo refuerza las diferencias culturales.

En la Aldea Global encontramos que cada vez más personas pertenecen a tradiciones religiosas. Estos diversos contextos religiosos coexisten y actúan entre sí. Hay posibilidades de confrontaciones, pero, a diferencia del énfasis de Huntington, también hay desafíos positivos y posibilidades de enriquecimiento en el encuentro con otras religiones.

Las civilizaciones no son necesariamente imperios en confrontación; civilización e imperio son categorías político culturales distintas. En tanto que cada imperio excluye la definición de la existencia de otro, las civilizaciones han vivido experiencias de confrontación y también de cooperación. El proceso actual tiene muchos siglos de historias con experiencias de encuentros y desencuentros. En el siglo XIII estuvieron las cruzadas, pero en 1219, durante la Quinta Cruzada, Francisco de Asís conversó con el Sultán Al Kamil (sobrino de Saladino) sin “más armas que las de la Paz, el Bien, el respeto…»

El Sultán, sin haber visto la guerra en Ukrania preguntó “¿por qué los cristianos predican el amor y hacen la guerra?”. San Francisco, a quien -según Buenaventura- se le saltaron las lágrimas, respondió: “Porque el amor no es amado”. Por primera vez el Sultán vio a un cristiano que era pacífico y devoto, que no quería la guerra sino la paz. Quedó tan impresionado que dijo “Si todos los cristianos fueran como Francisco sería muy fácil ser cristiano” (Se recuerda una frase semejante de Gandhi respecto de su lectura del Evangelio). En el mismo tiempo, Tomás de Aquino y otros profesores de la naciente Universidad de Paris recurrieron a los traductores árabes de Aristóteles (es decir –para la mentalidad del Obispo de París, a un hereje traduciendo un pagano).

Creer que la historia humana en tanto que historia de hombres tiene una sola dirección -y que ésta podemos conocerla con total claridad-, es otro resabio milenarista de la etapa pos cristiana de la modernidad. Introduciendo el final de la historia en la historia, han fracasado en todas las alternativas de sus diagnósticos y prospectivas ideológicos.

El camino de los pueblos no es hoy el de quienes pretenden liderarlos, el 7 de octubre de 1571, la armada de la civilización europea vencía de modo duradero el poderío otomano en el Mar Mediterráneo (en Lepanto). El mismo día, cuatrocientos treinta años después, Estados Unidos y Europa lanzan su operación “libertad duradera” con un ataque sobre Afganistán. La coincidencia de esas fechas, como la del ataque a las Torres Gemelas y la liberación de Viena del 11 de septiembre de 1683, nos ayuda a ejemplificar dos líneas políticas hoy presentes:

  • Un sorprendente giro orweliano, en el que la destrucción de la vida humana con el único objeto de producir un espectáculo de masas intenta someter a la opinión pública a la dictadura del terror.
  • La desconfianza y el miedo, han minado en países de inmensa tradición democrática, la credibilidad y el aprecio de instituciones centenarias -básicas para la continuidad del sistema de libertades-, estableciendo que es legítimo y legal, en lo interno, avasallar el derecho a la privacidad y la libertad de expresión de los propios ciudadanos, y, en lo externo, iniciar preventivamente ataques, y guerras, de manera unilateral.

Las consecuencias han sido catastróficas, cuando comienza a suceder que las guerras locales se van incorporando a un enfrentamiento más amplio entre civilizaciones, sea en Chechenia, África, Filipinas, o Ucrania.

Nunca en la historia del mundo ha habido tantos hombres y mujeres desplazados de la tierra de sus raíces (origen), ya sea huyendo de condiciones sociales y económicas intolerables en búsqueda de una vida mejor, ya sea escapando de guerras civiles y limpiezas étnicas en busca de paz y seguridad. La interacción entre civilizaciones en un mismo territorio, producida por la gran emigración de pueblos, plantea inmensos desafíos sociales, políticos y religiosos.

La historia Actual es así una pregunta abierta para el hombre. Un mundo cuyos desafíos hacen de él una nueva oportunidad para las síntesis civilizatorias creacionistas.

Porque el Reino de Dios mantiene su vitalidad en todo tiempo, desde siempre y para siempre.

  1. Publicado en la Revista CRITERIO, Nro. 2491 de septiembre de 2022.

 

* Profesor titular ordinario de filosofía política FCS – UCA. Presidente Asociación Santo Domingo, Tandil.