Por Gabriel Zanotti*
Fuente:Filosofía para mí

La Escuela Austríaca se ha politizado. Por un lado, impresionante. Luego de ser un cero a la izquierda incluso en lo académico, ha pasado al centro del Foro de Davos y de la política argentina. Bueno, ok. La verdad, no estábamos acostumbrados a eso.

Por el otro, ese es el problema. Esa exposición mediática puede tener sus consecuencias negativas para la comunicación de la EA. Muchos que jamás escucharon hablar de ella están ahora tratando de conocer rápidamente, de fuentes dudosas o apuradas, qué es, y comunican lo que no entienden –tanto partidarios como detractores de Milei- y además los académicos de la EA no están acostumbrados a los cánones muy distintos de la comunicación política.

Pero esta entrada no es, precisamente, política. No es un intento de apoyo o crítica a la gestión política, económica o comunicativa del gobierno de Milei y sus funcionarios. Es solamente un intento de clarificación académica sobre algunos aspectos de la EA que se están exponiendo en medio de las confusiones comprensibles de las agitadas aguas de la política.

En primer lugar: Milei adhiere a una línea de la EA, que no es toda la EA. Está en todo su derecho. Simplemente queremos aclarar que la línea del Mises Institute sostiene que hay una EA “ortodoxa” (escolásticos, Menger, Mises, Rothbard, Hoppe) “contra” economistas austríacos “heterodoxos” (Wieser, Hayek, Machlup, Lachmann) que habrían sido más “intervencionistas”. Esa línea (la del Mises Institute) está, además, políticamente alineada con el anarco-capitalismo, y por eso Milei cita siempre a Rothbard, Alberto Benegas Lynch (h) y Jesús Huerta de Soto. El anarcocapitalismo es un movimiento político complejo que no puede ser definido unívocamente. En general se podría decir que rechazan al Estado Federal de la Constitución Norteamericana de 1787. Están ligados al movimiento anti-federalista, esto es, los que querían una con-federación con derecho a la secesión y NO una federación como la que finalmente se sancionó.

Vuelvo a decir, no es el momento de alabar o criticar esa línea que, como todas, tiene muchas verdades y otras no tanto. Simplemente hay que aclarar que no es la única línea en los austríacos. Hay muchos economistas austríacos que NO adhieren al anarco-capitalismo: son más bien liberales clásicos. Ambas líneas utilizan el nombre “libertarianismo” en contraposición al uso de los términos “liberal”, “liberalismo”, EN los EEUU, donde significan whelfare state, New Deal o John Rawls. Eso produce habitualmente una gran confusión.

Hayek es el típico representante de esta línea: un liberalismo conservador, casi a lo Burke, y en economía más partidario de que pueda haber bienes públicos legítimos conforme al principio de subsidiariedad, citado explícitamente por Hayek en el libro II de Law, Legislation and Liberty. En su filosofía de las ciencias era más dialogante con la filosofía de las ciencias actual (Popper). Según Israel Kirzner (citado con toda justicia por Javier Milei) Mises y Hayek habrían constituído, a pesar de sus diferencias, un programa de investigación unificado para conformar la teoría del mercado como proceso versus las utilizaciones intervencionistas de los modelos neoclásicos habituales. Esta línea influye mucho en Don Lavoie y en su gran discípulo, Peter Boettke y sus colegas en el Merkatus Center. Esta línea de la EA de ningún modo comparte que hay una EA “ortodoxa” y otra “heterodoxa” como Hoppe ha planteado.

Por lo demás, no es verdad que la EA está necesariamente enfrentada con toda la economía neoclásica. Rothbard, Benegas Lynch y Huerta de Soto, sí. Pero en los últimos años ha habido mucho diálogo entre los austríacos y otros economistas partidarios del libre mercado que utilizan modelos neoclásicos convencionales. Esto lo destaca sobre todo Peter Boettke en su libro del 2010, Living Economics. La gran distinción actualmente es entre good y bad economics. La primera es la que entiende al sistema de precios como comunicación de conocimiento disperso. En esta línea están chicaguenses eminentes como Friedman, G. Becker, Coase; el creador del Public Choice (J. Buchanan) y sus discípulos, y los fundadores del “Law and economics”, esto es, el análisis de la relación entre derechos de propiedad y escasez. Todos estos programas de investigación (a los que habría que agregar la Nueva Economía Institucional, (Elinor Ostrom) de la cual el mismo Hayek forma parte) conforman hoy la good economics, de la cual los austríacos al estilo Boettke son una línea más.

De lo anterior se infiere que no todos los economistas austríacos sostienen que no hay fallas de mercado. Sí las hay (bienes públicos y externalidades), la diferencia con los intervencionistas es que sostienen que esas fallas son resueltas por el mercado libre a partir de la interpretación tanto austríaca como chicaguense del famoso Teorema de Coase, que fundamentalmente afirma que si hay una externalidad negativa (por ejemplo la contaminación) el mercado, como proceso de descubrimiento (Hayek), puede generar nuevos derechos de propiedad para resolver el problema. De igual modo con los bienes públicos, la mayoría de los cuales pueden convertirse en bienes públicos privados (como por ejemplo un barrio country) que también ayudan a solucionar los problemas de contaminación.

De lo cual se infiere que no necesariamente todos los economistas de la EA tienen que negar que haya problemas ambientales y climáticos que sean productos de la actividad humana. Más allá del debate de ciencias naturales de si hay cambio climático y en qué medida es natural o producto de lo humano, varios economistas de la EA, por las razones referidas anteriormente, sostienen que los problemas climáticos y de contaminación pueden ser resueltos por el mercado, en la medida que funcione como un incentivo a la generación y comercialización de energías limpias.

Por lo demás, no todos los economistas de la EA rechazan de plano el término “justicia social”. Este problema viene de que Hayek llamó justicia social a la redistribución de ingresos por parte de los gobiernos federales, lo cual genera incentivos infinitos al gasto público. Pero Hayek mismo dijo en el libro II de “Derecho, Legislación y Libertad” que el Estado puede tener un rol subsidiario sobre ciertos bienes públicos, y admite más de una vez que los gobiernos locales, municipales (siguiendo con ello la tradición de Tocqueville) pueden re-distribuir en temas de salud y educación, siempre que lo hagan de manera NO monopólica, sin impuestos progresivos a la renta, con impuestos aprobados por los ciudadanos del municipio y, obviamente, sin emisión monetaria con curso forzoso. Todas estas cláusulas, según Hayek pero también Buchanan, deberían ser elevadas a nivel constitucional, lo cual sería el fin del crony capitalism (capitalismo de amigos) tan confundido ahora con el mercado libre.

Por lo demás, no todos los economistas y pensadores austríacos tienen un enfrentamiento con la Doctrina Social de la Iglesia. Autores como Michel Novak, Robert Sirico, Leonard Liggio, Alejandro Chafuen, Samuel Gregg y Martin Rhonheimer y muchos más en España, Italia y Argentina, han establecido una línea de diálogo con los principios básicos de la Doctrina Social de la Iglesia, ayudando también a separar de esta última de sus versiones habitualmente intervencionistas. Son autores que retoman, en un ambiente eclesial hostil, la misma línea de liberales clásicos católicos como Lord Acton, Lacordaide, Montalambert, Ozanam, Rosmini, Sturzo, los liberales católicos del s. XIX, una corriente tan olvidada hoy tanto por católicos como por liberales.

Por lo demás, no todos los economistas de la EA son culturalmente conservadores, pero sí todos se oponen a la intervención del estado en ciertas áreas. Así, por ejemplo, se oponen al feminismo radical en la medida que éste implique la imposición coactiva de cuotas y cupos en la contratación de personal; igual restricción tienen, en general, contra toda affirmative action que aunque bien intencionada moralmente, lleve a la intervención coactiva del estado en esas materias. De igual modo, también se oponen a los programas estatales obligatorios de educación, lo cual incluye la educación sexual impuesta por el Estado, la cual (como, por lo demás, como todos los contenidos educativos) debe ser voluntaria y quedar a la libre decisión de padres e institutos privados. De igual modo se oponen a políticas de diversidad de género que sean obligatoriamente impuestas por el Estado, e igualmente defienden la libertad de expresión en temas donde parece imponerse coactivamente una sola voz, ya sea del gobierno o de la ONU, en temas de clima, indigenismo, diversidad sexual o pandemias. O sea: en materia de educación y salud (y pandemias) defienden también que el conocimiento disperso tiende a la coordinación por medio de la libre expresión (Mill, Popper, Hayek, Feyerabend) y del mercado libre, tanto en contenidos como en eficiencia, lo cual no es más que seguir a Mises en cuanto a la imposibilidad de cálculo económico en el Socialismo en todas las áreas, no sólo en economía. Eso no los hace conservadores, sino sencillamente liberales clásicos o libertarios.

No hemos agotado todos los temas. Simplemente espero haber dejado claro que la EA y la corriente de pensamiento llamada “liberal” no es algo tan simple y unívoco como el debate político, por motivos comprensibles, presenta a ambas corrientes.

Pero ello tiene consecuencias políticas: la alianza y el diálogo con sectores políticos que, aunque no liberales, estén dispuestos a colaborar con una Argentina conforme a la Constitución de 1853.

*Director Académico del Instituto Acton Argentina.