Por Carlos Newland
Fuente: La Nación
11 de febrero 2024

El autor de esta columna recuerda el hecho que impulsó a María Antonia Paz y Figueroa a recorrer el país, así como sus logros

Este 11 de febrero fue canonizada en Roma María Antonia Paz y Figueroa, mejor conocida como Mama Antula, una mujer que se convirtió en la primera santa argentina. Esta santiagueña que nació y desarrolló sus actividades en el territorio del Virreinato del Río de La Plata durante la segunda mitad del siglo XVIII fue una gran emprendedora y fund-raiser. Su vida estuvo motorizada por un objetivo central: lograr revivir la práctica de los retiros (o ejercicios) espirituales que habían sido discontinuados desde 1767 por la expulsión de los jesuitas. Los sacerdotes que habían ofrecido estos ejercicios fueron obligados a abandonar América, y sus propiedades se confiscaron y utilizaron en otras actividades. Los ejercicios buscaban que durante un buen lapso –unos nueve días– un hombre o mujer se dedicara plenamente a la oración, meditación y práctica religiosa. Para ello, abandonaba su hogar y sus tareas habituales siendo alojado (y alimentado) en una casa o espacio especial, atendido en lo material por beatas o voluntarias.

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Mama Antula se había iniciado en 1745 como una de las mujeres laicas que auxiliaron a los jesuitas y cuya vida se vio alterada por su expulsión. La santiagueña consideraba que ello había implicado una enorme pérdida de desarrollo espiritual para los habitantes locales. Por eso, se propuso volver a organizar estos retiros en todo el territorio del Río de la Plata. Para ese propósito, se esforzó tanto en generar un equipo de colaboradoras como en el contacto con sacerdotes que ofrecieran las charlas y atendieran la práctica sacramental de los participantes.

La necesidad de obtener abundantes fondos para sus actividades se basaba en que la beata no quería que los retiros solo estuvieran disponibles para los adinerados que podían pagarlos, sino también para los pobres tanto de los centros urbanos como de las zonas rurales. Bajo ese concepto los ejercicios eran ofrecidos en forma gratuita y para todas las clases sociales. Mama Antula dedicó mucho tiempo a hacer giras al interior del virreinato para la obtención de recursos. De personas adineradas obtuvo fondos, terrenos y alimentos. También asediaba a prelados para que le brindaran dinero para sus emprendimientos.

La Santa Casa de Ejercicios Espirituales, en el barrio porteño de Constitución
La Santa Casa de Ejercicios Espirituales, en el barrio porteño de Constitución. Gentileza: Rodrigo Javier Río

Las actividades de Mama Antula comenzaron en Santiago del Estero, y pronto se extendieron a Jujuy, Salta, Tucumán, La Rioja, Catamarca y Córdoba. A Buenos Aires llegó para ofrecer los ejercicios en 1779, capital donde encontró fuerte resistencia del obispo y del virrey. Luego de un año de trámites finalmente logró la autorización para operar. Al tiempo ideó la construcción de una gran Casa de Ejercicios en Buenos Aires que sirviera para alojar hasta 200 personas, edificación que solo se concluiría después de su muerte en 1799 y que sigue funcionando en la actualidad. La Casa contaba con múltiples habitaciones, comedores, claustros y capillas.

A la muerte de Mama Antula probablemente unas 130.000 personas habían realizados los ejercicios, una cantidad enorme si tomamos en cuenta el total de la población del virreinato. Ella hubiera deseado mucho más, como lo expresó en sus cartas: que su organización se extendiera por todo el mundo.

*El autor es decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica Argentina (UCA) y miembro del Consejo Consultivo del Instituto Acton.