Por: Carolina Riva Posse
IX Congreso Internacional de ALALITE: Las metáforas de la vida
VIII Jornadas Diálogos: Literatura, Estética y Teología
Luz, guía y camino. La necesidad del orden para la vida humana y su origen divino.
1. Orden: primera necesidad de todas.
Russell Kirk comienza una de sus obras principales, The Roots of American Order, citando una potente metáfora de Simone Weil para retratar la vida humana. Imaginemos a un hombre viajando en la noche, sin guía, pensando continuamente en la dirección que quiere seguir. A pesar de la oscuridad, si sabe que tiene un destino, su camino se ilumina con esperanza. El orden es el camino que seguimos, el patrón por el que vivimos con propósito y sentido. Incluso por encima de la comida y el techo, dice Weil, debemos tener orden. La condición humana es insufrible a menos que se perciba una armonía, un orden en la existencia. «El orden es la primera necesidad entre todas»[1].
Esta imagen de la vida del hombre muestra que sin orden, vivimos en la región de las tinieblas y las sombras, en la tierra de la oscuridad y el desorden, como dice el libro de Job, tambaleándonos como ebrios.
Pero ¿qué orden necesitamos? ¿Basta, como en la metáfora de Locke, que seamos navegantes que nos conformamos con conocer la superficie del océano, y podamos prescindir de las profundidades?
¿Por qué el «orden» suena hoy como enemigo de la libertad y de la vida, como algo que sofoca la expansión de lo humano? ¿Por qué es tan difícil hablar de orden hoy?
La vida que se marchita hoy en occidente, ¿será a causa de haberla cortado de raíz?
Muerta la vida, ¿puede revivir?
Proponemos un recorrido de la mano de Russell Kirk, filósofo político que gustaba definirse como «hombre de letras», para intentar responder estas preguntas.
2. Russell Kirk, Filósofo a través de la historia. La lámpara de la experiencia.
Dice Russell Kirk en Roots of American Order, que el pensamiento político serio surge en tiempo de tribulaciones, cuando hombres de intelecto encuentran necesario examinar las causas del desorden general y de la violencia, y buscan proponer remedios a esta situación[2]. Ante la crisis de la vida, Kirk intenta «apuntar en dirección a primeros principios»[3]. Con Weil, Kirk dice que nuestro tiempo de desorden, se asemeja al de los sofistas. Estamos en una edad en la cual el arte de la persuasión – cuyo equivalente moderno es la publicidad, los slogans, la prensa, la propaganda – han tomado el lugar del pensamiento, y controlan el destino de ciudades y han provocado incluso golpes de estado[4]. Estamos a tientas, con la intención de manotear criterios de orden.
Para echar luz, nos asiste la «lámpara de la experiencia», como la llama Patrick Henry citado por Kirk[5]. Kirk emprenderá un camino por la historia de su país, un pasado en parte compartido también por nosotros, y sobre todo un método del cual podemos aprender para iluminar nuestra búsqueda de orden hoy.
Kirk es conocido como padre del movimiento conservador en EEUU. Kirk escribió en 1953 The Conservative Mind, y para disipar los inmediatos equívocos del término es útil apelar a una explicación del español Elio Gallego García. Conservator en latín se opone a corruptor[6]. El conservador quiere preservar la vida, quiere evitar los factores que la corrompen, que la desintegran y la matan. A Kirk le interesa relevar en la historia americana los elementos fundamentales que hacen a la conservación, transmisión y crecimiento del orden político. Todo orden político que atienda a la realidad de la persona tal como verdaderamente es, sin falsas ilusiones sobre sus límites, y a la vez sin abandonar la vocación a la plenitud de su naturaleza.
En nuestro país, conservador es una palabra que tiene una serie de interpretaciones sedimentadas que opacan el sentido que Kirk quiere darle. Está fuertemente asociada a algo fijo, fosilizado, antiguo y poco vital. Kirk, en cambio, explica con Newman que «crecer es haber cambiado muchas veces». El cambio es el medio de nuestra preservación. El cambio vital no es sin forma, sino que obedece al orden interno, sin el cual la vida se corrompe y perece. por lo tanto la conservación es un orden en el cambio.
3. Recorrido histórico. Jerusalén, Atenas, Roma, Londres.
El recorrido de Kirk en Roots of American Order se centrará sobre todo en el fundamento de ese orden que se da por supuesto. Dice Kirk que en el siglo XX, cuando él escribía, muchos encontraban difícil entender que todos los aspectos de la cultura, también la política, crecen a partir del culto, a partir de las convicciones religiosas [7]. Las civilizaciones hebreas, griegas y romanas surgieron del suelo de la religión.
Por eso empieza Kirk con la ley y los profetas. Si no fuera por el legado de Israel, el orden moral americano nunca hubiera existido[8]. A Israel corresponde la conciencia de que la ley viene de Dios. Kirk dice que sin algún conocimiento de la Biblia no es posible entender aceptablemente el tejido de la sociedad americana. El Dios que sella la alianza es un Dios que da a conocer los modos de la justicia entre los hombres. El mundo que creó es un mundo de orden.
Otra gran noción aportada por Israel es la del hombre caído, inclinado al pecado, lejos de una ideología optimista sobre la bondad humana. La meditación sobre lo ocurrido en el episodio bíblico de la torre de Babel será siempre metáfora de la desordenada voluntad humana de ser Dios. Una mentalidad anti-utópica será un aporte significativo de lo que Kirk rescata: tener siempre presente mortalidad y falibilidad. «In God we trust», En Dios confiamos, lema de los Estados Unidos, reafirmando las alianzas con Noé, Abraham y Moisés, y también con los hijos de Israel[9]. Todos estos son aportes filosóficos, o filosófico-teológicos fundamentales para esta preservación de la vida política sana a la que apunta Kirk.
En el capítulo siguiente Kirk se detiene por supuesto en el mundo griego. Evitar la hybris, conservar la medida, será un imperativo de la sabiduría griega clásica. Dice Kirk que Platón quiso «renovar la vitalidad de la sociedad griega profundizando su comprensión religiosa». «En la profundidad del alma», dice Kirk, «buscó una verdad más allá de la materia y del tiempo» [10]. Paradójicamente, Platón no fue un platónico como imaginan algunos. «No fue un proyector de esquemas imaginarios» [11], sino que tuvo la intención de «abrir los ojos de los hombres a las más altas realidades de la existencia humana». Su tarea: recuperar el orden: «orden del alma, orden de la polis» [12]. Aunque no sean idénticos, no se pueden separar totalmente.
Así prosigue Kirk con el legado romano. De la república romana a la república americana se mantiene una continuidad [13]. Los romanos eran hombres de ley y de fuertes instituciones. La constitución romana para Polibio no surge de abstracciones, es decir, de un orden esquemáticamente impuesto desde arriba, sino respondiendo a los problemas que enfrentaba el pueblo romano. No era puramente monárquica, ni puramente aristocrática o democrática, sino que contenía rasgos de los tres patrones de gobierno[14]. Pesos y contrapesos, separación de poderes, serán imitados en los Estados Unidos. Y una piedad, que se somete a las cosas sagradas, será también esencial en el espíritu romano.
La concepción ciceroniana de la ley natural será central en Roma y en occidente. Una ley universal, que no cambia, y que tiene origen en Dios, antes de que cualquier ley fuera escrita o que ningún estado se estableciera[15].
Así y todo, y a pesar de toda esta sólida aportación, afirma Kirk que los griegos y romanos no nos han legado instituciones políticas [16], entonces, «¿cuál es su legado? Primariamente, es un cuerpo de gran literatura. Los poetas, los filósofos, los retóricos, los historiadores, los biógrafos, los satíricos, los artistas del mundo antiguo, todavía nos mueven. En la famosa frase de Eliot: «la comunicación de los muertos posee lenguas de fuego más allá del idioma de los vivos»[17].
El genio del cristianismo es un capítulo central. Gracias al cristianismo, la noción de persona configura la síntesis medieval, que conserva la sabiduría antigua, pero como Cristo revela al hombre quién es, supera cualquier medida humana de su razón herida y trae verdadera salvación. Jesús aceptó la dominación política de su época y exhortó a dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Ningún estado puede pedir nuestra obediencia absoluta ni el control total de nuestras vidas, y este reconocimiento tiene sus raíces, para Kirk, en el cristianismo[18].
Kirk se centrará en la particular síntesis inglesa de la common law, como experiencia judicial acumulada, apostando a la continuidad, en oposición a la innovación, como un enfoque empírico, no a priori, alimentado por la experiencia de varias generaciones. La figura del rey lo sitúa bajo la ley también, y si la quebrara, sus sujetos estarían libres de lealtad al rey. La ley no es creación de reyes y parlamentos, sino la fuente de su autoridad[19].
Se pregunta Kirk, ¿puede la simple experiencia, tan extensa como pueda ser en la historia, ser guía suficiente para la justicia?[20] Podríamos decir nosotros: ¿es suficiente lo que dicen los hombres, lo que acuerdan entre ellos, el orden que diseñan, o es necesario un orden, una verdad anterior a la praxis?
4. ¿Independencia del orden o apoyo en las profundidades?
Y acá tocamos el problema de la relativa autonomía de este orden humano de la que goza la política. El gran trabajo de Kirk es profundizar en las raíces. Podar el árbol y comer de sus frutos es posible, pero con poca reflexión nos percatamos de su provisoriedad. Mañana no habrá más frutos.
Kirk reconoce en un autor como Locke, que problematizamos al principio, la voluntad de conservar ciertas instituciones inglesas, que habían sido un logro digno de ser conservado. Dice Kirk que las ideas de Locke se transformaron en armas de los revolucionarios americanos y franceses.
¿Es necesaria la metafísica? ¿Son necesarias las profundidades? ¿Basta con la defensa de ciertos valores, que son más fácilmente compartibles con otros?
Espero que a esta altura se entienda que Kirk se situará en contra de cualquier revolución que pretenda una transformación de la naturaleza humana. Su maestro intelectual, Edmund Burke, es famoso por sus Reflexiones en torno a la Revolución francesa, estudiando las implicancias de la misma.
Una idea central en Kirk será mostrar el distinto origen de las revoluciones francesa y americana. ¿Por qué?
Porque a diferencia de la Revolución francesa, que entronizó al hombre y cortó explícitamente lazos con lo divino, en un enfrentamiento sangriento y asesino, los Estados Unidos surgieron de un respeto a la búsqueda humana de la felicidad, invocando a Dios como fuente de orden.
El rol de Locke en la formación de Estados Unidos es para Kirk mucho menor del que se le atribuye normalmente. Para Kirk, los límites de Locke fueron su espíritu de utilidad, muy propio de muchos modernos, y su individualismo. Pretender mantener ciertos valores fuera de su humus natural es poco realista y pretencioso. Kirk se dedica a lo que subyace, y que habitualmente se da por sentado. Hablando de Locke, por ejemplo, dice que el «estado de naturaleza» del hombre de Locke quizás no es el hombre primitivo, sino el ya educado, disciplinado por la enseñanza cristiana[21].
Burke está de acuerdo en que la sociedad es un contrato, una asociación, pero según él, no está solo motivada por un interés comercial en la ganancia y los derechos naturales no son sólo garantías en contra de un gobierno.
Es comprensible el intento de buscar un terreno común para el diálogo y la búsqueda conjunta en la refundación de la vida política. No se puede pedir la misma lucidez sobre los fundamentos a todos los actores de la búsqueda, pero la tensión de la mirada hacia los primeros principios no puede desaparecer. Distinguir planos es sano, separarlos y cortarlos de raíz es un ataque contra la vida. ¿Hasta dónde llega la relativa autonomía de las esferas? ¿Hasta dónde es razonable en la vida práctica no exigir una compatibilidad total de principios?
No es lo mismo proclamar que todos los hombres son iguales y están dotados por el creador de ciertos derechos inalienables, que afirmar, como hace Mark Lilla: «Hemos decidido que la luz de la revelación no ilumine nuestra política» [22]. Lilla explicita una voluntad de inmanencia, una exclusión de lo sobrenatural.
Probablemente haga falta una reflexión sobre los principios no negociables en política. Volviendo a la metáfora del crecimiento orgánico de una planta, habrá podas mortales, y habrá podas a partir de las cuales la planta vuelve a tener vigor.
Para Kirk, el alimento para preservar el orden del alma, indispensable para el orden de la polis, será la contemplación de las cosas permanentes.
5. Búsqueda vital del orden: contemplación de las cosas permanentes.
La imaginación moral, que provee la literatura, será la fuente de vida para la persona y la comunidad conjuntamente. Justamente una de las ideas fuertes de Burke consiste en descubrir que los revolucionarios franceses quisieron rehacer la sociedad y para ello «toda vestimenta de la vida fue arrancada con rudeza». Se despojaron los tesoros de la imaginación moral, que posee el corazón, para cubrir los defectos de nuestra naturaleza desnuda y temblorosa.»
Los revolucionarios franceses, queriendo erigir a la Razón en única rectora, construyeron el mito de una Humanidad perfectible, emancipada del creador y dirigida hacia el progreso. «Soñaron sistemas tan perfectos, que nadie necesitaría ser bueno», como diría Eliot. Se movieron en la «imaginación idílica»[23], que aleja de la realidad y del profundo orden de las cosas.
En EEUU, los Founding Fathers no se alimentaron tanto de Locke, sino de la tradición de la cristiandad occidental que les llegó a través de la educación clásica, cuyo eco resuena en la Declaración de Independencia, cuando habla de las «leyes de la naturaleza y del Dios de la naturaleza».
Para Kirk la literatura es esencial para la política y su defensa de las «cosas permanentes». Dice Benjamin Lockerd refiriéndose a la obra de Kirk y las «cosas permanentes»: «Pues las luchas políticas primero se juegan en los corazones y mentes del pueblo, y si la gente está mal educada, sus mentes llenas de imágenes creadas por los materialistas modernos, serán fácilmente atraídos hacia movimientos políticos que nieguen las verdades eternas a favor de esquemas utópicos»[24]. Si hoy la palabra orden suena a coerción, a restricción violenta y represiva, es en gran parte a causa de esta «república de las letras» que ha asociado orden a falta de libertad, mientras para Kirk, y para Weil citada por él, el orden sacia una sed del alma, encauza a la vida y libera las potencias humanas.
Y llegando al final de nuestro recorrido, Kirk focaliza en la búsqueda de una vida que valga la pena ser vivida, que comienza en el pequeño pelotón de la familia, en el hogar. Kirk buscará que crezca ese orden dado, con raíces divinas, que hace existir a todo, y sin el cual hay tinieblas, vacío, y muerte[25].
La búsqueda en la vida política de una libertad ordenada, que sea la modalidad que más favorezca el florecimiento de la vida buena. Lejos de ese orden, «la vida, como decía Macbeth, es una sombra que pasa/una fábula contada por un idiota,/ llena de ruido y furia,/ que no significa nada»[26].
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 4. ↑
- Cfr. Kirk, R., Roots of American Order, p. 87. ↑
- Kirk, R., Enemies of the Permanent Things, Cluny Media, Charleston, 2016 p. 2. ↑
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 4. ↑
- Cfr. Kirk, R., The Politics of Prudence, ISI Books, Wilmington, 2004, p. 11. ↑
- Gallego García, E., La teología política de John Henry Newman, CEU Ediciones, Madrid, 2023, p. 83. ↑
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 173. ↑
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 17. ↑
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 48. ↑
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 75. ↑
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 76. ↑
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 78. ↑
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 98. ↑
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 101. ↑
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 111. ↑
- Kirk, R., Intercollegiate Review, Spring 1989. ↑
- «the communication of the dead is tongued with fire beyond the language of the living» Little Gidding, de Four Quartets. La traducción es nuestra. ↑
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 174-175. ↑
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 184. ↑
- Kirk, R., Roots of American Order, p. 188. ↑
- Cfr. Kirk, Roots of American Order, p. 286. ↑
- Mark Lilla, El Dios que no nació. Religión, política y el Occidente moderno, Barcelona, Debate, 2010, p. 267. ↑
- Expresión forjada por Irving Babbit, profesor de TS Eliot en Harvard. ↑
- Lockerd, Benjamin G., Introduction to Enemies of the Permanent Things, Cluny Media, Charleston, 2016, p. V. ↑
- Cfr. Eliot, East Cocker, de Four Quartets. ↑
- Macbeth Acto V escena 5. La traducción es nuestra. ↑
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