Por Osvaldo Schenone*
Para el Instituto Acton
Marzo 2024

Desde el pedestal

Se atribuye a Harold Demsetz, en un artículo del Journal of Law and Economics de 1969, la expresión “falacia del Nirvana” para caracterizar la actitud de quienes confían ciegamente que una intervención (o varias) del gobierno en los mercados habrán de corregir una situación indeseable. Normalmente se alude a estas situaciones como “fallas de mercado”, en referencia a monopolios, externalidades y otras imperfecciones del funcionamiento de los mercados.

Once años antes, en el mismo Journal, Gary Becker advertía que aunque alguna intervención (llevada a cabo por un gobierno ideal y omnisciente) pudiera lograr un mejor funcionamiento de los mercados, esto no implica necesariamente que una intervención llevada a cabo por el gobierno que en realidad existe efectivamente logre el resultado deseado. También existen fallas de gobierno.

La diferencia entre “pudiera lograr” y “efectivamente logra” es tan grande que equiparar uno con el otro es una desmesura (fatal arrogancia, diría Hayek), y constituye precisamente la falacia de Nirvana. Esta falacia omite la existencia de fallas de gobierno que pueden ser tan graves como las fallas de mercado que, presuntamente, corregirían. 

En el extremo opuesto se puede concebir la “falacia del Infierno”, que considera las intervenciones del gobierno como adoptadas por el peor régimen posible. Un régimen en que las intervenciones (aún las más benevolentes, con la única intención de corregir fallas de mercado), son inevitablemente cooptadas por lo peor de la demagogia, la  ignorancia, el desmanejo político y la corrupción. Esta falacia da por cierto que las fallas de gobierno son peores que las fallas de mercado. La intervención del gobierno no es la solución: es precisamente el problema.

Las dos falacias se pueden considerar desde un punto de vista abstracto, válido en cualquier momento y lugar. Desde un pedestal. Esta cómoda ubicación recomienda una actitud ecuánime, moderada, descriptiva. Desde el pedestal no es necesario elegir, basta con describir las falacias sin expresar preferencia por una o la otra; es decir, sin exponerse a ningún riesgo.

Desde el llano

Al descender del pedestal se abandona el punto de vista abstracto y universal, y los zapatos se embarran en un suelo concreto. Por ejemplo, Argentina 2024.

Y aquí es necesario elegir. La filosofía de la libertad indica que hay razones que resuelven terminantemente la elección en contra de la intervención. Pero  hay “agnósticos filosóficos” que omiten considerar estas razones pero considerarían razones pragmáticas, exentas de contenido ideológico o filosófico. Tales agnósticos no admiten razones filosóficas, pero sí pragmáticas. Estas son precisamente las utilizadas en este artículo.

Si se admite que ambas sean falacias, al elegir se corre el riesgo de cometer un error. No hay certidumbre; desde el llano todo es incierto. Siempre existirá algún error y, por lo tanto, incurriremos inevitablemente en algún costo. Hay que apostar por algún error. La pregunta relevante es: ¿Cuál error tendrá menor costo? Es una pregunta estrictamente pragmática, exenta de contenido ideológico o filosófico.

Sea error de tipo I considerar que Nirvana no es realmente una falacia y se adopten, consecuentemente, políticas intervencionistas aunque éstas no resultan efectivamente en la promoción de la eficiencia, ni la prosperidad, ni la equidad.

Sea error de tipo II considerar que Infierno no es realmente una falacia y se rechacen, consecuentemente, políticas intervencionistas aunque éstas hubieran resultado efectivamente en la promoción de la eficiencia, la prosperidad y la equidad.

El error de tipo I es el que se ha elegido cometer, con mayor o menor intensidad según los distintos gobiernos, durante los últimos ochenta años en Argentina. Empresas públicas, planes sociales, sistema jubilatorio, fideicomisos, protección arancelaria, regímenes de promoción, proscripción de la libertad de mercados, control de precios y salarios, el Banco Central como prestamista de primera instancia del gobierno que incurre en déficit reiterado y su corolario: inflación siempre al borde de la hiperinflación, el sindicalismo funcional a los propósitos del gobierno que llevó a la sanción de un sindicato único por actividad, impuestos confiscatorios que nunca alcanzan para saciar la voracidad fiscal, y todo lo demás. Los resultados están a la vista, en términos de corrupción, despilfarro, ineficiencia, pobreza y decadencia.

Bajo el régimen impuesto por la adopción deliberada del error de tipo I la principal diferencia entre el sector privado y el público es que el primero está completamente controlado por el gobierno, mientras el segundo está completamente fuera de control. El error de tipo I ha dado lugar a la acción de intereses corporativos donde los mejor organizados ganan y el ciudadano común, el trabajador del agro y de la ciudad, el médico, el maestro, el  empleado, el obrero o los ahorristas son los que pierden. Ha sido una elección muy costosa.

Se trata, en realidad, de elegir entre un error y el otro si se admite que tanto Nirvana como Infierno sean falacias. Hay que elegir aquí y ahora, en Argentina 2024, tratando pragmáticamente de descartar el error más costoso.

El error de tipo II no está, por cierto, completamente libre de costos. Creerlo sería ingenuo y contrario a la economía más elemental, que enseña que nada es gratis.

La elección del error de tipo II se basa simplemente en la percepción que este error sería menos costoso, en los mismos términos, que el otro. Esta percepción, a su vez, se basa en el desempeño de Argentina durante 1870-1913, cuando los salarios reales subían en promedio 1% por año y el PBI per cápita subía en promedio más del 3% por año, más que en los países europeos de donde llegaban los inmigrantes. Ellos fueron mayoritariamente los abuelos de los argentinos nacidos a mediados del siglo pasado… ¡pero muchos de los nietos de tales argentinos hoy son extranjeros!

El desdén por lo que había generado más de 40 años de prosperidad fue, quizás inicialmente, un efecto transitorio del trauma de las guerras y la Depresión del año 30, pero perduró hasta hoy aunque el mundo occidental ya volvió, después de Bretton Woods, a economías más abiertas y mercados más libres y normales, con un desempeño –medido en cualquier dimensión-  muy superior al de Argentina. Los salarios reales y el PBI nunca volvieron a crecer así durante 43 años en Argentina.

 

*Miembro del Consejo Consultivo del Instituto Acton.