Por Gabriel Zanotti
Fuente: Filosofía para mí

El problema del lobby LGBT, y de la cultura de la cancelación, en relación a los ideas libertarias, es que son contrarios a la libertad individual.

Es verdad que en su ámbito cualquier gobierno, en la gestión de sus bienes públicos, debe, in abstracto, “en tesis” hacer opciones morales correctas.

Pero ello no quiere decir que el eje central de la vida social NO deba pasar por un ámbito NO público en el cual el respeto a las libertades individuales es central.

El lobby LGBT las viola cuando en función de una inclusión forzada por el Estado viola las libertades individuales de aquellos que entienden ese tema de otro modo.

Y el problema de la cultura de la cancelación se produce cuando el Estado cancela o manda cancelar cosas que las libertades individuales habrían sostenido libremente.

Pero ese es el problema político.

NO es un problema político lo que alguien haga o diga en su vida personal sobre su sexo o sobre si critica a Jefferson porque tenia esclavos.

Como NO es un problema político si alguien saca un libro elogiando a Jefferson.

Como NO es un problema político si una persona es homo o hetero en su vida personal.

Por ende, en una sociedad libre homo y hetero y trans deberían convivir libremente siempre que cada uno de ellos no quiera imponer su modo de ser y actuar por medio del Estado.

A partir de allí, libertad religiosa y free speech.

Pero el lobby LGBT y la ideología woke usan al Estado para imponer su visión del mundo y lo han usado tanto, y de modo tan cruel, tan bestial y autoritario, que han producido una reacción conservadora ante la cual estas distinciones serán muy difíciles de hacer y muy difíciles de sostener en el discurso público.

Dios dirá si alguna vez las aguas se aclaran.

Mientras tanto, los juegos de lenguaje de uno y otro lado no se caracterizarán por los matices.