Por Samuel Gregg
Ya se trate de Bernie Sanders, el senador de Vermont autodenominado socialista democrático; de la elección de Jeremy Corben como líder laborista británico, alguien más allá del estereotípico izquierdista de los 70 con barba y sandalias; de las encuestas que calculan que el 36% de los estadounidenses del milenio tienen opiniones positivas sobre el socialismo; del gran avance dentro de la política tradicional de partidos de izquierda como Syriza en Grecia, los nacionalistas escoceses en Gran Bretaña, y de Podemos en España, o los últimos programas de ingeniería social del alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, es difícil negar que la izquierda hoy parece envalentonada en gran parte de Occidente.
Sin embargo, menos atención se ha puesto en considerar cómo es que todo esto haya llegado a suceder. Parte de la respuesta tiene que ver con eventos relativamente recientes —solo una parte. Mucho de ello también es reflejo de desarrollos de largo plazo que los conservadores han dejado de ver o han preferido ignorar.
Uno de los acontecimientos recientes ha sido la gran recesión de 2008. Cualesquiera que hayan sido los hechos, muchas personas la relacionan con el capitalismo y no con malas políticas gubernamentales. Eso ha inclinado a muchas personas a sostener opiniones negativas de los mercados libres. Está además un asunto relacionado, el de la inseguridad económica. La generación del milenio que sale de las universidades no está solamente enfrentando sus préstamos de estudiante y estudios cada vez más incompetentes. En algunos casos ellos se enfrentan a mercados de trabajo inestables, especialmente en Europa Occidental. Dado que muchos de ellos también han sido ampliamente sumergidos en las ideas progresistas de izquierda durante al menos tres años, no debe sorprendernos que comiencen viendo a las soluciones socialistas como alternativas atractivas.
Estos problemas contemporáneos, sin embargo, ocultan el impacto de tendencias más profundas que están sosteniendo y reforzando a la izquierda en el plazo largo. Y, aunque algunos conservadores no lo acepten, poco de esto es posible de solucionar con rapidez, mucho menos por medio de otra campaña en medios sociales. Las siguientes son solamente tres de las fuerzas predominantes que están operando.
Sugiero que una causa permanente de la ascendencia continua de la izquierda es el visible debilitamiento de la religión ortodoxa a través de Occidente. Como observó el teólogo jesuita del siglo XX, Henri de Lubac, las formas progresistas de Judaísmo y Cristianismo no implican el abandono de un deseo de trascendencia. El hombre, dijo él, sigue siendo homo religiosus. El anhelo por el fin de los tiempos se canaliza subsecuentemente por la religión progresista hacia compromisos mundanos.
El más breve análisis de las declaraciones de muchas sinagogas, iglesias y órdenes religiosas liberales, muestran lo enfocados que están en un activismo sin fin en favor de tu causa favorita de moda. Igualmente reveladora es la manera en la que ignoran las verdades importantes acerca de la condición humana, repetidamente enfatizadas en las escrituras judías y cristianas, como la banalidad de buscar al cielo en la tierra.
Pero, no hay por qué conformarse con quedarse a medio camino cuando puede optarse por la cosa de real —la utopía secular absoluta— ya sea socialismo, transhumanismo, ambientalismo neo-pagano, o buscando la inmortalidad virtual al tratar de subirse uno mismo a Internet. Bajo esta luz, difícilmente sorprende que iglesias en países como Alemania sean museos, mientras que muchos judíos secularizados y cristianos nominales en los Estados Unidos hayan invertido todos sus instintos religiosos en un compromiso de realización de justicia social al estilo de John Rawls.
Relacionado con esto, se encuentra una segunda dinámica permanente que impulsa la marcha hacia adelante de la izquierda y que quizá sea menos curable mediante cambios de política. Es, en una palabra, la democracia.
Con esto, no me refiero a la participación formal del números crecientes de ciudadanos en los procesos de toma de decisiones. Algunas veces eso es algo bueno. Más bien lo que tengo en mente es lo que Tocqueville, el filósofo francés, identificó como la fuerza que sustenta el surgimiento de la democracia: la pasión por la igualdad.
Con frecuencia se dice que es la derecha defiende a la libertad mientras que la izquierda a la igualdad. No es eso totalmente exacto. Los conservadores están —o deben estar— unidos al principio de la igualdad de todos frente a la ley, algo que muchos liberales progresistas menosprecian como una mera igualdad formal que disfraza a desigualdades más profundas. De igual manera, la izquierda no puede parar de hablar acerca de autonomía cuando se tratan temas como la eutanasia. En general, sin embargo, la insistencia en mayor igualdad —no sólo igualdad económica, sino también igualdad genética, igualdad matrimonial, igualdad de especies y cualquier otra igualdad —es exclusividad de la izquierda.
En su libro La Democracia en América, Tocqueville enfatiza la dificultad de poner límites a los efectos igualadores de la participación política ampliada. La búsqueda de la igualdad como similitud (equality-as-sameness) se derrama en otras esferas, como hizo notar el autor. Esto se manifiesta en actitudes cada vez más hostiles hacia los ricos, como también hacia el pluralismo genuino (por ejemplo, el no ordenado por Blasio).
A pesar de todo su hablar sobre la diversidad, la izquierda generalmente no tiene interés en opiniones que no sean las suyas. En realidad, tienden a convertirlas en demonios. Intente usted sugerir, por ejemplo, a un grupo de progresistas de New York que las preferencias políticas de Paul Krugman están sujetas a críticas serias, o a los legisladores de San Francisco que el control de rentas generalmente lastima a los pobres. Le puedo garantizar que no tardará mucho antes de que ellos comiencen a sospechar de los motivos que usted tiene.
En este sentido, ese deseo por igualdad de pensamiento —una tercera poderosa influencia de largo plazo— refleja la hermenéutica de la sospecha que ha sido parte esencial del pensamiento de la izquierda al menos desde Carlos Marx. Tocqueville, sin embargo, afirmó que no conocía país alguno con «menos independencia de mente y libertad de discusión» que la sociedad democrática norteamericana.
Esto nos suena extraño. ¿no es acaso la libertad de expresión algo atesorado por muchos estadounidenses? Pero el punto de Tocqueville es que el deseo democrático de igualdad como similitud (equality-as-sameness) puede hacer que «ciertos pensamientos parezcan repentinamente desaparecer de la memoria de los hombres» y reforzar una «censura mil veces más poderosa que la ejercida por el poder».
Considere, por ejemplo, cuántas personas insisten en afirmar que la pobreza global está creciendo cuando la evidencia indica que ha estado disminuyendo durante un largo tiempo. El problema enfatizado por Tocqueville es que cuando un punto de vista llega a hacer creído por un gran número de personas en las sociedades democráticas, es inevitable que se concluya que esta opinión deba ser aceptada por todos —sin importar lo equivocada que esté.
Esta trinidad de (1) la poderosa influencia ejercida por las opiniones ampliamente compartidas en las sociedades democráticas, (2) la demanda cada vez mayor para igualar las condiciones en todas las esferas de las mismas sociedades y (3) la utopía secular generalizada, crea una fuerza muy potente para la consecución de las diferentes agendas de la izquierda. Es una que también es extremadamente difícil de enfrentar por parte de los conservadores. Ciertamente, los registros históricos no son amables con las políticas de la izquierda. Y todos sabemos a donde nos llevan los sueños del cielo en la tierra. Sin embargo, la izquierda continúa su marcha firme a través del cuerpo político de Occidente.
Hoy muchos conservadores enfocan su atención en responder a la izquierda por medio de la captura de su lenguaje, el uso inteligente de tecnologías de la comunicación, el desarrollo emocional de reclamos convincentes y el ganar elecciones. Pero eso es sencillamente insuficiente si es que los conservadores van a enfrentar con seriedad algunas de las fuerzas subterráneas que, a pesar de las ruinas sociales y económicas creadas por la izquierda durante décadas, sigue propulsando a las prioridades de la izquierda hasta la vanguardia de la discusión política.
La perspectiva de largo plazo siempre gana. La izquierda sabe esto. Actúa en consecuencia. ¿Por qué no lo hacen los conservadores?
Nota
La traducción del articulo Why the Left Keeps Winning publicado por el Acton Institute el 27 de octubre de 2015, es de ContraPeso.info: un proveedor de ideas que sostienen el valor de la libertad responsable y sus consecuencias lógicas. La columna apareció en The American Spectator.
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