Junio de 2016
Testimonio de Acton University 2016 – Por Teófilo Silveyra
Somos la ONU, dije. Los que estaban conmigo se rieron, ya que ciertamente parecíamos las Naciones Unidas.
Un polaco, un estadounidense, un pakistaní; una venezolana, tres italianos y un argentino. Dos estudiantes, un actor, dos periodistas, un emprendedor, un comunicador social y un sacerdote. De 20 a 45 años. La verdad es que conformábamos un grupo sociológicamente inclasificable. Solo dos rasgos nos habían congregado: estábamos en Grand Rapids porque creíamos en el valor de la libertad y porque queríamos encontrar un buen bar de cerveza artesanal.
Inverosímil es el adjetivo más preciso para describir Acton University. Estuve todo el primer día -sin exagerar- pensando cómo ilustrar el evento de cuatro días a alguien que no tuviera ni idea de qué se trataba. Es muy difícil recrear un espacio-tiempo en donde efectivamente convergen más de mil personas de todos los continentes, de todas las culturas, profesiones y edades, que quieren conocerte y darse a conocer; en donde se dictan casi 130 clases de temas tan diversos como economía, teología y cultura, y donde la organización y la logística son tan buenas que son invisibles.
Aquellos que fuimos por primera vez tuvimos que asistir a tres clases que pusieron los puntos fundamentales de todo Acton University: antropología cristiana, la visión cristiana del gobierno y una forma económica de pensar. Estas clases fueron claves para generar un pacto de lectura entre Acton y sus alumnos que, lejos de estrechar las perspectivas, abrieron las ventanas adecuadas.
Empezar con el plenario de Magatte Wade me despojó de muchos prejuicios erróneos que tenía sobre Acton University y el liberalismo, y me permitió conocer su compromiso intelectual y práctico para combatir la pobreza. Como en un libro de Elige Tu Propia Aventura, fui adentrándome en clases de diversos temas y profesores de los que pude extraer sentido, profundidad y aprendizaje. Lo que parecía ser un nudo visto desde afuera, terminó siendo una especie de laberinto inverso, con miles de salidas e invitaciones a profundizar.
Muchas veces, los análisis precisos y crudos del mundo resultaron un poco desalentadores, pero fueron necesarios para poder entender el contexto en el cual nos desarrollamos. Otros, en cambio, constituyeron una arenga para involucrarse – “estar en el mundo sin ser del mundo”, con la certeza de que Cristo venció.
El intercambio de visiones y experiencias en los recreos permitió que el abordaje a temas de actualidad, historia y política internacional no fuera de alcance exclusivo de las lectures. La posibilidad es única: saber qué está sucediendo en países tan dispares como Sri Lanka, Polonia o Nigeria, o cómo viven los cristianos en Pakistán, en donde sufren persecución, o cómo son las distintas formas cristianas de profesar la fe.
“La verdad los hará libres” resonó varias veces en las jornadas de Acton University. No fueron los únicos valores esgrimidos, pero no hubo otro más fundamental que el de la libertad adecuado a la verdad.
La última clase de Michael Miller, director y productor de Poverty Inc., sobre las críticas culturales al capitalismo fue muy conclusiva porque pude llevarme ideas concretas. “¿El capitalismo destruye la cultura?”, fue la pregunta inicial, que derivó en definir qué es el capitalismo y qué es la cultura. El transcurso de la clase derivó en un balance valorativo muy interesante entre lo positivo y lo negativo de esta relación, y se exploró el concepto de aquellas creatividades que destruyen lo anterior (creative destruction). Una de las conclusiones que se desprendió fue que era muy estrecho afirmar que el capitalismo es la “monocausa” de todos los males actuales, sin tener en cuenta muchos otros males morales que tienen un impacto negativo mayor como el nominalismo, relativismo, igualdad radical, autonomía radical, individualismo, hiper racionalismo y más.
Sin dudas, la conferencia pareció un enorme texto; coherente, prolijamente redactado y unido sintácticamente por personas inquietas. La polifonía y el contexto aportaron sutiles perspectivas, las cuales estaban espontáneamente integradas. Las intertextualidades parecieron infinitas y la semántica estaba enamoradamente unida a la libertad.
La fuerza de los mensajes de Acton University se percibió en que su objetivo no era meramente difundir las ideas de la libertad, sino transformar con esas ideas a las personas. En el plenario final, el fundador del Acton Institute, el padre Robert Sirico, hizo hincapié en la importancia de que los presentes materializáramos la libertad en nuestras vidas, porque las ideas, en sí, son solo ideas. Al fin y al cabo, somos las personas quienes podemos cambiar las cosas.
Salí de Acton University con muchos temas gatillados, pero también con un sólido acervo de argumentos, ideas y conceptos que pude extraer de esos cuatro días y me propongo profundizar. La experiencia en Acton University es fundamentalmente formativa, aporta herramientas tangibles y apunta a conjugar personas con ideas para que juntas transformen el mundo.
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