Por Ludovico Videla (Academia del Plata)
La limitada devaluación del Yuan Chino que pasó de 6,2Y/U$S a 6,4Y/U$S ha disparado una significativa volatilidad en los mercados de monedas y de acciones, que no parece guardar relación con el pequeño movimiento del mercado cambiario oriental.
Sin embargo, la señal indica un intento de darle aire a una economía en transición, con una tasa de crecimiento modesta, de potenciar la efectividad de la política monetaria, y tratar de mitigar las salidas de capitales. China parece apuntar a una devaluación del Yuan del 10% en los próximos 12 meses, con ajustes del orden de un 4% a un 7% en los próximos 6 a 12 meses.
La solidez de sus reservas monetarias que alcanzan a los 3,6 trillones americanos de dólares, aseguran una transición ordenada, pero con consecuencias indisimulables, para sus pares comerciales. La etapa de crecimiento acelerado al 10% por año parece ya un dato del pasado. Lo que viene es un delicado proceso de transformación interna, en que la demanda agregada debe cambiar su perfil hacia un cuadro más equilibrado. China ha crecido sobre la base de fuertes inversiones públicas y privadas financiadas con una tasa de ahorro interna elevadísima. Las oportunidades de inversión pública han decaído y el consumidor debe aumentar su gasto para potenciar el mercado interno.
La devaluación de China y su menor crecimiento implica un efecto deflacionario sobre sus socios comerciales. La influencia en Estados Unidos no es alta, sólo exporta un 1% de su PBI a China, en Europa el efecto es similar 1,2% del PBI y en Japón es más alta 2,7% pero se compensa con las importaciones de China que representan 4% del PBI de Japón.
El impacto más fuerte es en otros vecinos asiáticos y en particular en nuestros vecinos y en la Argentina. China importa de Chile el 30% de sus exportaciones algo menos de Perú, un 20% de Brasil y un 15% de Argentina. Pero China representa alrededor del 60% de las compras del mercado de soja.
El colorario técnico para la Argentina, es que nuestro tipo de cambio de equilibrio ha subido después de la devaluación China, por lo que la estrategia cambiaria del nuevo Gobierno deberá tomar en cuenta este dato.
Pero los inevitables ajustes de la economía argentina deberán realizarse en un contexto global cada vez más adverso. El mundo se está progresivamente frenando a pesar de la verdadera catarata de dinero que han inyectado la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, más los emisores de otros países como China o Japón.
La deuda pública sube en todos lados a niveles preocupantes, en China se estima en 300% de su PBI con 80 puntos de crecimiento entre 2008 y 2013. Algo semejante a Japón, de 100% en Estados Unidos y superior al 100% en Europa.
Crecimientos muy modestos en perspectiva para el G10 agravan los problemas fiscales, previsionales y de endeudamiento. Sin capacidad política para enfrentar estas graves cuestiones las autoridades se limitan a emitir dinero, esperar que las cosas cambien, y focalizar en las cuestiones internas.
¿Por qué ha dejado de crecer la productividad en el mundo? La respuesta es difícil, y hay varias cuestiones vinculadas. Por una parte hay un efecto de maduración de las economías que se vuelven más intensivas en servicios. Los servicios tienen problemas para mejorar su productividad y eficiencia. En algunos casos, mejora la calidad que no es bien registrada por los números, por ejemplo en comunicación. ¿Qué valor tiene la popularización del celular en cuanto a mejorar las comunicaciones? ; Claramente los precios no lo registran.
También hay un peso significativo del Estado en el área de los servicios. Hay cuestiones que no mejoran ni podrán mejorar. ¿Cuánto subió la productividad de una orquesta sinfónica en 100 años? , seguramente muy poco o nada.
Pero también hay resultados tangibles por ejemplo referidos a la educación. Más estudiantes pero peor preparados. ¿Cómo se motiva a los jóvenes para que estudien, cuando toda autoridad es cuestionada?
Finalmente hay una menor inversión resultante de las restricciones fiscales y una menor motivación empresaria para expandirse. La complejidad de la operación económica se vuelve geométricamente mayor en la globalización. Los volúmenes aumentan y la posibilidad de perder dinero por una sola variable que se desalinea está siempre presente. Las empresas, manejadas por gerentes son conservadoras, ningún CEO será echado por crecer o invertir poco, si por perder dinero.
También incide la innovación. Esta variable es impredecible, se mueve por impulsos que provocan olas de carácter aleatorio. Se sabe que financiar a científicos para que investiguen, a la larga provoca resultados, pero no puede burocratizarse el proceso, depende del ingenio que es iluminación espontánea.
Mirando la situación con una perspectiva más histórica, parece claro que el mundo necesita una conducción liderada por las mayores potencias que permita ir coordinando y resolviendo los problemas que se presentan. Como esto no se ha dado, porque internamente el costo de liderar no se quiere asumir, estamos a la deriva y la globalización que brindo tantas oportunidades a muchos países, está en riesgo.
Tal vez debería decir alguna palabra sobre la Argentina en este contexto nuevo. Históricamente nuestra cultura política dominante ha sido un nacionalismo aislacionista. Hemos evitado los efectos de las grandes guerras y cataclismos mundiales pero también desaprovechamos todas y cada una de las oportunidades que brindó el mundo. Nuestra insignificancia creció al punto tal que ya no somos registrados como un actor de importancia en el mundo, sino como un mercado de frontera, algo similar a pertenecer al África.
Una de las bases de nuestro fracaso como sociedad fue siempre dar lugar a interpretaciones fantasiosas, muchas veces conspirativas, de las cuestiones globales que nos afectaban. El mundo está en problemas es cierto, pero no para perjudicarnos, está en nosotros y en nuestra inteligencia saber lograr la mejor adaptación a estas novedosas circunstancias. Ojalá podremos hacerlo.
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