Por: Eleonora Urrutia
Fuente: El Líbero
30 de noviembre de 2022
Las manifestaciones generalizadas que estallaron este fin de semana revelan la profunda frustración de la población luego de tres años de las políticas de Covid más restrictivas del mundo.
Si el dictador de China, Xi Jinping, pensó que podría comenzar su tercer mandato con un control firme de la nación, se enfrentó a un duro despertar. Las protestas contra su política de “Covid cero” impuesta con crueldad estallaron en varias ciudades chinas la semana pasada, y ahora se han extendido por todo el país, cuando millones de jóvenes salieron a las calles sosteniendo hojas de papel en blanco como protesta simbólica contra la prohibición de hablar de la coerción del Covid y otros abusos.
El Partido Comunista Chino (PCCh) dirige el estado policial y de vigilancia más extenso del mundo, por lo que cualquier protesta pública contra sus políticas requiere coraje y conlleva un gran riesgo personal, la muerte o la prisión perpetua entre ellas. Por esto China no ha visto protestas a gran escala contra el PCCh desde el movimiento prodemocracia de 1989 en la Plaza de Tiananmen. Y por lo mismo son tan importantes las manifestaciones generalizadas que estallaron este fin de semana. Revelan la profunda frustración del público después de tres años de las políticas de Covid más restrictivas del mundo que han significado cierres de ciudades enteras durante meses por órdenes del gobierno, sin debate público ni posibilidad de recurrir sus decisiones.
Entradas selladas
El canario en la mina fue un incendio en un departamento de gran altura en Urumqi, la capital de Xinjiang y hogar de millones de musulmanes y minorías uigures, que mató al menos a diez personas e hirió a otras nueve. Mucha gente culpó a las barreras erigidas por las autoridades locales para confinar a los residentes dentro del edificio, lo que dificultó su escape y los esfuerzos de rescate de los bomberos, provocando muertes innecesarias.
Antes de ser eliminados por los censores, se viralizaron videos desgarradores de víctimas de incendios que lloraban desesperadamente por ayuda, provocando indignación en los chinos quienes no pudieron evitar verse reflejados. Después de todo, es una práctica común que las autoridades locales sellen la entrada principal de un edificio de departamentos completo o usen barreras de metal para confinar a los residentes dentro de sus hogares.
El Covid representa una amenaza particular en China. En marzo de 2020 el régimen se vanaglorió de su “Covid cero” como un ejemplo de la superioridad del comunismo sobre la desordenada democracia occidental, y reclamó la victoria como prueba irrefutable de la superioridad de su sistema político. Pero los bloqueos no han podido controlar al Covid, solo retrasaron su propagación. Casi tres años después los chinos tienen mucha menos inmunidad natural. En su nacionalismo ciego, los líderes se negaron a importar vacunas de ARNm occidentales y la doméstica Sinovac ofrece menos protección ante las mutaciones del coronavirus.
Xi es reforzado
Cualquier esperanza de que Xi Jinping alivie sus restricciones de «Covid cero» se evaporó después del 20º Congreso del Partido Comunista en Octubre. Entonces, duplicó su compromiso con esta política al elevar a Li Qiang, el secretario del Partido Comunista de Shanghai y responsable de sus cierres catastróficos, a la segunda posición más poderosa de la nación. El Congreso del partido también marcó el comienzo de que Xi rompiera el límite de mandato de su cargo como jefe de Estado y se dispusiera a gobernar China por el resto de su vida como un emperador.
Jinping ha pasado décadas consolidando el poder, eliminando a los rivales políticos y tomando medidas cruentas contra los disidentes, por lo que su gobierno parecía seguro. Sin embargo, malinterpretó el estado de ánimo del público. Uno de los motivos es que la ruinosa política de Covid cero y sus efectos devastadores en la vida de las personas y la economía, ahora son vistos por muchos como una violación al contrato no escrito entre el PCCh y el pueblo, en el que acepta menos libertad política a cambio de mejores niveles de vida. Los cierres han provocado que el crecimiento económico se desacelere a menos del 3% este año, y la crisis inmobiliaria está reduciendo el valor neto de decenas de millones de chinos de clase media.
Es probable que Jinping responda a este malestar generalizado con fuerza brutal y permanezca en el poder. De continuar las protestas, reprimirá despiadadamente junto al Partido para sofocarlas. El aparato de seguridad del Partido utilizará su capacidad de monitoreo y reconocimiento facial para identificar a los participantes, y muchos de los manifestantes, si no todos, serán arrestados en los próximos días. Varios, simplemente desaparecerán.
Indicios de hastío
Aún así, esta crisis demuestra que el gobierno no es tan seguro como se creía. Su insistencia en seguir adelante con una política fallida para lidiar con un virus que se originó en China y probablemente escapó de un laboratorio financiado por el gobierno, puede eventualmente ser el comienzo de su propia ruina. Para ello será importante observar si el régimen comienza a flexibilizar el Covid cero, aunque no lo admita como una respuesta a las protestas.
En cualquier caso, no se puede menos que celebrar este levantamiento contra el control del Partido, incluso si está dirigido principalmente al Covid cero. Hace casi un mes cincuenta países firmaron una declaración en la que piden al Gobierno chino respuestas sobre las graves acusaciones vertidas por la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU con respecto a las repetidas violaciones de los derechos de la minoría uigur en la Región Autónoma Uigur de Xinjiang justamente la zona del incendio del edificio -y digamos también, informe que llegó tarde e incompleto y solo después de repetidas presiones. El informe denuncia “tortura o penas crueles, inhumanas y degradantes, esterilización forzada, violencia sexual y separación forzada de niños de sus padres por parte de las autoridades”. Cuba se ocupó de rechazar esta acción y de elogiar al gobierno chino en materia de derechos humanos. Se originó como una iniciativa partida de Canadá y sumó apoyos tan dispares como Turquía e Israel, pero muy pocos países islámicos, pese a ser los uigures una minoría musulmana, y ningún latinoamericano excepto Guatemala.
La expansión de la influencia económica china en el comercio, las inversiones y los préstamos hicieron que en la actualidad China sea el segundo socio comercial de Hispanoamérica, dato que no puede quedar al margen del análisis de las razones por las que los mandatarios de estos países son tan selectivos a la hora de preocuparse por algunos derechos humanos, obviando atropellos de mayor envergadura de acuerdo a la elección ideológica del perpetrador. En las últimas décadas, China ha exportado cantidades récord de capital nacional y fondos controlados por el Estado, y no sólo por rentabilidad. Pero también cabe preguntarse si estas relaciones fraternales de Hispanoamérica con el régimen de Xi Jinping no son un producto de ese mismo escorado ideológico de una región que por seguir esas recetas no para de retroceder.
En este contexto, que el régimen chino comience a tener alguna resistencia, no puede ser menos que una buena noticia para nuestra región.
*Eleonora Urrutia es abogado, máster en Economía y Ciencias Políticas.
Deja tu comentario