Por Osvaldo Malfetano
Fuente: acde
El autor es el P. Gustavo Irrazábal, abogado (1984) y sacerdote (1991). Cursó estudios de licenciatura y doctorado en teología moral en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (1999). Es profesor de teología moral en la Universidad Católica Argentina y ha publicado varios libros y numerosos artículos sobre estos temas. Es miembro de la revista Criterio y del Instituto Acton de Argentina. Publica, también, artículos en La Nación.
Este libro (226 páginas), publicado en agosto de este año, trata temas muy afines a los que habitualmente se tratan en ACDE, por lo cual su lectura resulta oportuna y atractiva.
Se compone de una Introducción y tres partes: Doctrina social de la Iglesia (DSI), la Moral política y la Moral económica.
Introducción
La moral social católica (MSC) tiene como sujeto a la sociedad como tal y no a la persona, como la moral individual. Y, especialmente, a las diversas estructuras e instituciones propias de la comunidad social o política.
Esta MSC abarca un campo más amplio que la DSI, porque no se limita a desarrollar los contenidos de los documentos del magisterio. Para ello, rescata diversas corrientes de la tradición social católica, examina a la DSI en sus presupuestos, contenidos y consecuencias, considera sus repercusiones prácticas y en muchos casos la precede en la apertura hacia nuevos aspectos de la cuestión social. Entre la DSI y la MSC debe haber una estrecha vinculación e intercambio.
Este manual se concentra en los criterios éticos que deben orientar la política y la economía, en diálogo con sus respectivas disciplinas, y respetando sus objetos propios, sus métodos y sus leyes, conforme al principio de la autonomía de las realidades temporales. Se logra así, una aproximación ética que no sea extrínseca a los procesos sociales, sino que brote de su misma naturaleza y exigencias.
Esta MSC se fundamenta en una visión antropológica de la persona, de la sociedad y el vínculo entre ellas. Se parte de la dignidad de la persona humana, como unidad de cuerpo y alma, ser único y abierto a la trascendencia. Esta persona no es un ser aislado, sino inmerso en un conjunto de relaciones interpersonales, que son un constitutivo esencial de su identidad.
Doctrina Social de la Iglesia
Su propósito es llevar la luz del Evangelio a la vida social concreta e histórica, no debiéndose hacer un uso ingenuo o ideológico de sus textos.
La DSI se fundamenta en “la caridad en la verdad”, específicamente la verdad en las cosas sociales; y en referencia a un humanismo íntegro y verdadero, que afirma la dignidad trascendente de la persona humana como imagen de Dios.
En el análisis histórico de la DSI distingue cuatro períodos: ideología católica (1891-1931), nueva cristiandad (1931-1958), diálogo (1958-1978) y profecía, incluyendo en este último a Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, de quien comenta sus encíclicas Laudato si’ y Fratelli Tutti.
El autor explica los contenidos de la DSI: a) principios permanentes de reflexión, b) juicios contingentes y c) orientaciones para la acción, todo esto en un proceso de discernimiento prudencial.
Trata en particular los principios permanentes de reflexión: 1) el bien común, 2) subsidiaridad y participación, 3) solidaridad y 4) destino universal de los bienes.
La moral política
La política debe someterse a criterios morales, pero no puede ser guiada sólo por ellos. Y tiene como objetivo la construcción de una comunidad política justa y fraternal.
Hace un análisis histórico desde la polis antigua hasta la democracia constitucional actual, en la cual el poder de la mayoría está sometido al derecho, cuyo núcleo esencial son los derechos del hombre.
Explica la necesidad de un sistema político debido a la insuficiencia de la sociedad civil, de los grupos inferiores, familias y asociaciones intermedias, para alcanzar el bien común. Habla del principio republicano (el estado de derecho) y del principio democrático (la participación).
En cuanto a nuestro país, trata de la difícil relación histórica entre la Iglesia y la democracia, final y claramente definida a favor de la democracia constitucional.
Destaca la importancia de la actuación de los laicos en la vida pública, tanto como ciudadanos como en la variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural destinada a promover institucionalmente el bien común.
Hay un capítulo que trata sobre la comunidad internacional, donde habla de una “paz justa”.
La moral económica
En el campo de la economía, dentro de la Iglesia hay una disparidad de visiones casi tan amplia como en la sociedad. De ahí la importancia de establecer unos consensos mínimos.
Por esto es necesario conocer el funcionamiento del sistema económico desde adentro, para lo cual el autor destaca dos conceptos primordiales: a) la escasez de los recursos disponibles para satisfacer necesidades que son potencialmente ilimitadas y b) que tal sistema tiene leyes objetivas que se deben conocer y respetar para obtener los beneficios del funcionamiento de tal sistema, que es la mayor producción de bienes y servicios, es decir, el crecimiento económico, que mejora las condiciones de vida de todos. Al respecto cita a H. Hazlitt: “El arte de la economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal política no sobre un grupo sino sobre todos los sectores”.
Con este propósito el autor dedica un capítulo extenso a explicar los conceptos económicos básicos:1) el mercado (división del trabajo, propiedad privada, posibilidad del libre intercambio, orden espontáneo del mercada) y sus límites (bienes públicos, externalidades, redistribución); 2) el valor y los precios; 3) la producción (sus factores, ahorro, inversión, empresa, ciclos económicos); 4) el dinero y las finanzas (moneda, inflación, bancos, interés, especulación, impuestos, endeudamiento).
Después de este análisis conceptual, el autor afirma que hoy no se puede hacer DSI sin tener en cuenta los enormes cambios que se han producido a partir de la revolución industrial y entender su real alcance, para valorar en su justa medida los progresos alcanzados y poner en contexto los graves problemas actuales. “Hoy vivimos en un mundo incomparablemente más rico al de 1800. En aquel entonces, el ingreso promedio era el equivalente a 3 dólares diarios, mientras que hoy es de 33 dólares diarios, es decir, un ingreso diez veces mayor. Además, hay que tener en cuenta que, en ese lapso, la población se multiplicó por 7. Eso significa que hoy el mundo produce y consume 70 veces más que a principios del siglo XIX”.
Estos datos, sin embargo, no impiden las objeciones referidas a la desigualdad. Y, en este tema, lo más preocupante es la pobreza absoluta, es decir, las carencias de los bienes básicos para una vida digna. En 1970 esta pobreza absoluta alcanzaba a 4.000 millones de personas y en 1990 pasó a 1.900 millones y en el 2015 a 736 millones. El progreso económico de China e India ha contribuido mucho a esto. En el año 2015 las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales formularon 17 nuevos objetivos de desarrollo sostenible, comprometiéndose a poner fin a la pobreza para el año 2030.
La encíclica Centesimus annus (1991) de Juan Pablo II significó un punto de inflexión en la DSI, una superación de la objeción moral contra el capitalismo en cuanto que, sin dejar de señalar sus límites, puso a la luz su conexión con la antropología y los principios sociales cristianos. La enseñanza de Francisco, acentuando el discurso crítico cualifica, pero no contradice, esa nueva apreciación.
Dedica un capítulo entero a “la empresa y el empresario”. Se debe recordar aquí el decidido elogio de Francisco a los empresarios.
Hay otro capítulo sobre “Iglesia y el desarrollo de los pueblos”, donde se trata el tema de la globalización actual.
Conclusiones finales
La Iglesia -sin proponer modelos propios ni perder su debida distancia crítica- ha hecho una opción por la democracia republicana en el campo político y por la economía libre en el económico.
La justicia y la caridad social deben inspirar a las sociedades a ser lo más abiertas y libres que sea posible, siempre respetando las exigencias históricas del bien común, y estableciendo prudentemente las etapas en el logro progresivo de ese objetivo.
Es un libro completo, profundo en su enfoque y rico en su contenido, claro en el tratamiento de los temas, con una amplia bibliografía y esperanzado en cuanto a la confianza en la capacidad del ser humano en mejorar sus condiciones de vida, para así lograr un crecimiento personal y social, conforme a los designios del Dios Creador.
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