Por Aldo Abram
Fuente: Clarín
16 de junio de 2024
Lamentablemente, los argentinos creemos que votamos al Presidente para que milagrosamente solucione todos los problemas.
Durante el segundo semestre de 2023, Argentina vivió una creciente sensación de que iba a una crisis e, incluso, a una hiperinflación. La peor de todas. Dada nuestra triste tradición de ir de debacle en debacle, cuando vemos venir una, los argentinos empezamos a ahorrar lo más que podemos.
Por supuesto, lo hacemos en divisas, porque los pesos se evaporan, y es para usarlas para moderar el impacto negativo que éstas tienen en el bienestar de nuestra familia. Para ello, dejamos de consumir e invertir y, lo mismo, hacen las empresas; por lo que la demanda interna se desploma. Entonces, ¿para quién vas a trabajar o producir? Así es como, acá y en todo el mundo, sobrevienen las recesiones por malas expectativas sobre el futuro.
¿Cómo se pasa de ese pesimismo al optimismo para que la gente se anime a gastar un poco más y, las empresas, a invertir? Eso ya lo sabemos y lo expresó la mayoría de los votantes en las elecciones del 19 de noviembre de 2023. “Hay que cambiar de rumbo para no seguir de crisis en crisis”. Ahora, ¿qué determina los rumbos políticos y económicos de un país? Las leyes. Conclusión, hay que modificarlas.
Lamentablemente, los argentinos creemos que votamos al Presidente para que milagrosamente solucione todos los problemas. Eso no es así y sólo sucede en las dictaduras o autocracias como la de Venezuela o Nicaragua y así les va. En una Democracia Republicana, como la argentina, se vota al Poder Ejecutivo para que haga ciertas cosas y a los legisladores para que hagan otras, justamente para que nadie concentre el poder.
Por decreto, el Presidente puede modificar pocas leyes y en determinadas circunstancias. La enorme mayoría deben cambiarse en el Congreso. Lamentablemente, la señal que nos están dando los parlamentarios es que la mayoría no quieren virar el timón para evitar el iceberg. Eso es evidente; ya que es el primer gobierno de esta democracia al que no le votan ninguna ley en sus primeros seis meses de mandato. Cabe aclarar que eso sigue siendo así, porque el paquete que salió del Senado vuelve a Diputados.
Es vergonzoso ver a legisladores que fueron votados porque proponían ese cambio, decir que no lo apoyan porque tienen un conflicto con el Presidente. Se olvidan que su responsabilidad no es hacia él, sino con aquellos que lo votaron para que apruebe las normas que son necesarias mejorar nuestras vidas. También, es triste ver que, algunos admiten que la sanción de esas leyes es buena para la gente; pero, en canje, piden que antes sancionen alguna de sus propuestas. El Congreso no es un mercado persa. Deben levantar la mano si lo que se propone en bueno y, luego, convencer a sus pares de que su proyecto también lo es.
Esperemos que, en Diputados, vuelvan a insistir con el proyecto que mandaron al Senado y que éste diluyó al máximo y, con ello, la señal de cambio que necesitamos. ¿Para qué? Para que aquellos que hoy aún pueden gastar e invertir y no lo hacen por miedo, ante el cambio de dirección, empiecen a hacerlo.
Eso hará que otros comiencen a sentirse mejor y hagan lo mismo. Así, será como una bola de nieve que se tira desde arriba de la montaña y que va pegando cada vez más nieve hasta volverse una avalancha de recuperación.
Además, si se mantiene el camino a ser un país normal, pronto tendremos un fuerte crecimiento sustentable. Así podremos brindarles un empleo digno y productivo que les permita progresar a los argentinos que terminaron desempleados, en la informalidad, en el asistencialismo servil de la política y en la pobreza, gracias a las desastrosas políticas que se implementaron por décadas.
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