Por Gabriel Zanotti
Fuente: Filosofía para mí
Julio 2024

Es impresionante lo habitual que muchos medios de comunicación, que NO son precisamente “Página 12”, e incluso algunos liberales, utilizan la expresión “extrema derecha” para referirse indistintamente a Trump, Bolsonaro, Meloni, Milei, Le Pen, e incluso a algunos think tanks liberales-conservadores como Instituto Juan De Mariana, Cato Institute, etc.

Pero políticos como Macron o Biden serían “democráticos”.

Es necesario aclarar entonces algunas cuestiones.

Obviamente no voy a ser el primero en decir que los términos izquierda, derecha, centro, son altamente confusos y dependen de contextos históricos muy cambiantes. No sirven para definir filosofías más específicas, sobre las que también, para colmo, hay confusiones y también son necesarias aclaraciones: libertario, liberal, liberal clásico, conservador…. O sea que sobre llovido, mojado.

El mundo y la geopolítica han cambiado mucho y la distinción mundo libre versus mundo totalitario ya no corre más. La globalización, al principio un noble ideal de libre comercio internacional y amistad entre repúblicas democráticas (ideal de noble abolengo, como Kant) ha girado, desde los 90 en adelante, a un autoritarismo o totalitarismo light (adelantado por Tocqueville) de la mano de las Naciones Unidas y sus principales agencias, como OMS u UNESCO. La ONU se ha constituido hoy, en términos de Hayek, en la agencia internacional “constructivista”  que, de la mano de internet y la colusión con el crony capitalism, ha logrado un grado de coacción inimaginable apenas 30 años atrás. Ya no se trata ni siquiera del debate Rawls-Nozick, ya no se trata de liberales auténticamente liberales en lo político, aunque partidarios del Estado Providencia en la redistribución de ingresos. Se trata de un control absoluto en todos los ámbitos de la vida social que, al igual que en Rusia o en China, es compatible con un ese crony capitalism en grados diversos. No se trata de que algunos objetivos de la Agenda 2030 (no todos) podrían tener buenas intenciones. Se trata del intervencionismo y autoritarismo total que las autoridades de la ONU pretenden y su grado de presión y control. Es increíble que incluso después de la experiencia de la llamada pandemia en el 2020, muchos liberales sigan viendo el mundo como si fuera sencillamente EEUU versus Rusia.

Ante este nuevo panorama, las reacciones son variadas y confusas. Pero son sobre todo dos:

–          Un nuevo nacionalismo que rescata el valor de ciertas tradiciones nacionales contra la ONU;

–          Una reacción libertaria/liberal clásica que intenta defender a las libertades individuales ante el intervencionismo de la ONU.

Las dos, en la política concreta, aparecen mezcladas y las alianzas, como siempre, son prudenciales y delicadas.

Pero es totalmente erróneo suponer que, al otro lado de estas reacciones, los demás son “liberales y democráticos”. Macron, Biden, Trudeau, Sánchez, para nombrar los casos más evidentes, y todos los funcionarios de la OMS y la UNESCO, son autoritarios de pura cepa. Llamarlos de izquierda o de derecha, ante su convivencia con el crony capitalism, ya no tiene sentido. Violan permanentemente las libertades individuales más básicas. Barren con la libertad de expresión en nombre de la “información verdadera”; anulan las libertades de asociación y religiosa en nombre de la salud reproductiva; terminan con la libertad de enseñanza en nombre del derecho a la educación. Persiguen a sus opositores con los lobbys woke que los acusan de delitos de odio y discriminación, y utilizan contra esos opositores fuerzas de inteligencia y presiones financieras. Su diferencia con el partido comunista chino es sólo de grado.

Ante todo eso, ¿qué justicia, qué verdad hay en llamar a esos países o a esos líderes “democráticos” contra un grupo indiferenciado de resistencia, a la cual se la llama “extrema derecha” asimilándola con Hitler?

Efectivamente, en ese movimiento anti-ONU hay líderes nacionalistas que efectivamente de libertarios no tienen nada. Pero otros líderes y otras “reacciones”, lejos de ser autoritarias, están respondiendo a graves amenazas a la libertad.

Comenzando con la inmigración, se podrán imaginar que, con Mises in mano, siempre he sido partidario de la libre entrada de capitales y personas en una situación de libre comercio. El pacto constitucional liberal clásico, además, no se establece sobre la base de razas o nacionalizadas, sino sobre la base de “all men” que son los sujetos de las libertades individuales bajo el mismo Estado de Derecho. Pero las políticas postmodernas de izquierda de esos líderes países “democráticos”, lo que han favorecido es una inmigración de colectivos que se consideran explotados por el Estado de Derecho de los mismos países que los acogen, y se comportan como bandas delictivas organizadas pensando que tienen derecho a violar y asesinar simplemente porque su cultura se los admite. Eso quiebra las bases del Estado de Derecho y está destruyendo en este mismo momento a la Civilización Europea.

Otro punto que confunde es lo del cambio climático. No es cuestión de negar que hay problemas climáticos “man-made”. Pero la solución es el libre mercado y no  las medidas intervencionistas que la ONU está proponiendo en materias de energía y agricultura. Oponerse a esas medidas no tiene nada de autoritario. Se trata de defender al mercado libre como clave para el medio ambiente.

Lo mismo con la “mis-information”. Claro que puede haber mentiras. Pero en una sociedad libre lo que sea o no un hecho se debate libremente. Los gobiernos no son la agencia que debe dictar lo que sea verdadero o falso; eso se discute libremente SIN intervención del Estado. Todo el tema de las fake news y la misinformation, en colusión estatal con las big tech, es la anulación completa de la libertad de expresión y el dominio totalitario más extremo. Oponerse a todo ello no tiene nada de totalitario, y es increíble que este tema no sea siempre tenido en cuenta  por los que dicen dedicarse a la comunicación social, enfrascados sólo en “estrategias comunicativas” que se venden como sistemas de dominio de audiencias en el mercado de empresas, políticos y gobiernos.

Lo mismo con los temas educativos. Imponer por la fuerza del Estado una agenda educativa, anulando casi las opciones de los padres, es totalmente coherente con ese autoritarismo. Defender el school-choice o bregar para que la educación sexual sea decidida por los padres no es ser Mussolini. Es ser liberal. Valga la diferencia….

Y ni que hablar de la cultura woke que convierte en un “domestic terrorist” a un sencillo padre que no quiere que su nena de ocho años comparta el baño con un varón de 50 que se autopercibe como una niña de siete.

Frente a todo esto pido, por favor, un mayor cuidado en las palabras, que no son meras palabras sino juegos de lenguaje que conforman la realidad política. Extrema derecha fueron en su momento Franco y Mussolini. Pero oponerse a la agenda autoritaria de la ONU no es anular la división de poderes, eliminar la Suprema Corte o dar golpes de Estado, que, by the way, habría que ver quiénes, precisamente, de qué modo sutil los han dado en su momento.

No me caso con Le Pen, Orbán, el complejo caso de VOX y definitivamente no tengo nada que ver con Bukele y su pertinaz negación teórica del debido proceso. Y (lamentablemente hay que aclararlo) saltar del horror de la izquierda woke occidental a la KGB de Putín es como saltar de un acantilado a un volcán de lava hirviente.

Pero llamar a Meloni o Trump “extrema derecha” y presentar a los Bidens del mundo como los “democráticos” (estén lúcidos o no 😊) es realmente el truco del hombre de paja más elaborado de los últimos tiempos.